☰ROUND 38☰

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☰ Jeon Jungkook ☰


El saco de arena crujía bajo cada uno de mis golpes, pero no era suficiente. No había alivio, no había paz en mis movimientos. Mi respiración se volvía más pesada, mis nudillos estaban enrojecidos y adoloridos, pero nada podía apaciguar la tormenta que rugía dentro de mí. Llevaba horas en el gimnasio, y el eco de mis puños golpeando el saco resonaba en la soledad de la habitación, pero lo único que escuchaba en mi mente era su voz. La voz de Nayoung y la risa de Park al otro lado de la línea. Ese maldito.

Escuchar que ya estaba allí con ella fue como una puñalada directa al pecho. Un golpe certero que me hizo perder el control de mi propio cuerpo. Los pensamientos me asfixiaban, imaginando cada uno de sus movimientos, cada toque que él le diera. ¿Cómo podía estar tan tranquilo, sabiendo que ese infeliz estaba con ella?

Golpeé con más fuerza, el dolor físico era lo único que me mantenía en el presente. La idea de que él la tocaría... que esos labios que yo había saboreado, esos labios que me hacían perder la razón, ahora se unirían a los suyos... me estaba matando por dentro. Ese imbécil no merecía ni siquiera mirarla. No tenía derecho de volver a tocarla, de acercarse, de respirar el mismo aire que ella. Ya no.

Ella ya no le pertenecía. Lo que él no entendía era que había perdido su oportunidad. Ella era mía. Mi mente lo repetía como un mantra, casi como si intentar convencerme a mí mismo sirviera de algo. Como si mis deseos fueran suficientes para cambiar lo que estaba ocurriendo en este mismo instante. Mía.

Aceleré el ritmo, golpeando el saco con más rabia. Sentía los músculos tensarse y arder, pero la necesidad de golpear algo, de liberar mi frustración, no disminuía. No podía soportar la idea de que él la tuviera entre sus brazos. Que esos malditos dedos rozaran su piel. Cada golpe era una imagen mental que quería borrar de mi cabeza. Mi sangre hervía solo de imaginarlo.

Park Jimin no tenía derecho. No después de todo lo que ella había sufrido por su culpa. No después de haberla hecho llorar, de haberla destrozado. Él la perdió, y ahora... Ahora, yo la tenía. Yo la había ganado. La rabia me cegaba, y no me importaba lo que tuviera que hacer para arrancarla de él definitivamente.

Mis puños impactaron una vez más, con la fuerza suficiente para hacer tambalear el saco. Mis nudillos dolían, pero era un dolor bienvenido. Porque nada dolía más que la idea de que ella podría estar... con él.

Di una patada al saco, dándole el último golpe, y mi respiración estaba acelerada, casi como si mi corazón estuviera a punto de salirse de mi pecho. El sudor corría por mi frente y empapaba mi camiseta, cada gota simbolizaba un poco de la frustración y el dolor que había estado acumulando. Miraba el saco tambalear, imaginando que algún día ese saco sería Park. Cada golpe era una liberación, pero también un recordatorio de lo impotente que me sentía en esta situación.

La rabia y la frustración se acumulaban en mi interior, como una olla a presión lista para estallar, cuando de repente, una voz a mi lado me sacó de esos pensamientos oscuros.

—Eres muy bueno —comentó alguien que parecía ser un entrenador. Me volví hacia él, notando que no me había dado cuenta de su presencia hasta ese momento, casi como si hubiera estado allí observando mi pelea interna.

—Mucho gusto, soy Seo Chang-bin —dijo, extendiendo su mano con una sonrisa amable. La tomé, devolviendo el saludo con un leve asentimiento, sintiendo que el contacto humano me traía de vuelta a la realidad.

GOLDEN JWAE - JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora