33: Celoso

3.2K 309 29
                                    


Capitulo 33: Celoso

Nikolay Miller. 

La hora de descanso había llegado y cuando había salido, los puestos se encontraba vacío, ya sabía que de seguro todos los trabajadores se encuentren en la cafetería, por la cual me dirigí a la oficina de Ophelia para llevarla a comer algo; Sin embargo, cuando abrí la puerta de su oficina, está se encontraba vacía, sin su presencia. 

—Debe estar en la cafetería. —Susurré para mí mismo, recordando que había hecho una amiga en el trabajo. 

Me dirigí hacia la cafetería, pero con cada paso que daba más claros se escuchaba como si hubiera un alboroto, así que caminé más rápido buscándola con la mirada y efectivamente todas las miradas se encontraban donde ella. 

Fruncí el ceño, al ver ese imbécil de Blaze sentando enfrente de ella mientras sostenía su mano. 

¿Qué carajos? Gruñí por mis adentros, desde cuándo ellos se conocieron, para hacerse tan cercanos. Sin importar cuántas miradas estuvieran enfocadas en ellos, me acerqué intentando de no perder el control para no volarle la cabeza a ese idiota de Blaze en ese mismo instante. 

Ophelia ni siquiera me dejaba tocarla fácilmente, entonces cómo es que un sujeto que apenas ha conocido la ha dejado tomar su mano. 

—¿Qué carajos está pasando? —Hecha la cabeza hacia atrás, aún sentada en la silla, mirándome. Respiré hondo, aun viendo cómo la mano de ese sujeto sigue sobre la de ella, mientras que April ardía de rabia. 

— Ves, Nikolay, ella incluso está coqueteando con mi hermano. — La voz molesta de April se hace presente. 

— Se puede saber qué diablos está pasando. —Musité una segunda vez, apretando mis manos en un puño para no perder el control. 

— Nada. — Es lo único que dice antes de alejar su mano, continuando en lo suyo, dejándome en el segundo plano. 

— Vienes conmigo. — La tomé del brazo sin darle tiempo de hablar arrastrándola conmigo. 

— ¿Qué estás haciendo? — Aun con sus forcejeos durante todo el camino, no la solté y finalmente entro en el lugar más cercano, llegando en el baño de los hombres, cerrando la puerta detrás de mí con una patada. —¿Qué te pasa? — Frunció el ceño. 

La agarré en la cintura y la levanté dejándola sobre el lavamanos. 

— No vuelvas a dejar que ese malnacido te ponga la mano encima. — La besé, aferrándome de sus labios, aunque ella se resista e intenta apartarse, no me alejó mordiendo su labio inferior, recordando cómo es imbécil, tenía su mano puesta en ella. Aprieto su cintura deslizando mis labios hasta su cuello, dejando leves besos en aquel lugar. 

— ¿De qué hablas? —pregunta con la voz entrecortada. 

— Le dejaste tocarte. — Mordí su cuello y puedo sentir cómo se hunden sus uñas en mi espalda. — No quiero que se vuelva a repetir, Ophelia. — Me alejo mirándola, mientras toca el lugar donde mis labios acaban de morderla.

— Estás loco. — Me mira molesta. — Me acabas de morder, maldito perro rabioso.

— No me hagas ser de verdad un perro rabioso, Ophelia. Ahora explícame, por qué ese tipo te está tocando, porque diablos le dejaste hacerlo, incluso a mí no me dejaste tocarte tan fácilmente. 

— Eso no te incumbe. — Su respuesta me hizo enojar más. — ¿Qué te importa, porque deberías estar dándote explicaciones? — Bramó molesta, sin captar las conciencias que podrían traer sus palabras. 

Hundo mi rostro en su cuello, pasando mi lengua por el lugar que le acabo de morder, mientras que ella se estremece en mis brazos, subo mi boca hasta su cuello y clavo mis dientes en ese lugar, se aferra a mi espalda con fuerza temblando. 

— ¿Eres un maldito perro, acaso? — Musita débilmente. 

— Respóndeme o te dejaré más marcas en ese bonito cuello para que ese imbécil sepa que tienes dueño. — Bramó molestó, mirándola fijamente, mientras que ella entrecierra los ojos. 

— April. 

—¿Qué tiene que ver esa perra aquí? — No entendía por qué de repente le salía el nombre de esa maldita mujer. 

— Ella fue la causante de lo que pasó anoche. — Me alejé mirándola. — Ella misma me lo dijo, no quería reaccionar tan violenta enfrente de tantas personas y mi mejor opción fue provocarla con su hermano. — Se mordió el labio inferior mirándome. 

— ¿Te duele? — Miré las mordidas en su cuello y asiente.

— Eres un maldito perro, ya me has mordido muchas veces. — Aleja mi mano de un manotazo cuando intenté tocarla. 

— Haré que ella pague, así que no quiero que esté cerca de él. 

— ¿Qué? 

— Aléjate de Blaze, no te quiero cerca de él, no lo mires, no le hables. Ignora su existencia por completo o no sé de qué seré capaz si los veo cerca. — La fulminó con la mirada. — No vuelvas a dejar que te toque un solo pelo. — Sin embargo, me empuja con fuerza en el hombro. 

— ¿Quién te crees que eres para decirme eso? Acaso lo olvidas, había dejado muy claro que no te metiera en mis asuntos y yo haré lo mismo, haré que esa maldita de April pague por lo que quiso hacerme con mis propias manos. Y tú. — Me señala con el dedo índice. — No necesito que me esté diciendo con quién juntarme y quién no, no lo olvides, Nikolay, nosotros dos no somos nada, no tienes ese derecho. 

Apriete los puños, porque ella tenía razón, pero a pesar de saber que lo tenía, no fue capaz de retroceder. 

— No… — La acorraló dejándola en medio de mis brazos. — No te quiero cerca de él y es la última vez que lo diré. — Me mira furiosa, sin embargo, la sostengo la mirada, parecía una mirada de guerra, que si una apartara la mirada sería el perdedor, pero ninguno de los dos quería ser el perdedor. 

— ¿Quién crees que eres? — ruge como toda una fierra sin apartar la mirada, ella no estaba dispuesta a perder en esa guerra que estaba desatando entre nosotros dos. 

— Tu futuro esposo. — Me mira de golpe. 

— El de Evelyn, no el mío, así que ahórratelo. —Intenta empujarme, sin embargo, no me muevo. 

— Lo veremos. 

— ¿Qué?

—Tu cuello. — Mis ojos se desviaron en su cuello y pude escuchar una risita de su parte, ella había ganado esa guerra. Toqué su cuello donde estaban las marcas de mi diente que le había dejado. Había procurado no profundizar mi diente de su piel sensible, pero aun así las marcas eran notables. — Eres muy sensible. 

— ¿Qué esperabas? Tengo un perro rabioso cerca. — Me fulmina con la mirada.

— Tu perro rabioso, princesa. — Lamí las mordidas. — Solo tuyo. — La tomé de la cintura, hundiendo mi rostro en su cuello. 

Solo pude escuchar un suspiro de su ante mis palabras y, conociendo a Ophelia, nunca se quedaría callada por ningún motivo, así que algo debía estar en su mente. 

En Los Brazos De La Bestia [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora