Después del castigo colectivo y la interminable charla de la directora, el internado volvió lentamente a su rutina habitual. Sin embargo, la fiesta seguía siendo tema de conversación, con rumores y comentarios circulando por todos lados. Entre risas y susurros, los estudiantes compartían detalles, algunos exagerados, otros probablemente inventados. Lo que estaba claro es que esa noche quedaría grabada en la memoria de todos.Por mi parte, seguía con la resaca emocional del caos reciente, pero ya era lunes, y la semana nos obligaba a regresar a nuestras clases y tareas. Me encontraba en el comedor, sentada con Madison, Daniel, Lucho, y Carrascal, cuando la conversación inevitablemente derivó hacia la fiesta.
— Así que, ¿a quién le tocó limpiar los condones del baño? — preguntó Lucho con una risa mal disimulada, mientras untaba mermelada en su tostada.
Madison soltó una carcajada y Daniel le siguió con una sonrisa, aunque trataba de mantenerse serio.
— Eso fue asqueroso — comentó Madison, sacudiendo la cabeza. — Pero sinceramente, ¿qué esperaban? Fue una fiesta salvaje. El internado nunca había visto algo así.
Yo los observaba desde mi silla, aún procesando todo. Sabía que debía sentirme más relajada, pero una parte de mí seguía atrapada en pensamientos sobre Richard, el desastre reciente, y... bueno, todo lo que había pasado. No era fácil simplemente sacarlo de mi cabeza, por más que lo intentara.
— ¿Estás bien, Max? — me preguntó Daniel, con una mirada un poco más seria que las usuales bromas que siempre lanzaba.
— Sí, claro, solo que... todavía me cuesta creer todo lo que pasó — respondí con una sonrisa, tratando de no sonar demasiado afectada.
Madison me lanzó una mirada inquisitiva, pero no dijo nada. En cambio, se inclinó hacia mí y me susurró:
— Esta noche habrá otra junta, solo los del grupo. Sin drama esta vez, lo prometo.
Me reí, aunque por dentro sentía que lo último que necesitaba era otra "junta", que era solo un eufemismo para más caos y probablemente más problemas.
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Después de clases, las horas se deslizaron rápidamente y, tal como Madison había dicho, esa noche planeaban reunirse de nuevo, esta vez en el cuarto de Daniel. Era una especie de tradición que el grupo se juntara a charlar, jugar cartas y, a veces, beber algo ligero. Nada comparado con la fiesta descontrolada de la última vez.
Cuando llegué al cuarto de Daniel, ya estaban todos ahí. La música suave de fondo llenaba el ambiente, y las risas se escuchaban desde el pasillo. Todo parecía mucho más tranquilo.
Me senté al lado de Madison, quien parecía más relajada que de costumbre. Noté cómo de vez en cuando, intercambiaba miradas con Daniel, y me di cuenta de que, definitivamente, algo había cambiado entre ellos. No solo lo que ocurrió en la fiesta, sino cómo se comportaban ahora, con una complicidad nueva que no habíamos visto antes.
Lucho y Carrascal ya estaban enfrascados en una partida de cartas, discutiendo quién hacía trampas y quién era el más habilidoso.
— ¡Lucho siempre se sale con la suya! — gritó Carrascal, lanzando sus cartas sobre la mesa —. No sé cómo, pero siempre gana.
— No es trampa si eres bueno — respondió Lucho con una sonrisa arrogante.
Madison y yo nos reímos, mientras Daniel se acercaba con un par de cervezas en la mano, ofreciéndonos una.
— ¿De verdad vamos a hacer esto otra vez? — pregunté, aunque acepté la cerveza sin pensarlo mucho.
— Esta vez será más civilizado, lo prometo — respondió Daniel con una sonrisa. — Nada de desastres.
— ¿Segura que no quieres cambiar las cartas por un buen shot de tequila, Max? — bromeó Madison, dándome un suave empujón.
Rodé los ojos, pero sabía que no iba a negarme. Aunque estaba agotada por los eventos recientes, una parte de mí realmente quería relajarme y olvidar todo el drama, aunque fuera solo por una noche.
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A medida que la noche avanzaba, las risas se hicieron más fuertes, y las bromas más atrevidas. En algún punto, Madison y Daniel se habían acurrucado en un rincón, y yo no pude evitar sentirme feliz por ellos. Sabía que entre ellos había algo especial, algo que, sinceramente, me alegraba ver florecer.
Sin embargo, el aire estaba cargado con una pequeña tensión que no pude ignorar. No porque me molestara lo que veía entre ellos, sino porque sentía que, en algún lugar, el caos todavía latía debajo de la superficie.
Fue entonces cuando Lucho, un poco más alegre de lo habitual por las cervezas, sacó un tema inesperado.
— Entonces, ¿qué tal todo con Richard, Max? — preguntó de repente, mirándome con curiosidad.
El silencio cayó sobre la habitación. Incluso Madison, quien había estado riéndose por algo que Daniel le había susurrado, se detuvo de golpe.
— No estamos hablando de eso ahora — dije rápidamente, tratando de desviar el tema.
Pero Lucho no parecía dispuesto a dejarlo pasar.
— Vamos, solo digo... parecía que había algo entre ustedes, y luego, boom, todo explotó. ¿Qué fue lo que pasó realmente?
— Richard es un imbécil, ya lo sabemos todos — intervino Carrascal, tratando de aligerar el ambiente.
Pero el tema ya estaba en el aire, y sentí que todas las miradas se posaban en mí. Suspiré, sabiendo que no tenía sentido seguir evadiéndolo.
— No pasó nada. Bueno, pasaron muchas cosas, pero ya está todo dicho. No quiero hablar de él más — respondí, tratando de sonar más firme de lo que me sentía realmente.
Madison me miró con comprensión, pero Daniel seguía observándome en silencio. Sabía que él también tenía algo que decir, pero no quería entrometerse.
— Max, si necesitas hablar, estamos aquí — dijo Madison suavemente.
— Lo sé, y lo agradezco — respondí. — Pero en serio, esta noche quiero olvidarme de todo eso. Vamos a seguir divirtiéndonos, ¿sí?
Madison asintió, pero sabía que el tema no se iría tan fácilmente. Por ahora, al menos, parecía que el grupo estaba dispuesto a respetar mi espacio.
La noche continuó, pero en mi mente, las palabras de Lucho seguían resonando.