No pude dormir una mierda esa noche. La imagen de Richard seguía clavada en mi mente, como una espina que no podía arrancar. "Maldito imbécil", pensé, una y otra vez, mientras me daba vueltas en la cama. Ese estúpido, gafoso, feo... Todo lo que era malo y más.Me levanté como a las dos de la mañana y, frustrada, agarré mi diario. Necesitaba sacar lo que sentía, aunque fuera en palabras.
**Nota en el diario:**
_"No sé qué es lo que me pasa. Me niego a creer que me importa lo que haga Richard. Me niego a aceptar que verlo con Patricia me revuelve el estómago. Pero no es por él. ¡Es por ella! No soporto cómo se ve tan cómoda, tan segura... como si ya lo tuviera bajo control. ¿Y qué si me importa? ¿Por qué demonios me afecta tanto?"_Después de escribir esas líneas, me sentí agotada, tanto física como mentalmente. Tomé el celular y, para distraerme, le tomé una foto a Madison. Estaba dormida, con la boca abierta, roncando ligeramente. Era una imagen graciosa y, de alguna manera, me hizo sonreír.
Finalmente, me quedé dormida.
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Cuando desperté, vi el reloj en mi teléfono: **8:00 a.m.** ¡Iba tarde! Solté una maldición entre dientes y me levanté de un salto. Madison ya no estaba en la habitación. Me miré al espejo y noté las ojeras marcadas bajo mis ojos. "Genial", pensé. Me maquillé lo más rápido posible para disimular el desastre y salí corriendo hacia el salón de historia.
Entré al salón casi sin aliento, pero la profesora ya había empezado su clase. Traté de escabullirme, pero obviamente no pasó desapercibido.
— Señorita Max — dijo la profesora, deteniéndose en mitad de una explicación sobre las guerras napoleónicas —, ¿puedo saber por qué llega tarde otra vez?
— Lo siento, profe, me quedé dormida — respondí, aún intentando recuperar el aliento.
— No es la primera vez que sucede. Quizá debería reconsiderar sus prioridades — dijo, levantando una ceja.
— Estoy aquí, ¿no? — repliqué, frustrada.
Ella me lanzó una mirada que decía "No me desafíes" y decidió no continuar con el tema, aunque podía sentir a todos los demás mirándome.
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Cuando finalmente terminó la clase, todos salimos al patio. Los profesores tenían reunión, lo que significaba que tendríamos algo de tiempo libre.
De repente, la voz de Peter, un estudiante de nuestro grado, resonó en todo el patio.
— ¡Todos los de último año al salón de reuniones!
Madison y yo nos miramos. Ese tipo de anuncios generalmente significaban una fiesta o algún evento especial, así que empezamos a caminar hacia allá junto con el resto de los estudiantes, que iban riendo y haciendo bromas.
Al entrar al salón, nos sentamos al lado de los chicos, esperando que el "espectáculo" comenzara.
— Damas y caballeros, tengo una noticia que darles — anunció Peter, con su tono dramático de siempre.
Todos aplaudieron, impacientes.
— ¡Ese Peter sí da vueltas! Que diga lo que es y ya — murmuró Carrascal, fastidiado.
De repente, Peter conectó su teléfono a los altavoces de la sala. Al principio no entendí qué estaba pasando. Se escuchaban respiraciones agitadas y... ¿el sonido de cuerpos chocando?
Mi rostro se deformó al intentar descifrar lo que estaba pasando. Justo cuando iba a susurrarle algo a Madison, ella se adelantó.
— ¡Es Patricia! — me dijo en un susurro, con la boca abierta.
El audio continuaba y, claramente, era Patricia gimiendo el nombre de Richard. El salón estalló en gritos y risas efusivas, mientras la vergüenza me subía por el pecho.
— ¡Qué asco! — murmuré, sintiendo una mezcla de ira y asco.
El audio continuaba, haciéndose cada vez más explícito. Patricia pedía "más" y Richard... Richard simplemente seguía. Después de todo lo que me había dicho, después de insinuar que entre nosotros había algo, ¡se había metido con ella!
Busqué a Patricia con la mirada. Estaba sentada tranquilamente, como si nada le importara. ¿Cómo podía estar tan tranquila, tan desvergonzada? Es más, ¿por qué parecía disfrutarlo? Y Richard... ¿Cómo pudo?
Pero entonces, una pequeña parte de mí recordó algo. Yo también había inventado una vez que él y yo habíamos estado juntos. ¿Quién era yo para juzgar?
Finalmente, el audio terminó y me levanté de la silla con rapidez. Lo último que escuché antes de salir del salón fue a uno de los chicos gritándole a Richard:
— ¡Detonaste, hermano!
Salí del salón, con el corazón acelerado y la cabeza llena de pensamientos. No podía soportarlo más. ¿Qué estaba pasando conmigo?