La música estaba alta, el ambiente relajado, y después de las alitas, terminamos en un barcito en el centro. El lugar estaba repleto, pero logramos conseguir una mesa gracias a que Carrascal conocía al dueño. Nos acomodamos, las luces de neón reflejándose en las botellas que había por todo el lugar, mientras la conversación fluía como el licor.Madison y yo estábamos al frente, mientras que Carrascal se sentó a su lado. Richard, como siempre, me quedó cerca, haciendo sus comentarios entre risitas y miraditas. Ya empezábamos a sentirnos más cómodos, y el ambiente de la noche invitaba al coqueteo.
—¿Cómo te sientes después del golazo, Ríos? —le pregunté, dándole un codazo juguetón.
—¿Qué si cómo me siento, mami? —respondió con su acento paisa bien marcado, echando la cabeza pa' un lado y sonriendo de medio lado—. Mejor que nunca, me siento como un campeón. ¿Te gustó o qué?
—Más te vale que me hayas dedicao ese gol, porque si no, aquí se acaba todo —bromeé, pero con tono retador.
—Obvio, ese gol llevaba tu nombre, vos sabés —respondió él, acercándose un poco más, con esa sonrisita que ya conocía muy bien—. Aunque si querés, el próximo lo hago aún mejor, y te lo dedico con abrazo incluido, ¿cómo la ves?
Solté una carcajada, tomando un trago de mi copa.
—¡Ya veremos, pues! No es tan fácil ganarte esos abrazos —dije, dándole una mirada de reojo.
Mientras tanto, Madison y Carrascal estaban en una conversación bien animada. Él, con su acento cartagenero, tenía una labia que no paraba.
—Pero ven acá, ¿y tú por qué tan callada? —le preguntó Carrascal a Madison, dándole una sonrisa traviesa—. Tú sabes que yo no muerdo, ¿no?
Madison lo miró con las cejas levantadas, riéndose.
—¿Ah sí? ¿No muerdes? Porque de ti no sé qué esperar, Carrascal —le respondió, jugando con su cabello.
—Bueno, si no te portas mal, no hay por qué tener miedo —contestó él, guiñándole un ojo—. Aunque no te voy a negar que me gusta cuando las cosas se ponen interesantes.
Madison sonrió, fingiendo desinterés.
—Bueno, entonces a ver qué tan interesante te puedes poner esta noche —le dijo, retándolo con la mirada.
Yo observaba la escena y no pude evitar reírme, pero rápidamente sentí la mano de Richard sobre mi hombro.
—¿Y vos qué? ¿Mirando a los demás en vez de prestarme atención a mí? —dijo él, con un tono que mezclaba celos juguetones y coquetería.
—Ay, no te pongás celoso, hombre —le respondí, dándole una palmadita en la pierna—. Es que tú siempre te llevás toda la atención, es bueno que te veas compartiendo por una vez.
—Ah, pero vos sabés que no me gusta compartir lo mío —me dijo, inclinándose pa' estar más cerca de mi oído—. Y vos, mami, ya sabés quién es el que te hace sonreír esta noche.
Me reí bajito, sintiendo el calor en las mejillas.
—De pronto te gane la competencia, Ríos. Tené cuidado —le respondí, aunque sabía que la sonrisa en mi cara lo decía todo.