Capítulo 22) Servicios prestados

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Llegué al estudio de fotos, molesta y sin ganas de hablar con nadie. El día había sido un desastre desde el principio. Me había levantado con el recuerdo de Wades y su despreciable actitud en la casa de Marie Clere. Aún podía ver su rostro lleno de furia cuando me dijo que no tenía derecho a celebrar el cumpleaños de su hija. Esa niña necesitaba cariño, no la fría indiferencia de su padre y la amargura de Elizabeth.

Trabajé hasta tarde, editando imágenes y reorganizando el equipo. Me distraje lo suficiente para no pensar en Wades por unas horas, pero la molestia seguía ahí, debajo de la superficie, esperando salir.

Cuando finalmente me decidí a salir, mi ex amiga, Julia, me estaba esperando afuera. Ya no éramos cercanas desde que me había distanciado de ella por su falta de apoyo en los momentos difíciles. Pero ahí estaba, con la misma mirada acusadora que siempre me lanzaba cuando no aprobaba algo de mí.

-No puedo creer que trabajes con Wades Davis , siempre fue tu sueño-soltó sin más.

-No es asunto tuyo, Julia -respondí, tratando de mantener la calma.

-Te estás metiendo en algo que no entiendes, Eiza. Ella es peligrosa y no te quiere cerca, lo sabes, ¿verdad? No deberías acercarte más a él.

Rodé los ojos, cansada de sus advertencias.

-Sé cuidarme sola. Además, porque me dices estás cosas, sabes algo que yo no sé?-dije, aunque mi voz sonaba algo defensiva. Justo cuando las cosas comenzaban a calentarse entre nosotras, un coche negro se detuvo al borde de la acera. Lo reconocí de inmediato.

Wades.

-Súbete -dijo sin siquiera salir del auto.

-¿Qué? No. ¿Por qué habría de...? -comencé a responder, pero su tono, como siempre, no dejaba espacio para la discusión.

-Súbete, ahora. No te lo voy a repetir, Eiza.

Miré a Julia, quien me observaba como si yo fuera una tonta. Sabía que iba a juzgarme si subía, pero estaba agotada de la discusión y de Wades. Resignada, me acerqué al auto y me subí.

El interior del coche olía a cuero caro y su presencia llenaba cada rincón. Apenas cerré la puerta, arrancó sin decir una palabra.

-¿Qué demonios te pasa? -espeté, rompiendo el silencio, intentando mantener el control.

-¿Qué me pasa? -respondió él, con una sonrisa amarga mientras seguía conduciendo-. La pregunta es, ¿qué demonios te pasa a ti, Eiza? ¿Cómo te atreves a entrar en mi casa y celebrar el cumpleaños de Marie Clere?

Lo miré, furiosa.

-¡Porque ella lo merece! ¿Qué tipo de padre le niega a su hija un simple cumpleaños? ¡No puedes seguir viviendo bajo la sombra de Eliza!

Él frenó bruscamente el coche en un callejón oscuro, haciéndome golpearme contra el asiento.

-No tienes idea de lo que estás diciendo -murmuró entre dientes, girando su cuerpo hacia mí.

Su mirada era penetrante, oscura, cargada de rabia y algo más que no pude descifrar en ese momento. De pronto, antes de que pudiera reaccionar, Wades me besó. No fue un beso suave o dulce, fue intenso, lleno de furia contenida. Traté de empujarlo, pero él me sujetó con fuerza, inmovilizando mis manos.

Mi mente estaba dividida entre la repulsión y el calor que comenzaba a encenderse en mi interior. Sabía que esto estaba mal, pero parte de mí no podía dejar de responder al beso.

-¡Wades, suéltame! -intenté decir, pero mi voz fue apagada por su boca.

El momento se volvió borroso. Las emociones eran un torbellino, y antes de darme cuenta, todo se intensificó. En el espacio cerrado de su auto, nos dejamos llevar por la rabia y algo más oscuro, algo que ninguno de los dos podía controlar en ese momento.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora