Al día siguiente, mientras cortaba unas fresas, lo único que me provocaba comer, me echaba limón encima y luego le agregaba Tajín, aunque nunca me había gustado realmente, pero hoy todo me sabía diferente.
—Hija... —dijo mi mamá desde la puerta.
—¿Señora? —pregunté, sin mirarla, concentrada en mis fresas.
—Max, míreme —dijo ella, cruzando los brazos.
Levanté la mirada hacia la pared, dudando por unos segundos si enfrentarla o no, pero sabía que no podía seguir evitándolo. Finalmente, la miré a los ojos, con el peso del mundo sobre mis hombros.
—Max, estoy muy preocupada por usted —dijo mi mamá, su tono era serio, pero lleno de ternura.
—No se preocupe, ma —le respondí, echando más Tajín sobre las fresas.
—A usted no le gusta el Tajín... ¿no prefiere yogurt como siempre? —preguntó, levantando una ceja con esa mirada que lo decía todo.
—Ma, no... no quiero, gracias —dije, evitando más conversación.
Ella se acercó y, al sentir su mano en mi espalda, supe que lo siguiente sería una pregunta más seria.
—Max, ¿qué es lo que tiene? De verdad me preocupa, hija.
Suspiré profundo, no quería seguir escondiéndome. Ya no.
—Estoy embarazada —solté de golpe.
—¿Qué? ¿De Richard? —preguntó, y yo simplemente asentí con la cabeza, mientras las lágrimas comenzaban a brotar sin control. Intenté limpiarlas rápido con la manga de mi buzo, pero no pude contener el llanto por mucho tiempo.
—No le voy a decir nada —dije entre lágrimas.
—¿Y usted lo quiere tener? —preguntó, con la voz calmada, pero su mirada estaba llena de preocupación.
Negué con la cabeza, sin saber qué más decir. No estaba preparada para nada de esto. No sabía cómo sentirme.
—No le diga nada a mi papá, por favor —le rogué, con los ojos aún llenos de lágrimas—. No estoy lista.
—No se preocupe, Max, lo que usted decida, aquí estoy para apoyarla —me respondió mi mamá, y luego me dio un beso suave en la frente. Su gesto me hizo sentir un pequeño alivio, pero la angustia seguía apretándome el pecho.
Me llevé mis fresas a mi cuarto, queriendo aislarme del mundo. Me quedé viendo TikToks, tratando de distraerme, cuando de pronto escuché una voz que me heló la sangre.
—¡Max! —gritó Richard desde la sala.
Me puse pálida al instante. Dejé el teléfono de lado y corrí a cerrar la puerta con seguro, sintiendo que el corazón se me salía del pecho.
—¡Max, ábrame! —insistió, golpeando la puerta con fuerza. Estaba furioso, se notaba en su tono de voz.
Escuché la voz de mi papá mezclarse con la de él.
—Richard, haga el favor y se calma —dijo mi papá, pero Richard no se calmó. Sentí cómo le dio una patada a la puerta, haciendo que toda la estructura vibrara.
—¡Marica, la va a partir! —susurré para mí misma, aterrada por lo que estaba pasando.
Otra patada. La puerta finalmente cedió, el marco quedó astillado, y ahí estaba él. Sudoroso, con los ojos llenos de rabia y confusión.
—¿Max, estás embarazada y no me dijiste nada? —se acercó rápido hacia mí, tanto que podía sentir su aliento y ver las gotas de sudor en su frente. Estaba completamente desencajado.
—¿Cómo que embarazada? —preguntó mi papá, que ahora también estaba en la escena, su cara un cuadro de sorpresa y enojo.
—¡¿Usted la preñó?! —le gritó mi papá, agarrándolo de la camisa y empujándolo contra la pared.
El color desapareció del rostro de Richard al instante. Se quedó pálido, sudando aún más.
—No se preocupen, no lo voy a tener —dije con voz temblorosa, tratando de calmar el caos que se había formado en la habitación.
Mi papá soltó a Richard de inmediato al escucharme. Pero su cara de preocupación no se fue.
—¿Se volvió loca, mija? —me dijo Richard, acercándose otra vez hacia mí, con el rostro lleno de desesperación. —¡Es mi hijueputa vientre, no lo pienso tener! —le solté, sintiendo que las palabras me quemaban al salir.
—¡Estamos jóvenes todavía! —grité, sintiendo cómo las emociones se arremolinaban dentro de mí—. ¡Usted haga lo que quiera!
Richard no se movió. Se acercó a mí, pero esta vez lo hizo con calma. Me agarró los cachetes suavemente, obligándome a mirarlo directamente a los ojos. Sus ojos estaban vidriosos, llenos de una tristeza que no había visto antes.
—Míreme a los ojos y dígame que no lo vamos a tener —me susurró, su voz rota por el dolor.
Tragué en seco, mirándolo a los ojos, y las palabras se me atascaban en la garganta. Todo en su mirada pedía una respuesta, pero yo no podía. No podía decirle eso con convicción.
Me alejé, soltando su mano. Cerré lo que quedaba de mi puerta, dejándolos a todos afuera, sin saber qué más hacer.
—Richard, usted y yo ni siquiera somos pareja —le dije desde el otro lado de la puerta, mi voz temblaba.
—¡Yo por usted hago lo que sea, mami! —respondió él, acercándose otra vez, apoyando las manos sobre la puerta. —No diga eso solo porque no quiere tener al bebé...
Sentí cómo las lágrimas me empezaban a llenar los ojos otra vez.
—¿Quién le dijo? —le pregunté, con la voz rota.
—Me dijo Madi, estaba preocupada por ti —respondió él, bajando la cabeza—. ¡Debiste decirme, Max!
—Lo siento... estoy tan frustrada. Es mi primera vez estando embarazada, no sé qué hacer... —dije, dejando salir todo el peso que tenía sobre mí.
—¿Y yo qué? ¡También es mi primera vez siendo papá! —respondió él, casi en un grito, su voz llena de desesperación y confusión.
Nos quedamos ahí, en silencio, cada uno tratando de procesar lo que estaba pasando. Era demasiado, para los dos.