El vuelo de regreso a Colombia había sido el más largo del mundo, dios mío, llegué tan cansada que los ojos se me cerraban solos. A lo lejos divisé a mi papá y a mi hermana, así que caminé hasta ellos con mi maleta.
—Vamos a casa, tu mamá preparó una comida exquisita —dijo mi papá.
—Gracias a Dios porque vengo con mucha hambre —respondí aliviada.
Nos subimos al auto y emprendimos el viaje hasta casa.
—Todo está igual después de tantos años —dije con nostalgia, mirando por la ventana.
Cinco años afuera estudiando periodismo, aunque ya estaba acostumbrada a estar lejos de mis padres porque siempre estudié en el internado, vivir en otro país y aprender un nuevo idioma fue un reto. Me costó adaptarme al principio.
—¿Cómo te está yendo en el internado? —le pregunté a mi hermana de 16, que ahora estudiaba allá, justo donde yo había pasado tantos años.
—Pues... después de que tú y tus amigos se fueran, hay cámaras, hay profesores estrictos, no se hacen fiestas, incluso tenemos hora de dormir y no podemos llegar tarde a clases, ni usar el uniforme corto —dijo ella con una sonrisa como diciendo "ayúdame, me quiero ir de ahí".
—¡Uy, qué peye! —solté riendo, recordando todos los desmadres que hacíamos allá.
Mi papá seguía manejando y yo me estaba quedando dormida cuando me vibró el teléfono. Era Madison.
—¿Ya llegasteeeee? —dijo con emoción.
—¡Ya lleguéeeeee! —contesté en el mismo tono, soltando una sonrisa.
—Pijamada hoy en tu casa —me propuso.
—Yes —le respondí sin pensarlo.
Después de eso me colgó y solté una pequeña risa. En estos años no me había alejado para nada de Madison. Ella seguía siendo mi persona más confiable en la vida.
Bueno, allá en Inglaterra hice buenas amigas, aunque una de ellas se metió con mi novio... y casi le parto la cara a los dos. Pero bueno, ni modo. Ella era casi como mi mejor amiga de allá. Estudiábamos todo juntas. Incluso, también era de Colombia. Su nombre es Salomé. Mi novio sí era de allá, y yo los presenté. De repente, un día, ambos se desaparecieron a la misma hora y ahí empecé a sospechar. Con otras amigas empezamos a buscar pistas, y cosas así, y un día los atrapé en la misma casa de él.
Fue el peor momento que pasé allá. No lo podía creer, y le pegué una cachetada a él que estoy segura jamás en su vida se le va a olvidar.
Si me preguntan las razones por las que creo que lo hizo:
1. Salomé era encimosa, la verdad.
2. En una relación de 8 meses, solo culiamos una vez.Ay, es que no me gustaba, no me llamaba la atención... además que no era el sexo como me gustaba y, bueno, el tamaño... ¡nadita que ver! ¡Qué boleta!
En fin, llegué a casa con una sonrisa. El calorcito de Colombia ya lo extrañaba. En mi maleta no había casi ropa, ya que toda mi ropa era de frío y preferí donarla. Me senté en la mesa y empecé a comer.
—Hija, ¿y qué tal estuvo Inglaterra? —preguntó mi mamá, mientras me pasaba más sopa.
—Bien, mami. Extrañé mucho esto, la comida de casa. Aunque allá no me fue mal, la verdad.
—Eso es lo importante. Pero bueno, ya estás aquí y hay que disfrutar, ¿cierto? —dijo mi papá.
—Sí, pero me costó adaptarme. Al principio todo fue un caos —reí mientras seguía comiendo.
Mi hermana, que seguía sin poder soltarse de su situación en el internado, intervino:
—¡Dios, que ganas de largarme de ahí! ¡No aguanto más las cámaras y la vigilancia! No sé cómo aguantabas eso tú, ¡en serio!
– Porque yo no tenía — dije sacándole la lengua
Reímos juntas.
Después de esa rica comida que hizo mi mamá, me fui a la habitación a descansar.