☰ROUND 28☰

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☰Kim Nayoung☰


Después de la breve charla con Jungkook, me dirigí de nuevo a la oficina, aunque mis pensamientos aún seguían en nuestra conversación. Aun así, intenté enfocarme en la montaña de trabajo que me esperaba, pero justo en ese momento una llamada de Jimin iluminó la pantalla de mi teléfono, arrancándome de cualquier intento de concentración. Mi corazón dio un vuelco de fastidio y resignación. ¿Qué querrá ahora?, pensé mientras respiraba hondo para no perder la calma. Finalmente, deslicé el dedo para contestar y traté de sonar lo más dulce posible.

—Hola, mi amor —dije con una sonrisa fingida, que intenté transmitir a través de mi voz mientras volvía a caminar en dirección a la empresa.

—Cielo, necesito que me hagas la maleta. Debo viajar a Seúl por negocios esta noche —anunció sin titubeos. Mis dientes se apretaron al escuchar esa palabra, "negocios". Sí, claro, por negocios, me repetí en silencio con un tono sarcástico. Sabía perfectamente que ese viaje no tenía nada que ver con trabajo, sino con la mujer con la que llevaba viéndose a escondidas. La rabia se agolpó en mi garganta, pero la tragué de vuelta.

—Está bien, cariño. La tendré lista para cuando llegues —le respondí, obligándome a mantener un tono sereno, mientras mis dedos se crispaban en el asa de mi bolso.

—Gracias, eres la mejor esposa. Te amo —dijo apresuradamente antes de colgar, sin siquiera darme tiempo a responderle. Me quedé mirando la pantalla del teléfono como si quisiera atravesarla con la mirada.

—Imbécil... —murmuré entre dientes, apretando los puños con fuerza. Te amo, había dicho, y luego simplemente había colgado. ¿Te amo? ¿De verdad?, me pregunté con ironía. Era como si esas palabras no significaran nada para él, como si fueran solo una formalidad vacía que debía cumplir. Sentí una punzada de dolor en el pecho, pero no era tristeza; era una ira que crecía cada vez más, como un fuego que no podía apagar.

Guardé el celular en mi bolso con movimientos bruscos y aceleré el paso hacia la empresa. Necesitaba terminar el día de trabajo lo más pronto posible, para poder ir a casa y hacer esa maldita maleta. Durante toda la jornada, mi mente estuvo dividida entre los informes y los pensamientos de Jimin. Una parte de mí quería enfrentarle, gritarle en la cara lo patético que era, pero otra parte sabía que debía esperar. Todo a su tiempo, me repetí como un mantra, tratando de calmarme.

Cuando mi jornada laboral terminó, salí rápidamente de la oficina y conduje hasta casa. Entré al dormitorio y miré a mi alrededor, cada rincón me recordaba la farsa en la que vivía. Caminé hasta el armario y empecé a sacar su ropa. Cada prenda que colocaba en la maleta era como una puñalada más en mi orgullo. ¿Cómo he llegado a esto?, me pregunté, sintiendo una mezcla de rabia y desolación. A pesar de todo, me obligué a terminar la tarea, cerrando la maleta con un golpe fuerte que resonó en la habitación.

Me quedé mirando la maleta como si fuera el símbolo de toda la miseria que estaba soportando. La rabia bullía dentro de mí como un hervidero, y sin pensarlo, le di una patada. El dolor punzante en mi pie me hizo soltar un grito ahogado.

—¡Ahs! —me quejé, llevándome una mano al tobillo—. ¡Estúpida maleta! —bufé con frustración, dándome cuenta de lo absurdo de la situación. Pero nada podía calmar el fuego que ardía en mi interior. Justo en ese momento, escuché la puerta principal abrirse y cerrarse. Jimin había llegado.

Respiré hondo, obligándome a recuperar la compostura. Debía mantener las apariencias, así que esbocé la mejor sonrisa falsa que pude y bajé a recibirlo. Subimos juntos a la habitación, y lo recibí con un beso y un abrazo. Él me devolvió el gesto, pero de manera mecánica, casi como si fuera una rutina, algo que hacía por obligación y no por verdadero afecto. Sentí cómo la rabia volvía a subir por mi garganta.

GOLDEN JWAE - JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora