Al día siguiente, me desperté sintiéndome un poco mejor, aunque el cuerpo todavía me dolía. La fiebre había bajado, pero me sentía débil. El sol entraba a través de las cortinas de la habitación, dándome la bienvenida a una mañana tranquila. Sin embargo, en el internado nunca había verdadera paz. Sabía que apenas saliera de esta habitación, el caos del día me atraparía de nuevo.
Me levanté lentamente, caminando hacia el baño para lavarme la cara. El agua fría me despejó, pero mientras me miraba en el espejo, no podía evitar pensar en la conversación que había tenido con Richard el día anterior. Algo había cambiado en nuestra dinámica, algo que probablemente ya no tendría vuelta atrás. Pero por ahora, necesitaba concentrarme en sentirme mejor y seguir adelante.
Salí del baño y vi que Madison ya había vuelto de clases. Estaba sentada en su cama, con el uniforme aún puesto, enviando mensajes por su teléfono. Al verme, levantó la mirada y sonrió.
—¡Ya estás de pie! —dijo con entusiasmo—. ¿Cómo te sientes?
—Mejor —respondí, sentándome en mi cama—. Aún un poco cansada, pero al menos ya no tengo fiebre.
—Me alegro mucho. Anoche le pedí a Richard que te trajera la pastilla. ¿Te la tomó bien o hubo drama? —preguntó, levantando una ceja, siempre curiosa por los chismes.
Suspiré, dejando caer mi espalda en la cama.
—Sí, me la trajo. Pero por supuesto, hubo drama. Quería que fuéramos amigos... que todo estuviera bien como si nada hubiera pasado.
Madison soltó una risa sarcástica, agitando la cabeza.
—Ese tipo no sabe cuándo rendirse, ¿eh? ¿Qué le dijiste?
—Le dije que no iba a desgastarme evitándolo, pero que tampoco íbamos a ser los mejores amigos. Creo que finalmente lo entendió. O al menos eso espero.
Madison se acercó a mí, sentándose en el borde de la cama y mirándome con una sonrisa comprensiva.
—Hiciste lo correcto, Max. Él no merece más de ti. Es hora de que sigas adelante, sin que ese idiota te afecte más.
—Lo sé, solo que... no es tan fácil como decirlo. Pero lo intentaré.
—Eso es lo que quiero oír —respondió ella con un guiño—. Y para asegurarnos de que no pienses en él ni un segundo más, ¿qué tal si salimos esta tarde? Ya te sientes mejor, así que podríamos ir a dar una vuelta o tomar algo.
Asentí lentamente. La idea de salir me atraía más que quedarme en la habitación pensando en Richard o en cualquier otra cosa que me estuviera agobiando.
—Está bien, pero nada demasiado agotador. Aún me siento un poco débil.
Madison sonrió ampliamente, ya emocionada por la idea.
—¡Perfecto! Entonces terminamos de comer algo y salimos en un rato. Será una tarde relajada, te lo prometo.
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Más tarde, después de haber comido algo ligero en el comedor del internado, Madison y yo salimos a caminar por los alrededores. El aire fresco me ayudó a despejar mi mente, y por un momento, todo se sintió en calma. Caminamos sin rumbo fijo, charlando sobre cualquier cosa que no tuviera que ver con Richard, Patricia o el drama reciente.
Pasamos frente a Lucho y Carrascal, que estaban sentados en una banca cerca del patio principal. Nos hicieron señas para que nos acercáramos, y aunque no estaba segura de si quería socializar, Madison tiró de mi brazo, llevándome hacia ellos.
—¡Max, Madison! —gritó Lucho, con su típico entusiasmo—. ¿Qué tal la fiebre, Max? Me dijeron que estabas en la cama todo el día.
—Ya mejor —respondí con una pequeña sonrisa—. Sólo necesito recuperar energías.
—Menos mal. No queremos que te pierdas el evento de esta noche —dijo Carrascal, lanzándome una mirada traviesa.
Madison frunció el ceño, confundida.
—¿Qué evento? ¿Hay algo que no me haya enterado?
Lucho sonrió, claramente disfrutando del misterio.
—Una pequeña reunión en el ala oeste. Nada muy grande, pero suficiente para olvidarse de los dramas del internado por una noche.
Sentí una punzada en el estómago al pensar en otra fiesta. Después de lo que había pasado la última vez, no estaba segura de querer volver a meterme en ese tipo de ambiente. Pero Madison, como siempre, estaba lista para cualquier excusa para divertirse.
—¿Vas a venir, Max? —preguntó ella, mirándome con esos ojos que siempre me convencían de todo.
Suspiré. Estaba cansada de los dramas, pero también sabía que no podía esconderme para siempre.
—No lo sé... depende de cómo me sienta más tarde.
Lucho asintió, dándome un golpe ligero en el hombro.
—Te entendemos. Pero si decides ir, ya sabes dónde encontrarnos.
Asentí, agradecida de que no me presionaran. Después de charlar un poco más, Madison y yo seguimos caminando, mientras el sol empezaba a ponerse en el horizonte.
—¿Vas a ir? —preguntó ella, después de un rato de silencio.
—No lo sé, Madison. Estoy cansada de todo este drama. No quiero seguir metiéndome en situaciones que me hagan sentir peor.
Ella asintió, comprendiendo.
—Entiendo. Pero también creo que mereces divertirte, aunque sea solo un rato. A veces, la mejor manera de superar algo es dejar de darle tanta importancia.
Sabía que tenía razón, pero algo en mí seguía dudando.