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—Max, su papá y yo queremos hablar con usted —dijo mi mamá , mirándome de una forma que me hizo sentir como una niña otra vez.

De repente, apareció mi papá. Lo vi de pie, con la cara completamente seria, lo que era raro en él.

—¿Qué es lo que está pasando aquí, ah? ¡Me vas a decir que es cierto que estás preñada de ese pelado! —soltó, moviendo las manos como si no supiera qué hacer con tanto enojo.

—¡Papá, baja la voz, por favor! —le pedí, sintiendo cómo las fresas se me atravesaban en la garganta.

—¡Bajar la voz! ¿Cómo quiere que baje la voz si resulta que mi hija está embarazada a sus veinte años? ¿Y del futbolista ese? ¡Dios mío, ahora me vas a decir que también te vas a hacer famosa en Instagram por ser la novia del Richard Ríos! —dijo con sarcasmo, aunque su cara era un cuadro de ira.

—¡Papá, no diga vainas! —le respondí, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a asomarse otra vez. No estaba preparada para esta discusión, ni mucho menos para que se armara todo este lío.

—¿No diga vainas? ¡Que no diga vainas, Max! ¡Es que tú misma no sabes en el lío que te metiste! —continuó mi papá, levantando las manos al cielo como si no supiera cómo manejar la situación.

De repente, Richard entró a la cocina, con la cara de pocos amigos y visiblemente nervioso. Mis papás lo miraron, y mi papá, con los brazos cruzados, casi echaba humo.

—Vea, yo estoy aquí pa' responder —dijo Richard, con ese acento paisa que solía ser tranquilizador pero ahora sólo encendía más la situación.

—¡Ah, no, pues el señorito futbolista va a responder! ¿Y usted cree que con su plata va a solucionar todo esto? —gritó mi papá, acercándose a él, claramente a punto de explotar.

—Papá, ¡ya! —le grité, pero ya estaba en modo rabia.

—¡No se meta, Max! ¡Es que usted misma no sabe lo que está haciendo! ¡Primero me sale con que está preñada, y ahora este muchacho viene a decir que va a responder como si eso fuera suficiente! Un hijo es una responsabilidad —dijo, sacando todo lo que tenía dentro.

—Yo no vine a causar problemas, ¿oís? ¡Yo la quiero a ella y quiero al bebé también! —respondió Richard, tratando de mantener la calma, aunque se notaba que le costaba.

—¡¿Y cómo carajos piensa criar un hijo con un par de tacos y un balón?! —replicó mi papá, acercándose más a Richard.

—¡Papá! —le grité otra vez, tratando de calmarlo, pero él no bajaba la intensidad.

—Mire, yo a Max la quiero bien... y el hijo es mío también. Yo voy a hacer lo que sea por ella y por el bebé —dijo Richard, mirándome con esos ojos decididos, aunque claramente nervioso.

—¿Ah, sí? Pues con eso no basta. ¡Ustedes no saben nada de la vida! —gritó mi papá, pero antes de que pudiera decir algo más, sentí que todo a mi alrededor comenzaba a girar. Mi cabeza estaba pesada, y antes de darme cuenta, las fresas, la cocina, todo empezó a desvanecerse.

—¡Max! —escuché a mi mamá gritar mientras me desplomaba al suelo.

Cuando abrí los ojos, el olor a hospital me invadió las fosas nasales. Estaba en una camilla, con una luz blanca sobre mí. Mi mamá estaba a mi lado, y Richard estaba sentado a los pies de la cama, nervioso pero con una rosa en la mano.

—Hija, ¡nos diste un susto! —dijo mi mamá, agarrándome la mano con fuerza.

—¿Qué pasó? —pregunté con la voz ronca, apenas recordando el caos en la cocina.

—Te desmayaste, Max —respondió ella, suspirando—. El médico ya te hizo los exámenes... y sí, hija, estás embarazada.

La confirmación me golpeó de nuevo, aunque ya lo sabía. Sentí cómo mi corazón se aceleraba, y las lágrimas se me acumulaban en los ojos otra vez. No estaba lista para esto.

Richard se acercó lentamente, dejando la rosa en la mesita al lado de mi cama.

—Mami, no te preocupes, ¿sí? Yo voy a estar aquí contigo, en todo. Este bebé es mío también... no estás sola —dijo, agarrando mis manos con las suyas.

Lo miré a los ojos, y por primera vez en semanas, sentí un poco de alivio. No estaba tan segura de todo, pero saber que él iba a estar ahí conmigo me daba fuerzas.

—Rich, no sé qué hacer... —le dije, dejando caer las lágrimas, sin poder contenerlas más.

—Tranquila,Lo vamos a hacer juntos, uno a uno. Yo por usted hago lo que sea, y por este bebé también. —respondió, su voz suave pero decidida.

—Ustedes se tienen el uno al otro, y eso es lo importante ahora mismo —dijo mi mamá, sonriendo levemente.

Richard me dio un beso en la frente, y en ese momento supe que, aunque esto apenas comenzaba, no tenía que enfrentarlo sola. Él estaría ahí, y eso era suficiente por ahora.

El niñito ese - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora