Capítulo 01 | El viaje a Italia
Ophelia Cappellari
Ser usada como un juguete durante 3 años de mi vida ha sido como si estuviera viviendo en el mismo infierno; todos los días tenía que soportarlo una y otra vez, rezando que al día siguiente esa tortura terminara, pero no.
Nunca terminó a pesar de que rogué y supliqué que alguien, cualquier persona que sea, me salvará. Nadie me escuchó, nadie me ayudó.
Había pasado tres años de mi vida en el mismo bucle e infierno.
Hasta que finalmente vi la luz del túnel, pero llegó y él apagó esa luz que había estado buscando por años.
— ¿Por qué decidiste venir conmigo? — preguntó limpiando su labio roto, mirando la ventana. Suspirando, ni yo sé por qué decidí venir con él, pero sí de algo de lo que estoy segura de que es él, es el clave para descubrir la muerte de mi familia.
— No quiero ser una carga para Khristeen ni para su esposo. — Mentí, aunque claramente no me creyó, tampoco me interesará que me creerá después de todo, desde el principio me había forzado en venir con él.
Se quedó mirándome sin decir ninguna palabra, algo que me hizo sentir incómoda. Sentir que sus ojos escanearan por completo mi cuerpo, me dio un escalofrío por toda la columna vertebral.
Mis ojos siguen su mano, la cual se acerca a mi rostro. Cierre los ojos con fuerza, apretando el asiento del auto. Había decidido venir con ese hombre sin siquiera saber nada de él.
— Realmente no puedo creer que te parezcas tanto a ella. —murmuró y sus dedos hicieron contacto con mi mejilla. — El mismo color de cabello. — Su mano acaricia el mechón de mi cabello, y siguió deslizando hasta mis labios, y sus dedos me acariciaron por ahí.
— No… No me toques. — Siseó retrocediendo, entrecerrando los ojos. — No quiero que me vuelvas a tocar. — Murmuró alejándome. Baja su mano y mira afuera atreves de la ventana del auto, respirando frustradamente.
— ¿Cuál es tu nombre? — Cuestiona sin mirarme.
— Ophelia, me llamo Ophelia.
— ¿Ophelia? — Asiento mirando el camino donde nos dirigimos. — ¿Y tu apellido?
— Cappellari. — Respondo tranquilamente, segura de por qué me lo ha preguntado, solo quería saber si tenía algo que ver con Evelyn. Nuestro parecido era algo que muchas veces nos confundía. Las únicas personas que sabían diferenciarnos fueron nuestros padres.
— Lo suponía. — Ríe levemente. — Realmente eres su hermana menor.
—Es mayor solo por unos minutos — Interrumpo— ¿Dónde me llevas? — preguntó curiosa mirando el camino.
— A Italia. — Lo miro sorprendida. — ¿Saldremos del país?
— ¿Qué? — Me mira. — ¿No lo esperabas? Si decidiste venir conmigo en primer lugar, deberías acostumbrarte.
— Ya veo. — Me apoyé en el asiento. — ¿Qué planeas? Planeas usarme como reemplazo de Evelyn. — Desde un principio, era quien quería obligarme a venir con él, y no creo que lo haya hecho solo porque sí, lo hizo solo porque me parezco a Evelyn, es más lógico que solo quería usarme ahora que ella ya no está.
—Hablaremos de eso luego. — Dicho eso no dice nada más, esperando que el auto llega a su destino.
Ahora que he decidido ir con él, debo esperar lo peor. Todavía no sé nada de ese hombre, pero hay algo que tengo claro: no puedo confiar en él. No me da nada de confianza, todavía no me ha dicho el propósito de traerme aquí, y aunque ya me estoy haciendo una idea del porqué, espero estar equivocada, porque no quisiera ser el reemplazo de nadie ni menos de mi hermana.
Tal como esperaba en el aeropuerto, ya tenía su avión privado esperándolo
— Vas a subir. — Sus ojos se clavan en los míos y me estremezco dudando si subir en ese avión, mi conciencia me grita que no suba, pero mi mente me grita otra cosa completamente diferente.
— ¿Y si no quiero subir? — Ante mi palabra se acerca, quedándose frente mío, viendo sus ojos a través del lente que lleva. Trago seco, es más enorme de lo que pensaba, mi altura no se compara con la suya y eso de alguna manera es intimidante y sé perfectamente que lo sabe.
— Creo que hasta ahora no te lo he dicho. — Se inclina hacia mi rostro. — Aquí no tienes opción, ni menos la opción de negarte a algo que ordenó. ¿Entiendes? — Sisea en un hilo de voz en mi oído, pero no respondo, simplemente me quedo ahí congelada.
Se alejó quitándose los lentes sin dejar de mirarme fijamente, y por fin pude respirar tranquila; sin embargo, me tomó por sorpresa en la cintura, poniéndome de puntillas. El acto fue con tanta brusquedad que hizo que mi corazón diera un brinco de susto. Abrí los ojos de golpe cuando sus dientes hacen contacto con mi hombro sobre la tela.
Sus dientes hicieron contacto con mi piel, para luego recorrer su lengua por el mismo lugar, causando que todo mi cuerpo se estremezca.
— ¿Entiendes? — Vuelve a preguntar al no recibir ninguna respuesta, haciéndome sentir pequeña entre sus brazos.
— Sí… — dije en un murmullo como una niña pequeña. — Entiendo — Aprieto su ropa jadeando.
Finalmente, se alejó y se hizo un lado esperando que suba al avión e hice lo que tanto quería, tocándome el hombro, el mismo lugar que acaba de morderme. Afortunadamente, la mordida no fue profunda y solo me apretó levemente los dientes en mi hombro.
«Maldito bastardo»
Maldije en mis adentros, sentándome, esperando que simplemente se sienta en otro lugar y que no se me acerque, pero fue todo lo contrario. Se acercó y se sentó en el otro asiento a mi lado.
Volteo hacia mí y sus ojos viajan hasta mi hombro para luego mirar al frente.
— Espero que tengas mis palabras, claras.
Tengo unas tremendas ganas de mandarle al diablo, pero mi cuerpo me obliga a reprimir aquellas palabras y solo me callo esperando que ese viaje no sea largo.
Me pongo el cinturón de seguridad, apoyándome en el asiento, cerrando los ojos. Estoy demasiado cansada para lidiar con ese hombre en este momento, pero en otro momento le haré pagar esa marca que me dejó en el hombro.
Sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida. Hace día que no había podido dormir por pesadillas, pesadillas en cuáles todas mis miserias se repetían hay veces que me obligaba a mantenerme despierta leyendo los libros de Khristeen solo para no tener esas pesadillas horribles, no quería recordarlos, porque hasta a mí me daban asco ya sea en ese lugar donde Eliza o con ese cerdo. No quería recordar de eso.
“¿Quién te dio el derecho de tocar el piano?”, pregunta la mujer, haciendo que todo mi cuerpo temblar de miedo.
“Lo siento, solo pensé que”.
“¿Pensaste qué?”
Me interrumpe enfurecida, haciendo que todas las miradas se dirigieran hacia nosotros. “Tu único deber aquí es abrir las piernas a tus clientes, Ophelia”. Fue lo último que dijo antes de dejar la enorme tapa del piano caer sobre mis manos y no contenta con eso, usó su fuerza intentando cerrarlo aún con mis manos adentro.
Las lágrimas deslizan hasta mi mejilla, obligándome a llorar, no mostrarle mi debilidad.
“Quiero que te quede claro, Ophelia, no estás aquí para tocar el piano, solo sirves para abrir las piernas, no eres más que una prostituta”.
Abrí los ojos de golpe, respirando agitada, con mi corazón latiendo a mil.
«Otro maldito pesadilla»
Todos tenemos un monstruo en nuestras pesadillas, pero en el caso mío, Eliza siempre ha sido el monstruo de mis las mías y hasta ahora sigue siéndolo.
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Primer capítulo
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En Los Brazos De La Bestia [+18]
RomanceTras ser vendida. Ophelia ha vivido un infierno durante años; Sin embargo tras ser sacada en ese infierno finalmente pudo encontrarse con su amiga, cuando pensó que las cosas no podrían ser mejor, apareció ese hombre para arrebatarle todo en solo un...