Capítulo 31 ¡Estoy harta de Eliza!

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Llegué a casa temprano. Después de tomar una ducha rápida, abrí mi armario y elegí un atuendo cómodo para salir. Unos jeans blancos ajustados que resaltaban mi figura, combinados con una blusa de tirantes azul que dejaba mis hombros descubiertos, perfecta para el calor del día. Me recogí el cabello en una coleta alta, dejando que algunos mechones enmarcaran mi rostro, y me calcé unos tenis blancos que me daban un aire casual pero arreglado. Estaba lista para mi misión del día: encontrar el regalo perfecto para Wades por el Día de los Padres, que casualmente es mañana.

 Estaba lista para mi misión del día: encontrar el regalo perfecto para Wades por el Día de los Padres, que casualmente es mañana

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Llegué al centro comercial justo cuando abrían las puertas. El lugar estaba lleno de vida, con luces brillantes, vitrinas adornadas y el bullicio de la gente que iba y venía, cada uno con sus propios planes. Caminé entre los pasillos, admirando la decoración moderna y los escaparates repletos de productos, pero mi mente estaba enfocada en lo que debía encontrar.

Pasé por varias tiendas, hasta que una joyería llamó mi atención. En el escaparate había un reloj de pulsera, elegante y clásico, de esos que reflejan sofisticación sin ser ostentoso. Me acerqué y lo observé de cerca: una correa de cuero marrón y una esfera plateada con detalles finos. Sabía que era perfecto para Wades. Entré y lo compré, pidiéndoles que lo envolvieran en una caja simple pero bonita, con un lazo oscuro.

Después de la compra, pasé por la sección de perfumes. Elegí una fragancia masculina, sutil pero envolvente, con notas amaderadas que pensé que le encantarían. Con los regalos en mano, me dirigí de regreso a casa, sintiéndome satisfecha por mi elección.

Al llegar a casa, me quité los tenis y me dispuse a cocinar algo especial. En la cocina, todo estaba organizado y brillante. Abrí la nevera, saqué los ingredientes y me puse manos a la obra. Decidí preparar una lasaña con una ensalada fresca de acompañamiento. Mientras picaba las verduras, el aroma del sofrito comenzó a llenar el ambiente. La cocina estaba cálida, acogedora, con la luz del atardecer entrando por la ventana.

Justo cuando la lasaña estaba a punto de entrar al horno, el timbre sonó. Me limpié las manos en el delantal y fui a abrir la puerta. Ahí estaba Wades, parado en la entrada, con su porte siempre impecable. Me sorprendí al verlo, ya que no lo esperaba tan pronto.

—Hola —dije, con una mezcla de sorpresa y emoción, mientras me inclinaba para darle un beso en los labios.

Él me devolvió el beso, suave pero intenso, y luego lo invité a pasar. Se quitó el saco mientras caminaba hacia el salón, y nos sentamos a charlar. Le ofrecí algo de beber, pero él parecía distraído, como si algo lo preocupase.

—¿Cómo está Marie Clere? —le pregunté, intentando aligerar la conversación.

—Está bien, un poco rebelde como siempre —respondió con una sonrisa, pero había algo en su mirada que parecía distante.

Aproveché el momento para hacerle una pregunta que había estado rondando mi mente desde que me di cuenta de mí embarazo.

—¿Te gustaría tener más hijos? —pregunté, casi con timidez.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora