Capítulo 34) Fiesta de disco

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Esa mañana me levanté con una determinación clara: hoy sería un día solo para mí. Nada de Wades, nada de trabajo. Me apartaría de todo lo que me había perturbado en los últimos días y me permitiría disfrutar la ciudad con la libertad que tanto anhelaba. Me puse un vestido ligero, fresco, que caía con gracia sobre mis rodillas y pedí un taxi para ir a explorar el famoso barrio La Candelaria.

 Me puse un vestido ligero, fresco, que caía con gracia sobre mis rodillas y pedí un taxi para ir a explorar el famoso barrio La Candelaria

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El taxi me dejó en el corazón del barrio. Al bajar, un aroma embriagador de café recién hecho y pan recién horneado me recibió. Decidí desayunar en un lugar pequeño y encantador que encontré en una esquina empedrada. El lugar estaba decorado con plantas verdes colgando del techo y cuadros de arte local en las paredes. Las mesas de madera tenían un toque rústico, pero acogedor, con manteles de encaje blanco.

Me senté junto a una ventana que daba a una calle estrecha y adoquinada, llena de casas coloniales pintadas de colores vivos: azules, verdes, amarillos

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Me senté junto a una ventana que daba a una calle estrecha y adoquinada, llena de casas coloniales pintadas de colores vivos: azules, verdes, amarillos. El ambiente era relajante, con una brisa suave entrando por las ventanas abiertas, y el sonido de la ciudad apenas perceptible. Pedí un desayuno típico colombiano: una arepa con queso derretido, acompañada de huevos revueltos con cebolla y tomate, una porción de frijoles y un delicioso jugo de maracuyá. El sabor era simple pero delicioso, y el café negro, fuerte, como debe ser en Colombia.

Mientras desayunaba, observaba a la gente pasar: algunos turistas, pero sobre todo locales que parecían disfrutar de la tranquilidad del lugar. Me tomé mi tiempo, disfrutando cada bocado, sintiendo que poco a poco la frustración de la noche anterior se desvanecía.

Terminé mi desayuno y decidí que era el momento de sacar mi cámara. Me había traído la cámara en la maleta, y hoy sería el día perfecto para capturar la esencia de Bogotá. Después de ajustarla y comprobar que tenía suficiente batería, comencé a caminar por las calles empedradas, tomando fotos de las coloridas fachadas, las puertas de madera con detalles tallados y los balcones adornados con flores. Cada rincón de La Candelaria parecía contar una historia, y yo quería capturarla toda.

 Cada rincón de La Candelaria parecía contar una historia, y yo quería capturarla toda

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La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora