Salí del salón de reuniones como si el aire dentro me estuviera asfixiando. No podía creer lo que acababa de pasar, lo que acababa de escuchar. Mi cabeza daba vueltas. Todo se sentía surrealista, como si estuviera en una pesadilla de la que no podía despertar.Caminé rápido hacia el baño del pasillo, empujando la puerta con fuerza. El eco resonó en las paredes, y por un momento, me quedé mirando mi reflejo en el espejo. Mi rostro estaba pálido, las ojeras de la noche anterior aún marcaban debajo de mis ojos, y sentía el maquillaje cayéndose, como si no pudiera soportar el peso de lo que acababa de pasar.
— ¡Maldito Richard! — susurré, golpeando suavemente el lavamanos con la palma de mi mano. Todo lo que había dicho, todas esas palabras vacías, y ahora resulta que se había metido con Patricia.
Respiré hondo, tratando de calmarme. Mi cabeza no paraba de recordarme lo que había escuchado. Las risas de los demás, las miradas, los chismes que ya estaban por todo el colegio. ¿Cómo pudo Richard exponerse así? ¿Y Patricia? ¡Qué desvergonzada!
La puerta del baño se abrió de golpe y Madison entró, buscándome con la mirada. Cuando me vio, su expresión se suavizó.
— ¿Estás bien? — preguntó, acercándose lentamente.
Me miré en el espejo una vez más antes de girarme hacia ella. Sabía que Madison estaba preocupada, pero no quería hablar de lo que sentía. No podía.
— Estoy bien — mentí, cruzándome de brazos y apoyándome contra el lavamanos —. Solo... no puedo creer lo que acaba de pasar.
Madison asintió, obviamente entendiendo más de lo que yo estaba dispuesta a admitir.
— Fue una mierda lo que hicieron — dijo, bajando la voz. — Aunque... debo decir que algo me dice que lo de Patricia no es tan sorprendente. Sabíamos que se traían algo.
— ¡Me da igual lo que se traigan! — exclamé, aunque mi tono me delataba. Me importaba. Y mucho.
Madison me miró con una mezcla de compasión y preocupación. Sabía que no podía engañarla.
— Max... — comenzó, pero la interrumpí.
— No quiero hablar de eso. Quiero olvidarlo, ¿vale? Richard no significa nada para mí, y Patricia menos. Esos dos se merecen el uno al otro.
Madison frunció el ceño, pero no dijo nada más. Sabía que discutir conmigo cuando estaba así solo empeoraría las cosas.
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Pasaron unas horas. Las clases continuaron como si nada hubiera pasado, pero los murmullos y las miradas de los demás estudiantes dejaban claro que el chisme ya había volado por todo el colegio. Intenté concentrarme en mis libros, en mis apuntes, en cualquier cosa que no fuera Richard o Patricia. Pero cada vez que alguien se reía, sentía que me estaban mirando a mí.
Finalmente, el timbre sonó, anunciando el final de las clases del día. Recogí mis cosas rápidamente, queriendo salir de allí antes de cruzarme con alguien que quisiera hablar del tema. Madison me seguía de cerca, pero no decía nada, respetando mi silencio.
Sin embargo, cuando estábamos saliendo del edificio, vi a Richard. Estaba apoyado contra la pared, como si me estuviera esperando. La mirada en su rostro era difícil de descifrar. No se veía arrogante, como de costumbre, sino... confundido. Casi culpable.
Sentí mi cuerpo tensarse al verlo. No quería hablar con él, no después de lo que había pasado.
— Max — dijo, dándose cuenta de que lo había visto. Dio un paso hacia mí, pero yo levanté una mano, deteniéndolo en seco.
— No tienes nada que decirme, Richard. Lo que pasó esta mañana lo dejó bastante claro, ¿no crees?
Él frunció el ceño y pasó una mano por su cabello, visiblemente frustrado.
— No es lo que piensas.
Solté una risa amarga.
— ¡Ay, por favor! ¿Me vas a decir que no eras tú en ese audio? ¿O que no sabías que Patricia lo grabó? ¿Qué esperabas, Richard? ¿Qué pretendías demostrar?
Richard respiró hondo, intentando mantener la calma.
— No quería que esto pasara, Max. Lo que pasó con Patricia fue... un error. No sabía que lo grabó, no tenía idea de que iba a hacer algo así.
— ¿Un error? — repetí, con incredulidad —. ¡Tú siempre tienes una excusa! ¿Sabes qué? No me importa. Haz lo que quieras con quien quieras. Ya no me interesa.
Él dio otro paso hacia mí, su mirada más intensa esta vez.
— ¿De verdad? — preguntó, su tono desafiante —. Porque parecías bastante afectada en el salón esta mañana.
Me mordí el labio, resistiendo el impulso de gritarle. No iba a darle la satisfacción de saber lo que realmente sentía.
— Lo único que me molesta es que hayas sido tan estúpido como para caer en su trampa — dije, con un tono frío —. Pero bueno, tú sabrás con quién te metes, Richard.
Él me miró por un largo momento, como si estuviera intentando descifrar lo que realmente pensaba. Luego asintió, como si hubiera llegado a una conclusión.
— Lo siento, Max. No quería que esto terminara así — dijo finalmente, antes de alejarse.
Me quedé quieta, viendo cómo se alejaba. Sentí un nudo en el estómago, pero no iba a permitir que me afectara más. Richard había tomado su decisión, y yo también.