Capítulo 4) Viernes 10 am

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Los días siguientes a la entrevista se convirtieron en una espera interminable. Me levantaba todas las mañanas con la esperanza de ver un correo o una llamada perdida, pero nada llegaba. Era como si el tiempo se hubiese detenido. Cada vez que Elara me preguntaba por la entrevista, la misma sensación de vacío regresaba.

-¿Te dijeron algo? -preguntó una tarde mientras me ayudaba a recoger la mesa del comedor.

-Quedaron en llamarme para que llenara unos formularios -respondí, tratando de sonar despreocupada, aunque por dentro cada minuto sin noticias me carcomía.

-Ya han pasado varios días, ¿no? -insistió, frunciendo el ceño, claramente preocupada.

-Sí... -contesté, intentando no mirarla a los ojos. Lo último que quería era añadir más preocupaciones a nuestra ya caótica vida.

Ese día, tenía una sesión de fotos en mi estudio. El trabajo de siempre, mi refugio. Era una quinceañera, y como suele pasar, la joven estaba nerviosa, mientras la madre era todo un huracán de exigencias. El estudio estaba adornado con cortinas blancas, y los focos iluminaban a la chica con una luz suave que resaltaba su vestido rosado brillante. Trataba de capturar su mejor ángulo, pero mi mente seguía divagando. Cada vez que el teléfono vibraba en mi bolsillo, el corazón se me aceleraba por un segundo, solo para decepcionarme cuando se trataba de alguna notificación irrelevante.

-Eiza, ¿cómo ves si hacemos una foto más con la tiara? -preguntó la madre de la quinceañera, mientras ajustaba el velo del vestido.

-Claro, solo dame un momento -contesté con una sonrisa profesional, aunque mi cabeza estaba en otro lugar.

Estaba ajustando la cámara cuando mi teléfono vibró de nuevo. Esta vez, algo en mí sabía que no era un mensaje común. Lo saqué, casi con nerviosismo, y vi el número desconocido en la pantalla. Por un segundo dudé, pero contesté.

-¿Hola? -dije, con el pulso acelerado.

-¿Eiza González? -preguntó una voz femenina del otro lado.

-Sí, soy yo.

-Le llamamos de Univision. Nos complace informarle que está en la lista de candidatas para el puesto que solicitó. Sin embargo, el dueño quiere verla antes de que comience a trabajar. Será como una mini entrevista, más bien una reunión para discutir algunas reglas y obligaciones que necesitará seguir si es seleccionada oficialmente.

Sentí un nudo en la garganta. ¡Por fin! Aunque no era una confirmación total, esto significaba que estaba un paso más cerca. Intenté mantener la compostura mientras la emoción me invadía.

-¡Claro! ¿Cuándo sería la reunión? -pregunté, haciendo todo lo posible para que mi voz sonara tranquila, a pesar de que mi corazón latía con fuerza.

-Podemos agendarla para el viernes a las 10 a.m., en las oficinas principales.

-Perfecto. Estaré allí -respondí con una sonrisa que no podía evitar.

Colgué y me quedé mirando el teléfono durante unos segundos, todavía procesando la noticia. Por fin algo positivo, una luz en medio de todo lo que estaba pasando. Mi respiración era más ligera, y la ansiedad que me había acompañado los últimos días comenzó a desvanecerse, aunque fuera un poco.

Volví a centrarme en la sesión de fotos. La quinceañera posaba con su tiara, sonriendo tímidamente mientras su madre la ajustaba de nuevo. Pero esta vez, el clic de la cámara me pareció más ligero, como si todo en ese momento tuviera un poco más de sentido.

Cuando terminé la sesión, no pude esperar a contarle a Elara. Sabía que se alegraría tanto como yo. Las cosas, finalmente, parecían estar tomando un rumbo mejor.

La Mujer Del Diablo© ACTUALIZANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora