Capítulo 44) Ted Turner

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Después de todo lo ocurrido, decidí que necesitaba asesoramiento legal para enfrentar a Wades y ponerle fin a esta pesadilla. Aún con los nervios a flor de piel, busqué un abogado en Florida especializado en contratos laborales. Me dirigí a su oficina, situada en un elegante edificio de ladrillos blancos con ventanales de vidrio que reflejaban la luz del sol.

El interior del despacho era austero, minimalista, con muebles de cuero oscuro y mesas de cristal. Las paredes estaban adornadas con diplomas y certificados que mostraban los años de experiencia del abogado. El aire olía a madera y café recién hecho. Me senté frente a su escritorio, donde me esperaba un hombre mayor, con el cabello canoso y gafas delgadas que le daban un aire de sabiduría y autoridad.

Le expliqué todo con detalle, desde mi contrato con Univisión hasta las amenazas de Wades. Mi voz temblaba, aunque trataba de mantenerme firme, esperando que él pudiera ofrecerme alguna solución que no involucrara ceder ante Wades.

-Lamentablemente, señorita González -dijo el abogado con tono serio-, el contrato que firmaste es legalmente vinculante. Si él decide demandarte, las probabilidades de ganar son muy bajas. Te sugiero que consideres llegar a un acuerdo financiero con él. Si no, las consecuencias legales podrían ser muy graves, y una condena de cárcel es una posibilidad real.

El peso de sus palabras cayó sobre mí como un yunque. Me levanté de mi asiento, sintiendo una mezcla de frustración y rabia. Salí de la oficina sin mirar atrás, con la mente llena de pensamientos confusos y mi pecho apretado. No podía creer que mi única opción fuera aceptar un acuerdo con Wades, el hombre que más detestaba en el mundo.

De regreso a la suite, sentía la tensión acumulada en mis hombros, como si estuviera cargando una mochila de rocas. Decidí que necesitaba despejarme y relajarme antes de tomar cualquier decisión. Me puse un bikini azul celeste, combinando con el color del mar que veía desde mi ventana. Bajé a la piscina del hotel, el Lennox Miami Beach, donde el ambiente era relajado, con la brisa marina acariciando mi piel y el sonido del agua cristalina invitándome a dejar de pensar, aunque fuera por un momento.

Pedí un martini, mi bebida favorita cuando necesitaba relajarme, y me dejé caer en una tumbona junto a la piscina. Me recosté y cerré los ojos, tratando de bloquear todo el estrés, pero la sombra de Wades seguía ahí, en el fondo de mi mente.

De repente, sentí una presencia a mi lado. Al abrir los ojos, vi a un hombre alto, de piel blanca y cabello grisáceo como la medianoche. Sus ojos eran tan azules s que parecían no tener fondo, intensos, misteriosos. Había algo en él que me inquietaba, una especie de familiaridad que no podía identificar del todo. Por un segundo, me recordó a Wades.

-Con esos ojos tan azules como el mar, tan hermosos como el cielo -dijo el hombre, con una sonrisa ladeada-, tal vez te llamas Gloriosa.

Lo miré, entre sorprendida y cansada de los halagos, y respondí con una voz apagada por el peso del día:

-Esta "gloriosa" ha tenido el peor día de su vida.

El hombre no perdió la sonrisa y se inclinó un poco hacia mí, tomando un sorbo de su whisky.

-¿Qué problemas puede tener una dama tan especial y bella como tú?

Solté una risa sarcástica, sin poder contener el cansancio que sentía.

-Esta dama tan especial tiene demasiados problemas -le dije, mirándolo a los ojos-. Y no tiene ni idea de cómo resolverlos.

Él asintió, como si entendiera perfectamente lo que decía, y sin dejar de sonreír, preguntó:

-¿Cómo te llamas?

-Eiza -respondí, dándole una mirada fija-, Eiza González.

Él volvió a tomar un sorbo de su whisky, dejando que el líquido ámbar recorriera su garganta antes de responder.

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⏰ Última actualización: 20 hours ago ⏰

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La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora