Lo seguí hasta su habitación. Richard iba delante de mí, y cuando entramos, se quitó los zapatos, así que dejé los míos al lado de los suyos. Se dio la vuelta y, sin mucho aviso, se quitó la camisa. Me mordí el labio al verle la espalda mientras se deshacía de las prendas y las guardaba. Estaba mucho más tatuado que la última vez que lo había visto de cerca.Flashback
—Ese tatuaje en tu espalda es impresionante —murmuré, casi sin pensar, admirando la piel decorada con tinta.
—¿El león? —preguntó, girándose ligeramente para mostrarme mejor la obra de arte en su espalda.
Asentí, sin apartar la vista.
—Es increíble. ¿Quién te lo hizo?
—Te paso su contacto si querés hacerte uno —respondió con una sonrisa.
Fin del flashback
Sacudí la cabeza para regresar al presente. Me di cuenta de que lo estaba viendo como una boba.
—¿Te hiciste más tatuajes? —le pregunté, intentando sonar casual.
Richard se dio la vuelta y me respondió con esa tranquilidad suya.
—Sí, hace poco. Quería cubrir toda la espalda.
Asentí, aunque intentaba no mirarlo demasiado. Mi atención se desviaba al cuarto, buscando algo que comentar.
—Te voy a buscar una camisa ancha —dijo él de repente, dirigiéndose al armario.
Yo solo asentí.
Richard me entregó una camisa gris. Me fui al baño, y mientras me quitaba la ropa, no pude evitar pensar en lo raro que era que justo hoy hubiera elegido una lencería bonita. Me puse la camisa, que básicamente me quedaba como un vestido, y salí del baño. Al verlo, casi me atraganto. Richard llevaba una pantaloneta gris... y vaya que se le marcaba todo.
Tragué en seco, tratando de no mirar demasiado.
—Estamos haciendo "mach" de color —dije en broma, señalando su ropa.
Richard soltó una risa y dejó su teléfono a un lado. Yo no sabía bien qué hacer. Me acerqué a la cama y me senté en el borde, mirando al suelo, aún mareada y con el teléfono ya sin batería. Richard apagó la luz y, antes de que pudiera reaccionar, me jaló hacia él, haciéndome quedar encima suyo.
—¿Qué haces? —pregunté, levantando las cejas en sorpresa.
—Vamos a dormir ya —dijo con una sonrisa, sin soltarme.
Con su otra mano, agarró una sábana y nos arropó a ambos. Sentí cómo me abrazaba, y aunque todo en mí debería haber estado tenso, de repente, caí. Lo abracé por el estómago, encajando perfectamente en su cuerpo.
—Max... —dijo él, rompiendo el silencio después de un rato.
—Mmm... —respondí, cómoda y con los ojos cerrados.
Richard me agarró de las caderas y me subió un poco más, como si quisiera acomodarme mejor, haciendo que mi rostro quedara a la altura del suyo. Se puso de lado, envolviendo mi pierna en su cuerpo. Mi respiración se hizo más lenta, y justo cuando pensé que el momento se había calmado, sentí su mano en mi cintura.
—No he dejado de pensar en vos —susurró con una intensidad que me hizo estremecer.
No supe qué decir. ¿Qué se supone que responda a algo así? Lo único que sentía era su respiración cerca de la mía, su cuerpo pegado al mío, y el cosquilleo que me recorría desde la nuca hasta los pies. De repente, me agarró de las caderas, y mi cuerpo respondió de una manera que no esperaba, erizándome completamente, hasta los pezones.
Lo miré, y él me miraba directo a los ojos. Se acercó lentamente, su respiración acariciando mi cuello. Sentí un escalofrío que me recorrió de pies a cabeza. Luego, con calma, subió hasta mi rostro y, antes de darme cuenta, estaba a milímetros de mi boca. Al principio, giré el rostro ligeramente, nerviosa, pero él me siguió, buscando mis labios. Y en esos segundos de vacilación, me rendí.
Nuestros labios se encontraron, y fue como si el tiempo se detuviera. El beso era húmedo, intenso, y me recordó a aquella fiesta de Halloween. Probablemente, era el mejor beso que había tenido en mucho tiempo, lleno de pasión y deseo desenfrenado. Lo único que quería era seguir allí, enredada en él, sin importar nada más.