El frío de la mañana aún me hacía temblar un poco, pero no tanto como la sorpresa de despertarme con Richard pegado a mí. Estaba tan cerca que su respiración cálida me hacía cosquillas en el cuello. Lo miré de reojo y ahí estaba, abrazado a mí como si fuéramos uno solo, con una mano firme en mi cintura y la otra debajo de mi cabeza, como si estuviera protegiéndome de todo.
"Bueno, ahora cómo me muevo sin despertarlo", pensé. Lo intenté primero suavemente, pero nada. Al segundo intento, terminé moviéndolo como si fuera una emergencia, lo que hizo que abriera los ojos lentamente, como si lo hubiera sacado de un sueño profundo.
—No me despierte así, mami —dijo con voz ronca, jalándome hacia él otra vez como si fuera un peluche gigante.
Sonreí, divertida, y le respondí:
—Es que usted parece un oso dormilón —logré separarme finalmente, pero él no hizo mucho esfuerzo por soltarme.
Me levanté, agarrando la sábana para cubrirme. Cuando lo hice, dejé a Richard completamente desnudo en la cama, y él rápidamente se tapó con las manos.
—Qué graciosa, Max —dijo, frunciendo el ceño, pero con una sonrisa juguetona.
Reí por lo bajo mientras me escabullía al baño. Me di una ducha rápida, sabiendo que tenía una cita para hacerme las uñas en media hora. Al salir, ya estaba lista: unos shorts anchos, una camisilla fresca, mis Air Force blancas, y un bolso pequeño. Cuando abrí la puerta del baño, Richard ya estaba casi vestido, apenas terminando de abotonarse la camisa, y la cama ya estaba organizada.
—Vea pues, me salió responsable —le dije mientras me cepillaba los dientes.
Richard solo sonrió y terminó de arreglarse. Recogí unas cuantas cosas del cuarto, asegurándome de que todo estuviera en su lugar, y luego bajamos juntos. Al pasar por la cocina, vi a mis papás desayunando. Mi papá, como siempre, aprovechó para decir lo primero que se le ocurrió.
—Buenos días —dijo Richard, un poco nervioso al pasar junto a mí.
—Mijo, ¿no va a desayunar? —preguntó mi papá con una sonrisa que ya conocía muy bien, esa que venía con segundas intenciones.
Mi mamá, que estaba sirviendo café, abrió los ojos como si acabara de ver un fantasma y lo miró con el ceño fruncido.
—Digo, si ya come aquí, también puede comer comida, ¿no? —soltó mi papá, y yo casi escupo de la risa. Richard, por otro lado, se puso pálido.
—Roberto, respete, hágame el favor —le dijo mi mamá, dándole la taza de café con un poco más de fuerza de la necesaria.
Richard tragó saliva, completamente incómodo, y yo decidí salvarlo.
—No se va a quedar —dije rápidamente, empujándolo suavemente para que saliéramos de la casa.
Cuando cruzamos la puerta, me reí al ver la cara de Richard, que era como la de un niño pequeño cuando lo regañan. Se apoyó en su auto y me miró, aún recuperándose del susto.
—Qué pena, ¿no? —le dije entre risas.
—No, no, está bien... tu papá es... ¿siempre es así? —preguntó, todavía algo nervioso.
—Siempre —le respondí, levantando una ceja—. Pero no pasa nada, te vas a acostumbrar.
—¿Te llevo, Max? —me ofreció, cambiando rápidamente de tema mientras señalaba su auto con la cabeza.
—No, Ríos, no tiene que pasar todo el día pegado a mí —le dije, mientras me acercaba para darle un beso rápido en los labios—. Me iré en el carro de mis papás.
Cuando le di el beso, Richard cerró los ojos como un adolescente dando su primer beso, y eso me hizo sonreír aún más. Caminé hacia el auto de mis papás, sintiendo su mirada en mi espalda. Me subí al carro, y cuando pasé por su lado, toqué el claxon para sacarlo de su trance. Lo vi sonreír y sacudir la cabeza, divertido.
Mientras manejaba, decidí llamar a Madison.
—¿Aló, Max? —contestó al segundo tono, su voz medio dormida.
—Te vas a reír cuando te cuente lo que pasó esta mañana —le dije, riendo para mí misma mientras me acordaba de la cara de Richard frente a mi papá.
Madison soltó una risita.
—¿Qué hizo ahora? ¿O fue tu papá? —preguntó, sabiendo bien cómo eran las cosas.
—Mi papá. Deberías haberlo visto... —empecé a contarle mientras el carro avanzaba por las calles, sabiendo que esta conversación iba a ser larga y que Madison se iba a morir de la risa con lo que había pasado.