El salón estaba lleno de vida, con las largas mesas de madera rebosando de comida y vino. Las risas resonaban por las paredes de piedra, mientras los lores de las casas más importantes intercambiaban palabras y brindis. Algunas parejas danzaban al ritmo de la música, moviéndose con elegancia bajo la luz tenue de los candelabros que colgaban sobre nuestras cabezas. El ambiente estaba cargado de festejo, de alegría. Pero no para mí.
Sentada al lado de Jacaerys, apenas podía disimular la incomodidad que me provocaba su cercanía. Nos habíamos mantenido en silencio durante toda la cena, cada uno inmerso en su propio malestar. Podía sentir su presencia, su respiración calmada y su expresión impasible, pero no tenía intención de hablarle. De vez en cuando, sus ojos se desviaban hacia mí, pero no hacíamos contacto visual. Era como si estuviéramos en mundos completamente distintos, aun cuando compartíamos la misma mesa, la misma vida.
El aroma del asado y el vino flotaba en el aire, pero nada de eso me hacía disfrutar la velada. Estaba a punto de sumergirme más en mis pensamientos cuando vi a Rhaenyra acercarse a nosotros con esa determinación suave que la caracterizaba. Su vestido carmesí ondeaba detrás de ella, y cuando llegó a nuestra mesa, se inclinó ligeramente hacia nosotros, con una expresión divertida pero burlona.
—Quiten esas caras —dijo en voz baja, pero con la suficiente autoridad para que ambos la escucháramos claramente—. Todos aquí piensan que están casados por amor. No arruinen este momento.
Soltó una risa ligera y, sin esperar respuesta, se alejó, dejándonos aún más incómodos de lo que ya estábamos. Me enderecé en mi silla, intentando recobrar la compostura, aunque las palabras de Rhaenyra todavía resonaban en mi mente. "Casados por amor". Qué absurdo. Pero más absurdo aún era el hecho de que tuviéramos que seguir con esta farsa frente a todos.
Jacaerys, como si de repente se sintiera obligado a hacer algo, rompió el silencio con su tono frío y distante.
—¿Bailamos?
Levanté la vista hacia él, suspiré con resignación y, sin muchas ganas, asentí. No tenía otra opción. Tomé su mano con desgana, y ambos nos levantamos, caminando hacia el centro del salón, donde las parejas bailaban. Al menos, todos estarían demasiado ocupados en sus propios asuntos para notar la frialdad entre nosotros.
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𝑩𝑳𝑶𝑶𝑫 𝑨𝑵𝑫 𝑨𝑺𝑯𝑬𝑺- 𝑱𝒂𝒄𝒂𝒆𝒓𝒚𝒔 𝑽𝒆𝒍𝒂𝒓𝒚𝒐𝒏
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