Capítulo 37) En casa de Wades

9 2 0
                                    

Cuando llegué a casa después del caos del día, estaba agotada, tanto física como emocionalmente. Cerré la puerta detrás de mí, intentando dejar fuera todo lo que había pasado con Elizabeth. Me dirigí a la sala, y allí estaba Elara, sentada en el sofá, pintándose las uñas con una concentración que me hizo sonreír ligeramente. Siempre tan despreocupada.

-¿Qué color te gusta más? -me preguntó sin levantar la vista de sus manos-. ¿Este rosado pastel o el crema?

Me acerqué para ver mejor, tratando de distraerme del torbellino de pensamientos que llevaba conmigo. Observé sus uñas y sonreí.

-Me gusta más el rosado pastel en ti -le dije, intentando sonar casual. Elara siempre tenía buen gusto, pero hoy parecía más interesada en detalles que normalmente me pasarían desapercibidos.

Ella levantó la cabeza, ahora enfocada en mí. Sabía que había algo más en mi rostro que solo el cansancio de un día largo.

-Hablé con Wades -le solté, como si fuera un comentario cualquiera, pero al instante sentí cómo las palabras pesaban en el aire.

Elara dejó de pintar sus uñas por un momento, claramente sorprendida por lo que acababa de decirle.

-¿Y qué pasó? -preguntó, un poco más interesada ahora. Estaba esperando que le contara algo importante, lo sentí.

-Me dijo que quiere que me vaya a vivir con él y con Marie Clere. -Solté las palabras como si no fueran nada, pero sabía que eso no era cierto. Todo lo que estaba pasando era mucho más grande de lo que podía admitir en voz alta.

Elara me miró con los ojos bien abiertos, dejando caer el pincel de esmalte en la mesa. No parecía poder procesar lo que acababa de escuchar.

-¿Qué le hiciste a ese hombre? -me preguntó, medio en broma, medio en serio-. ¡Que ahora quiere que vivas con él!

Me reí por lo bajo, pero mi sonrisa no llegó a mis ojos. Era imposible quitarme de la cabeza todo lo que había pasado en las últimas horas, desde la amenaza de Elizabeth hasta la propuesta de Wades. Todo se sentía como una confusión de emociones contradictorias, y no sabía qué pensar o cómo sentirme.

-No hice nada -le respondí, encogiéndome de hombros-. Solo le dije lo que sentía, y parece que eso le hizo pensar las cosas.

Elara me observó por un momento, como si intentara descifrar algo más detrás de mis palabras. Siempre había sido perceptiva, y hoy no sería diferente.

-¿Y tú qué vas a hacer? -preguntó finalmente, dejando el pincel de lado y enfocándose por completo en mí.

Suspiré, sentándome en el borde del sofá junto a ella. Sabía que tarde o temprano tendría que tomar una decisión, pero con todo lo que estaba sucediendo, lo único que quería era una pausa. Un momento para procesar, para entender. Y sabía que no lo tendría.

-No lo sé, Elara. -Me llevé las manos al rostro, cubriendo mis ojos por un segundo-. No sé qué hacer.

Elara y yo acordamos salir con mamá, teníamos tiempo que no lo hacíamos, así que hoy era la noche elegida para las tres.

Elara y yo acordamos salir con mamá, teníamos tiempo que no lo hacíamos, así que hoy era la noche elegida para las tres

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora