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A la mañana siguiente, el sol apenas se filtraba por las cortinas cuando abrí los ojos. Me estiré lentamente, sintiendo el cuerpo relajado después de la fiesta. Estaba cómoda, todavía entre las sábanas de Richard. Él seguía durmiendo a mi lado, el cabello revuelto sobre la almohada y su respiración tranquila. Me quedé un rato observándolo, notando cómo su expresión parecía mucho más suave cuando dormía, nada que ver con la seriedad que a veces llevaba en el día a día.

Sabía que tenía que levantarme antes de que alguien notara mi ausencia en la habitación que compartía con Madison, pero la pereza me vencía. Decidí quedarme unos minutos más.

De repente, el teléfono de Richard vibró en la mesita de noche, despertándolo. Con los ojos entrecerrados, extendió la mano para cogerlo.

—¿Qué hora es? —me preguntó en voz ronca, frotándose los ojos.

—No lo sé, pero creo que ya es hora de regresar antes de que alguien se dé cuenta de que no dormí en mi habitación, —respondí, estirándome.

—¿Te preocupa eso? —dijo medio en broma, sonriendo mientras se daba vuelta para quedar de frente.

—No me preocupa, pero ya sabes cómo es este lugar. No necesito que empiecen a hablar más de la cuenta.

—Tienes razón, —dijo mientras se sentaba en la cama, su torso desnudo aún brillando con las últimas gotas de la ducha de anoche.

—Bueno, —dije mientras me levantaba—, mejor me voy antes de que nos metamos en problemas.

Me acerqué a la puerta, pero justo cuando iba a abrirla, sentí su mano agarrando la mía.

—Oye, —dijo en voz baja—, ¿nos vemos más tarde?

Lo miré, con una leve sonrisa.

—Tal vez... si tienes suerte.

Salí de su habitación riendo y caminé de vuelta a la mía, intentando no cruzarme con nadie. El pasillo estaba en silencio, pero sabía que en un par de horas el internado volvería a la vida con sus charlas, exámenes y la rutina diaria. Cuando entré a la habitación, Madison no estaba, pero su cama estaba desordenada, señal de que había regresado en algún momento de la madrugada.

Me di una ducha rápida, cambiándome de ropa mientras pensaba en la fiesta de anoche. Todo había salido bien, aunque la idea de Madison y Muñoz juntos seguía dándome vueltas. Justo cuando estaba peinándome, ella entró, visiblemente agotada pero con una sonrisa en la cara.

—¡Adivina qué! —dijo con una energía que no parecía natural para alguien que había dormido apenas un par de horas.

—¿Qué pasó? —le pregunté, mirándola a través del espejo.

—Muñoz me invitó a salir. ¡Una cita de verdad! —dijo emocionada, dando saltitos mientras se dejaba caer en su cama.

—¿Qué? ¿En serio? —pregunté, levantando una ceja.

—¡Sí! Y no fue un "vamos a vernos por ahí", no, no. Me dijo que quería llevarme a cenar fuera del internado. ¡Estoy flipando!

Me reí, viendo su emoción, aunque por dentro me preguntaba si eso iba a salir bien. Sabía que Muñoz era un buen tipo, pero también lo conocía lo suficiente para saber que no siempre era el más comprometido. Sin embargo, no iba a arruinarle el momento.

—Me alegro por ti, Madison. Solo ten cuidado, ¿sí?

—Ay, tranquila. Todo va a estar bien. Además, ¡tú también tienes tu drama con Ríos! —dijo con una mirada traviesa.

Me quedé callada un segundo, procesando lo que había dicho.

—Drama no es la palabra correcta, —respondí, encogiéndome de hombros.

—¡Oh, por favor! No me digas que no sientes algo por él. Anoche te vi. No pueden ni dejar de mirarse.

Rodé los ojos, evitando entrar en detalles.

—Solo nos llevamos bien, no es gran cosa. Ahora, cállate y cuéntame qué más pasó con Muñoz.

Ella sonrió de manera pícara, se acomodó en su cama y empezó a contarme lo que había sucedido en el cuarto esa noche.

—Pues... te perdiste lo mejor, —dijo mientras se recostaba dramáticamente en su almohada—. Después de que te fuiste, Muñoz me acompañó a la habitación y... bueno, ya sabes.

—No, no sé. Necesito detalles, por favor, —le insistí, arqueando una ceja.

—Vale, vale. Entramos y empezamos a hablar de cualquier tontería. Yo estaba algo nerviosa, pero él me calmó enseguida. Luego, se puso un poco más atrevido, me abrazó y... ¡uff! Las cosas se empezaron a calentar.

—¿Y? ¿Qué más? —le pregunté, ya intrigada.

—Nos besamos, obvio, —dijo con una risita—. Y bueno... digamos que no nos quedamos solo en los besos. Fue como... no sé, todo pasó tan rápido. Él fue súper dulce, me acarició el cabello todo el rato, y luego nos quedamos hablando hasta que me quedé dormida. No pasó nada demasiado loco, pero fue... lindo.

—¿Lindo? ¿Muñoz siendo "lindo"? —dije riendo, porque la idea de él en modo tierno me sorprendía.

—Sí, sí. Sé que parece raro, pero fue así. Aunque creo que quiere algo más serio ahora. Estoy nerviosa, —confesó, mordiendo su labio inferior.

—Bueno, ya me contarás cómo va eso, pero ten cuidado, Madison. Solo porque fue lindo una noche, no significa que vaya a ser así siempre.

—Lo sé, lo sé. Pero, ¿sabes qué? No quiero pensar mucho en eso ahora. Solo voy a disfrutar el momento, y ya. Igual, tú también deberías dejarte llevar con Richard. No lo niegues, está clarísimo que hay algo entre ustedes.

Me encogí de hombros, esquivando la conversación sobre Ríos. Aunque lo cierto era que la noche con él había sido extrañamente reconfortante.

Después de un rato, decidimos salir al comedor para desayunar. El comedor estaba lleno de estudiantes con resaca, todos quejándose del dolor de cabeza y el cansancio. Al fondo, vi a Carrascal y Lucho sentados con otros chicos, hablando animadamente. Richard no estaba, lo cual no me sorprendió; seguramente aún seguía en su habitación recuperándose de la fiesta.

Justo cuando nos sentamos, una chica pasó cerca de nuestra mesa, mirándonos de reojo. La reconocí al instante: Camila, una de esas chicas que siempre parecía tener algo malo que decir sobre los demás. Se acercó al grupo de Carrascal y, tras un momento de charla, soltó algo que hizo que todos se rieran.

—¡Es que de verdad! Richard es tan nerd que seguro ni sabe cómo divertirse. ¿Lo viste anoche? Parecía perdido entre tanta gente, —dijo en voz alta, claramente queriendo que todos lo escucharan.

Madison me miró, esperando mi reacción. Yo apreté los puños bajo la mesa, sintiendo la rabia subir por mi pecho. Sabía que a Richard no le gustaban esas situaciones y que siempre trataba de mantenerse al margen de los comentarios malintencionados. Sin embargo, no iba a dejar que alguien lo insultara así sin más.

Me levanté de la mesa y caminé hacia el grupo, sintiendo cómo la mirada de todos se clavaba en mí.

—¿Perdón? ¿Qué dijiste de Richard? —dije en un tono desafiante.

Camila me miró con una sonrisa burlona.

—Ay, nada. Solo que es un poco... ¿cómo decirlo? Inútil para este tipo de cosas, —dijo entre risas, haciendo que los demás también se rieran.

—¿En serio? Porque anoche, en la piscina, no parecía tan "inútil", —respondí, cruzándome de brazos.

El grupo se quedó callado, sin saber qué decir. Camila me lanzó una mirada venenosa, pero no dijo nada más.

El niñito ese - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora