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El restaurante ya estaba lleno cuando trajeron las alitas. El olor a BBQ y papas fritas invadió la mesa, y todos se dispusieron a comer como si no hubiera mañana. Estábamos rodeados de risas, bromas y conversaciones cruzadas. Lucho y James no paraban de molestarse entre ellos, mientras Carrascal soltaba uno que otro comentario para calentar el ambiente, pero yo estaba distraída. No podía dejar de notar la cercanía de Richard.

Él cogió la primera alita y, antes de llevársela a la boca, me miró y sonrió.

—¿Querés una? —me preguntó, levantando la alita en el aire.

—No me vas a dar tiempo ni de empezar, ¿o qué? —le respondí, fingiendo indignación.

—¡Ah, es que vos comés lento! Yo pensé que te había dicho que había que estar rápida si me querés alcanzar —se rió, mientras me pasaba la alita con su mano, insistiendo.

Cogí la alita, y justo cuando iba a darle una mordida, me di cuenta de que había salsa en mi nariz.

—¡Ay, no puede ser! —me quejé, mientras me limpiaba con una servilleta.

—Ves, por eso necesitás mi ayuda, mami. A veces sos un poquito desastrosa —me soltó él, con esa sonrisa que empezaba a ser peligrosa para mi tranquilidad.

—¿Desastrosa? ¡Por favor! Al menos no soy yo el que acaba de tirar su Coca-Cola sobre la mesa —respondí, señalando el vaso que él había volcado sin darse cuenta.

Richard bajó la mirada rápido y, al ver el desastre, soltó una carcajada.

—Bueno, bueno. Touché, mami, me ganaste esa —se rindió, alzando las manos en señal de derrota.

Madison, sentada al otro lado, seguía el juego, riéndose de todo.

—Oigan, de verdad que ustedes dos parecen una pareja de viejos —dijo, moviendo la cabeza—. ¡Déjense de indirectas y besos en la frente, por Dios!

Solté una carcajada, pero rápidamente desvié la mirada, tratando de no sonrojarme.

—¡No exagerés, Madison! —respondí, intentando mantener la calma—. Richard está más enfocado en sus alitas que en otra cosa.

Él solo me miró de reojo y sonrió, como si supiera algo que yo no. El ambiente en la mesa seguía siendo ligero, pero por dentro, sentía cómo el aire se iba volviendo más denso cada vez que nuestros ojos se cruzaban.

Después de terminar de comer, decidimos que no había mejor plan que ir a tomar algo en un bar cercano. Estábamos con la energía del partido, así que la idea de alargar la noche sonaba perfecta.

—¿Listos pa' seguirla? —preguntó Lucho, levantándose de la mesa—. Una de guaro , una buena música, y ya.

—¿Vos decís que podés con otra noche como la de antes de ayer? —dije, intentando picarlo—. Ayer te vimos a las ocho de la mañana con cara de muerto.

—¿Y vos creés que vos fuiste un angelito? —saltó James, recordándome lo poco que recordaba de la noche anterior—. Si querés, te hacemos un recuento de todo lo que pasó.

—¡No, no, no, por favor! —respondí, entre risas—. Dejemos que el pasado quede en el pasado.

Nos levantamos de la mesa y, mientras los chicos arreglaban la cuenta, Richard se quedó cerca de mí. Lo sentía cada vez más cerca, tanto que su brazo rozaba el mío de vez en cuando. No lo miraba directamente, pero sabía que estaba observándome, sintiendo la misma tensión que yo.

Al salir del restaurante, la brisa de la noche me despertó un poco más. Richard se acercó y me pasó un brazo por los hombros, como si fuera lo más natural del mundo. Lo miré, sorprendida, pero él solo me sonrió.

—Es pa' que no te me perdás entre la multitud —me explicó con un guiño—. Vos sabés que no me perdonaría perderte de vista.

—Ay, sí, claro. Como si yo fuera a desaparecer entre cinco personas —respondí, con sarcasmo.

—Uno nunca sabe. Vos sos especial, y las cosas especiales a veces se escapan —dijo, sin perder ese tono juguetón.

La caminata hasta el bar fue rápida, pero esa sensación de estar tan cerca de él me tenía en alerta. Algo había cambiado entre nosotros desde anoche, aunque no podía decir exactamente qué era.

Llegamos al bar y entramos todos juntos. La música estaba alta y el ambiente era relajado. El tipo de lugar perfecto para desconectarse de todo. Nos sentamos en una mesa grande, rodeados de luces tenues y el sonido de las risas de los demás. Pero, por alguna razón, sentía que todo estaba más callado cuando Richard me hablaba. Como si el mundo alrededor se apagara.

—¿Y entonces? —me dijo él, inclinándose hacia mí para que pudiera escucharle mejor entre el bullicio—. ¿Ya vas recordando algo de lo de anoche?

Lo miré, levantando una ceja, intrigada.

—¿Me estás diciendo que me perdí algo importante? —pregunté, curiosa.

—No voy a decirte todo —respondió, acercándose un poco más—. Pero si te portás bien, tal vez te cuente un poquito... o te muestre.

Sentí un calor subiéndome por el cuello, pero mantuve mi compostura.

—Mmm, suena a que me querés chantajear —le dije, intentando mantener el control.

—Es que con vos, todo vale la pena —dijo él,
con una sonrisa que no pude evitar devolver.

Como se están enamorando 😭 los amooooo😍

El niñito ese - Richard RiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora