Los días que siguieron a la competencia fueron más aburridos que ver cómo el vino se avinagra. Entre bailes interminables y juegos que, francamente, solo servían para hacer alarde de las habilidades de gente que ya tenía demasiada autoestima, apenas podía mantenerme despierta. La realidad era que todo ese teatro no me interesaba lo más mínimo, y ahora, días después, estaba recluida en mi habitación, bordando... como si eso fuera lo que una princesa destinada a la grandeza debería estar haciendo.
Bordar, por los dioses. ¿Quién fue el genio que decidió que esto era una forma digna de pasar el tiempo? Miré mi tela, donde unas cuantas flores mal formadas empezaban a tomar forma. Qué gran metáfora de mi vida: algo bonito arruinado por la fuerza.
Suspiré profundamente, hundiendo la aguja en la tela con más fuerza de la necesaria. El hilo rojo oscuro se deslizaba con facilidad, pero mi mente no dejaba de dar vueltas alrededor de un tema que me había estado atormentando desde hacía días: el heredero.
El bendito heredero.
No es que no me hubiera cruzado por la cabeza antes, pero la idea de un niño, mi niño, me daba escalofríos. Los niños eran... molestos. Ruidosos, pegajosos, y con la manía de hacer preguntas absurdas. No era de extrañar que evitara a los hijos de Helaena siempre que podía. Esos niños, con sus ojos grandes y sus risitas nerviosas, siempre parecían estar al borde de pedir algo, como si supieran que odiaba interactuar con ellos y además, siempre con sus gritos horribles, como si fueran de un cerdo muriendo.
Pero... me detuve un segundo, mirando la aguja entre mis dedos.
Un hijo significaría una cosa: libertad. Si cumplía con mi "deber" y traía un heredero al mundo, entonces habré hecho lo que todos esperaban de mí. Después de eso, Jacaerys ya no tendría ningún control sobre mí. Me habría deshecho de él, de este matrimonio, de la expectativa. Y quizás, solo quizás, podría ser libre. Libre de tener que soportar sus miradas frías y su actitud insufrible.
-Quizás no sea tan mala idea después de todo. -murmuré en voz alta, dejando caer la tela sobre mi regazo.
Un niño y ya estaría libre de todo.
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𝑩𝑳𝑶𝑶𝑫 𝑨𝑵𝑫 𝑨𝑺𝑯𝑬𝑺- 𝑱𝒂𝒄𝒂𝒆𝒓𝒚𝒔 𝑽𝒆𝒍𝒂𝒓𝒚𝒐𝒏
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