Capítulo 16) Reclamos

13 2 0
                                    

El domingo amaneció soleado, con el tipo de brisa ligera que hace que el día parezca más prometedor. Elara y yo decidimos salir juntas al parque. Nos hacía falta desconectar un poco, así que caminamos sin prisa, disfrutando del ambiente relajado. El parque estaba lleno de familias, niños corriendo y parejas sentadas en las bancas. Era el tipo de día que te hacía olvidar, aunque solo fuera por un rato, las complicaciones del mundo real.

Después de caminar un rato, Elara me jaló hacia el carrito de los helados.

-Vamos, Eiza. ¡Necesitamos uno de estos para refrescarnos! -me dijo con su energía habitual.

-Está bien, pero solo si no eliges algo demasiado dulce-bromeé, aunque sabía que ella siempre iba a por los sabores más extravagantes.

Yo me decidí por uno de chocolate con avellanas, mientras que Elara optó por un cono de fresa con chispas de colores. Nos sentamos en una de las bancas, viendo el ir y venir de la gente mientras comíamos en silencio. El helado estaba delicioso, fresco y cremoso, el acompañamiento perfecto para una mañana tranquila.

-¿Te has dado cuenta de lo mucho que ha cambiado todo en tan poco tiempo?-dijo Elara, rompiendo el silencio mientras lamía su helado.

-Sí, parece que la vida va más rápido de lo que podemos seguirle el paso -le respondí, mirando al horizonte. Mis pensamientos volvían de vez en cuando a lo de ayer en el supermercado, pero estaba intentando mantener la calma. No quería arruinar el día perfecto que estábamos teniendo.

Después de los helados, fuimos a los bolos. Elara insistió en que sería divertido, y yo me dejé convencer. El lugar estaba lleno de luces brillantes y el sonido de las bolas rodando por la pista, seguido por el chocar de los pinos al caer. Era un ambiente vibrante, y de inmediato sentí que me hacía falta algo de diversión.

-Te apuesto que voy a ganarte-me dijo Elara con una sonrisa de autosuficiencia, levantando una ceja mientras elegía su bola.

-No me subestimes, pequeña -le respondí riendo, aunque en el fondo sabía que ella probablemente sería mejor que yo en esto.

Entre risas y bromas, estábamos lanzando las bolas, a veces fallando y otras derribando pinos. Justo cuando estábamos en medio de una ronda, vi a las chicas de la recepción de Univisión entrando al lugar. Sus risas y voces llamativas eran inconfundibles.

-Eiza, ¿no son tus compañeras del trabajo? -preguntó Elara, señalándolas.

-Sí, son ellas -dije mientras les hacía una señal para que vinieran. Siempre habían sido un poco chismosas, pero simpáticas a su manera.

Cuando se acercaron, las presenté.

-Elara, estas son las chicas de la recepción de Univisión. Chicas, ella es mi hermana, Elara.

-¡Encantada! -dijo una de ellas, lanzando una mirada a Elara como si intentara medir cuánto nos parecíamos. Nos saludaron con la misma calidez con la que siempre trataban a la gente en la oficina, y nos quedamos hablando un rato sobre cosas triviales, los chismes de la oficina, y de cómo Wades seguía siendo un misterio para todas ellas.

Al terminar la partida de bolos, nos despedimos de las chicas. Elara y yo salimos del lugar con el buen sabor de haber pasado una tarde sin complicaciones, llena de risas. Fue justo lo que necesitaba.

Pero justo cuando cruzábamos el estacionamiento, mis ojos se fijaron en un carro lujoso estacionado a lo lejos. Un coche negro, brillante, del tipo que solo alguien con el poder adquisitivo de Wades Davis podría tener. Mi corazón dio un vuelco.

-¿Estás bien? -preguntó Elara, notando que había bajado el ritmo.

-Sí, sí... solo que ese auto... -dije, señalando el vehículo-. Me recuerda a alguien del trabajo.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora