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Al día siguiente, el despertador sonó fuerte y claro, sacándome del sueño profundo en el que estaba. Abrí los ojos lentamente y, por unos segundos, traté de recordar qué había pasado la noche anterior. Me sentía agotada, y la luz que entraba por la ventana no ayudaba a mejorar mi humor. Me levanté, aún medio dormida, y fui al baño a lavarme la cara. Me miré en el espejo y solté un suspiro. Al menos no había resaca esta vez.

"Menos mal que no tomé tanto", pensé, mientras el agua fría me despertaba un poco más.

Después de vestirme con algo cómodo, agarré mi celular para ver si tenía mensajes, y ahí estaba: un mensaje de Richard.

"¿Todo bien, mami? Nos vemos más tarde."

Sonreí levemente al leerlo, pero también recordé lo que había pasado en el auto. Habíamos tenido una conversación tensa, y aunque sabía que no éramos nada serio, esa sensación de celos me había molestado más de lo que quería admitir. Dejé el teléfono sobre la cama y salí de la habitación, bajando las escaleras para encontrarme con mi mamá en la cocina.

—¿Dormiste bien, hija? —me preguntó ella mientras preparaba el desayuno.

—Sí, todo bien, ma —respondí, aunque no del todo convencida.

Me serví una taza de café y me senté en la mesa cuando escuché el timbre de la puerta. Fruncí el ceño, porque no esperaba visitas tan temprano. Mi mamá me lanzó una mirada de "ve tú", así que me levanté a abrir.

Al abrir la puerta, me encontré con Madison, quien parecía que había dormido igual de mal que yo.

—¿Qué pasó? —le pregunté mientras la dejaba entrar.

—Ay, Max, te tengo que contar algo... —respondió ella, entrando sin esperar más.

Nos sentamos en la sala, y antes de que pudiera siquiera preguntarle, Madison ya estaba soltando todo.

—Anoche... después de que tú y Richard se fueron, Carrascal no dejó de coquetearme. Mira, yo sé que Daniel y yo no tenemos nada, pero igual... —hizo una pausa y soltó un suspiro—. Es como si hubiera algo raro. Carrascal me gusta, pero no quiero que Daniel piense que estoy jugando con él. No sé qué hacer.

Me quedé mirándola por unos segundos, tratando de ordenar mis pensamientos. Lo de Daniel y Madison era complicado, sobre todo porque él nunca iba a dejar a su novia oficial. Pero Madison, aunque sabía eso, seguía sintiendo algo por él, aunque fuera pequeño.

—Mira, Madi, ya tú sabes cómo es Daniel. Él no va a cambiar. Si de verdad te gusta Carrascal, deberías darle una oportunidad. No vale la pena quedarse estancada con alguien que no va a darte lo que mereces.

Madison asintió, aunque no parecía del todo convencida.

—No sé... tal vez tienes razón. Pero es que anoche... cuando vi a Daniel irse, me sentí como el cacho otra vez. Es como si él tuviera ese poder sobre mí, ¿sabes?

—Ya sé, pero tienes que soltarte de eso. Él siempre va a volver con su novia. Tienes que pensar en ti —le dije, dándole un pequeño empujón moral.

—Voy a intentarlo... pero bueno, ¿y tú? ¿Cómo te fue con Richard anoche? —preguntó, cambiando el tema rápidamente.

Solté un suspiro y me encogí de hombros.

—Lo de siempre, No sé, a veces parece que quiere más conmigo, pero otras veces actúa como si fuera todo casual. Estoy empezando a cansarme de eso.

Madison me miró con empatía y tomó un sorbo de su café.

—Entiendo. Pero bueno, ¿te sientes bien con él?

—Sí, pero es complicado. Es como si estuviéramos jugando a un juego en el que ninguno quiere perder, pero tampoco ganar del todo.

Madison asintió, entendiendo perfectamente.

—Lo importante es que te mantengas fiel a lo que quieres. Si en algún momento ya no te hace feliz, sabes que tienes que salir de ahí.

Sonreí, agradecida por su consejo.

—Tienes razón. Ya veré cómo sigue esto.

Seguimos hablando un rato más sobre la noche anterior, recordando las bromas de Carrascal y las miradas celosas de Daniel. Aunque la situación era complicada, ambas sabíamos que, al final, tendríamos que tomar decisiones sobre lo que queríamos de verdad.

El niñito ese - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora