05: Acepto

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Capitulo 05: Acepto

Ophelia Cappellari 

Me remuevo en la cama por el rayo de luz en mi rostro, abriendo los ojos poco a poco. 

Me doy vuelta mirando el techo, anoche extrañadamente pude dormir tranquila sin tantas pesadillas como costumbre, por primera vez dormí bien. 

— Señorita ha despertado. — Miro hacia la puerta donde entra Agata. 

— Buenos días. — Me siento en la cama echando mi cabello hacia atrás. 

— Buenos días. — Sonríe amablemente. — He venido ayudarte a prepararte. 

— Gracias, pero no es necesario. — Sonrió lo más amablemente posible, no es que quiera ser grosera, simplemente es incómodo tener alguien que te ayude a vestir cuando durante toda mi vida lo he hecho sola. 

— Olvidas lo que te dije. — Volteo mirar hacia la puerta, para ver ese hombre apoyado en el marco de la puerta. — No estás en posición de rechazar nada aquí. 

— Eso significa que aunque no quiero ayuda para vestirme, tendré que aceptar. — Asiente sonriente y Aprieto los dientes. — De acuerdo. — Asentí. — No me negaré. — Me levanto de la cama poniéndome de pie, mientras que la señora me acompaña al baño. 

Incómodamente, tuve que desvestirme y entrar en la bañera abrazando mis piernas, mientras que ella pasaba la toalla en mi espalda. 

— Tiene muchas cicatrices. — Se quedó callada por un momento. — ¿Puedo preguntar cómo las hizo? — A pesar de su pregunta, no respondo, simplemente no quiero recordar. — De acuerdo, no importa. — Ríe levemente. — A decir verdad, usted es muy parecida a la señorita Evelyn. — La miro sobre el hombro sorprendida.

— ¿Conociste a Evelyn? 

— Por supuesto. — Sonríe amablemente. — Quién en esa mansión no la conoce. 

— A decir verdad, usted es muy parecida a ella y, cuando la vi por primera vez de verdad, pensé que ella, pero sé que usted no es ella. 

— Al parecer todos aquí, piensan que soy ella. — bajó la mirada, mirando al agua. 

— Es lo que hizo el señor. 

— Ya veo. — Sonrió amargamente, al final. Aquí para todos era Evelyn y no Ophelia aquí no existo. En esa mansión había tomado el lugar de Evelyn tal como lo dijo él. 

— Pero sé que usted no es ella. — Sonríe suavemente, es bueno saber que habrá alguien, al menos que sepa quién soy. 

Finalmente, pude salir de la bañera con una toalla enrollada en el cuerpo, secando mi cabello con otra toalla que tenía en la mano; sin embargo, me detengo en seco al verlo a él, ahí sentado como si nada en la cama. 

— Tardaste mucho. — Es lo primero que dice al mirarme y retrocedo desviando la mirada. 

— Pensé que te habías ido.  — Realmente pensé que se había ido desde el momento que entré en el baño, pero no esperaba encontrarlo justo aquí en la cama.

— Como irme si todavía no he recibido tu respuesta. — Lo miré confundido. — No me digas que olvidas lo que hablamos anoche. — Se levanta parándose. 

Entonces recuerdo, todo lo que hablamos anoche, él me había dado hasta hoy para pensarlo y, a pesar de que llegó el momento para darle respuesta, todavía no tengo la respuesta clara si soy aceptar esa alianza o no. A decir verdad, suena muy convincente, pero algo me detiene. 

— Dame más tiempo de pensarlo. — Apenas digo aquello da un paso acercándose. 

— ¿Quieres seguir pensándolo? — Cuestiona levantando las cejas y asiento y él no duda en reír sarcásticamente. — ¿Crees que tengo todo el puto tiempo del mundo para esperar tu maldita respuesta? — Mi cuerpo se tensa cuando se acerca cada vez a mí. 

— Solo… Solo tengo que pensarlo un poco más. — Siseó en un hilo de voz retrocediendo cada vez se acerca 

— ¿Qué diablos tienes que pensar más? — ruge furioso. — Ambos saldremos ganando. Tú conseguirás lo que quieres y yo lo que quiero. 

— Señorita. — Volteo al escuchar la voz de la señora Agata tras mío. — Oh, señor. 

— Tengo que hablar con ella. — Ella camina hacia la puerta y antes de salir me mira una última vez, cerrando la puerta tras salir de la habitación, dejándonos solos. 

— Ya que todavía quieres seguir pensado, hay algo más que voy a agregar. — Me mira por unos segundos y me cubro el cuerpo con las manos, aun con la toalla es incómodo, está así enfrente de él. 

— ¿Qué más vas a agregar? — preguntó esperando. 

— También, tendrás que ser mi secretaria. — Dice como si nada clavando sus iris en los míos y aunque trato de sostenerle la mirada es casi imposible.

— Que. — Lo miré estupefacta. — ¿Secretaria? — Asiente. — ¿Por qué? 

— ¿Por qué crees tú? — Me quedo callada sin ser capaz de abrir la boca. — Entonces seguirás pensando, o me darás la respuesta que quiero ya. — Me deja acorralada en la pared.

Respiró hondo, sin saber qué decir. Por su mirada es obvio que está esperando aquella respuesta, y sé que también que bajo ningún concepto puedo rechazarlo, lo dice claramente en sus ojos. 

— Aceptó. — Me mira sorprendido, como si no estuviera esperando esas palabras. — Pero hay que dejar las cosas claras y quiero poner reglas tanto como tú lo pones. — Lo empujó por el hombro, alejándolo.

— ¿Reglas? — Me sigue con la mirada y me siento en la cama cruzando las piernas. — Primero que todo, seremos prácticamente socios, ayudándose mutuamente, por lo tanto, tú. Bajo ningún concepto, no tienes derecho de tocarme. 

— ¿Tocarte? ¿Acaso no te dije? 

— Olvidaste que me besaste a la fuerza ayer. — Lo interrumpo para hacerle recordar lo que pasó ayer en esa cena. — Las reglas serán simples. Regla número uno: tú no puedes tocarme ni menos besarme. Regla número dos, no tienes permitido hacerme daño ni siquiera pensar en matarme. 

— Crees que querría matarte. 

— Más de dos veces que me tomaste del cuello. —Levanté la cabeza, dejando mi cuello a la vista. —Ves, esas marcas, ¿no?, son de tus manos. Y, por último y más importante, me darás libertad en ese tiempo en que estaremos cooperando, no tendrás derecho de meterte en mi vida ni menos en lo que hago. Tendré mi libertad a como de lugar, no seré tu prisionera que sigue tus órdenes. 

— ¿Entonces? ¿Que pasará si no acepto esas reglas? — Se acerca quedándose enfrente mío, con su sonrisa de arrogante de siempre. 

— Entonces no habrá alianza. —Levantó la mirada, mirándolo fijamente.

— ¿Crees que puedes amenazarme con eso? 

— No estás en posición de negarte. —Dije aquellas mismas palabras que me ha dicho más de dos veces. — No estás en posición de negarte a mis reglas— Clavo mis ojos en los suyos, sin importar sentirme como si sus ojos fueran llamas azules y me estuvieran envolviendo. 

— Lo admito, eres más valiente de lo que pensaba. — Su mano se acerca a mi rostro; sin embargo, lo detengo.

— Si me tocas un solo pelo, considera que rechazo esa alianza. — Me mira por unos segundos y se podría decir que está controlando su furia para no explotar, sus ojos no mienten: Sin duda está furioso. 

Sonrió de lado al ver cómo bajaba la mano lentamente, esta vez era yo quien tenía el poder y, aunque no sería por mucho tiempo, voy a aprovechar cada segundo.

En Los Brazos De La Bestia [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora