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—¿Y a dónde dices que van a ir? —preguntó el rubio con desdén, observando cómo su prometida empacaba su maleta con lo necesario para su viaje.

—A The Napa Valley, está en California. Será algo tranquilo con las chicas, no te preocupes —respondió ella en un tono relajado, tratando de transmitirle a su prometido que todo estaría bien, aunque la realidad era otra.

—¿O acaso desconfías de mí? —añadió ella, mientras lo miraba con una ceja levantada.

—No, cariño, de ti no desconfío. Lo que me preocupa es que vas con tus amiguitas —dijo él, con un tono de desdén evidente. No era nuevo que a su prometido no le agradaran las amigas de su prometida, ya que, según él, no tenían la madurez que ella poseía. Temía que su comportamiento despreocupado pudiera influir en Nayoung y llevarla a hacer cosas de las que después se arrepentiría.

—Ya te he dicho que será algo tranquilo. Sabes bien que no me gusta tomar ni hacer esas cosas.

—Si tan solo tus amigas tuvieran tu misma madurez —dijo él, con un suspiro exasperado.

—Lo son, amor. Ellas ya son adultas y sé que se comportarán bien. No hay motivo para que te preocupes —dijo ella, mientras acariciaba el rostro de él con ternura. Se acercaron para darse un beso, pero justo en ese momento, desde afuera de lo que pronto sería su casa de casados, una voz a través de un megáfono interrumpió el momento.

—¡Llamando a Nana, tierra llamando a Nana! —decía la voz de una de las amigas de Nayoung, con un tono divertido y lleno de urgencia. Esto hizo que Jimin, su prometido, rodara los ojos con desdén.

—Ya creo que debes irte, Nana —imitó él la voz de su amiga con un tono sarcástico. Nayoung, visiblemente avergonzada, soltó una leve risa y tomó su maleta ya lista.

—No te olvides de llamarme cuando llegues, ¿ok? —le recordó él con un toque de preocupación. Ella asintió, con una sonrisa cálida.

—Sí, nos veremos en dos o tres días, amor —dijo ella, acercándose para darle un beso en los labios regordetes de él. El beso fue breve pero cargado de cariño, antes de que ella se apartara y se dirigiera hacia la salida.

Mientras ella se dirigía hacia el coche de las amigas que la estaban esperando, Jimin se quedó mirando, con una mezcla de frustración y resignación. Sabía que a pesar de sus reservas, Nayoung estaba decidida a disfrutar de su despedida de soltera. Él sólo podía esperar que, a su regreso, todo siguiera en orden y que no hubiera sorpresas inesperadas.

—¡Ya apaga eso! —reclamó Nayoung con una sonrisa cansada a Ji-a, su amiga, que estaba sosteniendo el megáfono con entusiasmo. Las risas llenaron el aire mientras Nayoung subía al coche, y pronto arrancaron hacia el aeropuerto, listas para embarcarse en su viaje.

—¿Al fin te soltó un poco la correa, Park? —preguntó Ji-a con sarcasmo, mientras miraba a Nayoung por el espejo retrovisor. Nayoung rodó los ojos, sabiendo bien que sus amigas nunca habían sido fanáticas de su prometido. Desde la universidad, su grupo había mantenido la esperanza de que la relación terminara, pero ahora, a pesar de todo, se iban a casar. El sarcasmo de Ji-a solo era el reflejo de sus sentimientos encontrados.

—No empieces, Ji-a —le pidió Nayoung, tratando de mantener la calma. La tensión en la relación entre sus amigas y su prometido era un tema recurrente, pero en ese momento, lo único que Nayoung quería era disfrutar de su despedida de soltera.

—¡Vamos, Nayoung! Sabes que solo es nuestra manera de mostrarte cuánto te queremos. Y además, ya sabes que no podemos evitarlo. Siempre hemos pensado que te mereces algo mejor, ¿no? —dijo Lía otra de sus amigas, con un tono más suave, pero aún cargado de complicidad.

—Olvídenlo, ¿sí? Además de que me hacen mentirle, Solo espero que nunca se entere de esto —advirtió Nayoung, su voz temblando un poco. Ella miró a sus amigas con preocupación. Su prometido creía que estaban yendo a The Napa Valley para disfrutar de unos días tranquilos en los viñedos, pero la realidad era muy diferente. En lugar de una escapada bucólica, Nayoung y sus amigas estaban en camino a Las Vegas, Nevada, la ciudad del pecado, gracias a la idea de Jia.

Ji-a, con una sonrisa traviesa, acelero el auto mientras las otras chicas reían. Nayoung, aún con el corazón acelerado, pensaba en la reacción de su prometido si descubría la verdad. Sabía que él jamás lo permitiría; se volvería loco solo de imaginar a su prometida en medio de la decadencia y el desenfreno de Las Vegas. 

Al llegar al aeropuerto, las amigas tomaron su vuelo que las llevaría a la ciudad del pecado al otro lado del mundo. El viaje en avión fue agotador, pero cuando finalmente pisaron tierra en Las Vegas, se sintieron renovadas por la energía vibrante de la ciudad. Ji-a había alquilado un auto impresionante: un Mercedes último modelo que brillaba bajo las luces de la ciudad.

—¡Wow, es precioso! —comentó Lia, su rostro iluminado por el asombro.

—Es idéntico al del director de la escuela —añadió Min Ji, otra amiga que trabajaba como maestra de primaria. —Nunca me permitiría pagar algo así.

—Pues es lo mejor para nuestra querida Nayoung, que está a punto de dar un paso gigante hacia el altar. Aunque, si aún estás dudosa, siempre puedes arrepentirte —dijo Ji-a, con una sonrisa juguetona mientras esperaba la reacción de Nayoung.

Nayoung la miró con una mezcla de frustración y determinación. —Ji-a, basta. No me voy a arrepentir, después de todo lo que he pasado con él —respondió Nayoung mientras subía al lujoso auto, seguida por sus amigas.

—Solo lo decía, no te enojes —contestó Ji-a, encendiendo el auto. La máquina rugió con fuerza y las luces del vehículo reflejaron el brillo de la ciudad.

—Además, ¿cómo puedes decir eso si tú ya estás casada? —le recriminó Nayoung a Ji-a, con una mezcla de sorpresa y exasperación. Ji-a, que llevaba casada desde hacía tres años, había tomado ese gran paso en la vida, algo que había dejado perplejas a sus amigas. En su momento, ellas habían quedado boquiabiertas al enterarse, ya que Ji-a había jurado que nunca se casaría. 

Su estilo de vida había sido siempre más rumbero y despreocupado, en total contraste con el papel tradicional de esposa, madre y ama de casa que ahora desempeñaba. Además, Ji-a tenía un pequeño de dos años, lo que añadía otra capa a su vida que parecía tan diferente a la de antes.

—Créeme, es lo peor que puedes hacer, pero te acostumbras —dijo Ji-a con una sonrisa enigmática mientras encendía un cigarro. La imagen del humo rodeando su rostro le daba un aire de resignación casi filosófico.

—¡Oye, no puedes fumar en el coche! —le dijo Min Ji desde el asiento trasero, claramente molesta. Min Ji, una maestra de primaria con un enfoque más tradicional, no estaba dispuesta a tolerar el humo en el auto.

—De algo me he de morir —respondió Ji-a con desdén, encogiéndose de hombros y dejando que el humo se disipara en el aire. La actitud despreocupada de Ji-a contrastaba marcadamente con la de sus amigas, que estaban un poco más tensas y ansiosas.

La conversación se desvió hacia otros temas mientras el lujoso Mercedes último modelo se deslizaba por las calles de Las Vegas. Nayoung, a pesar de sus nervios y el peso de sus decisiones, no podía evitar sentir una chispa de emoción ante la idea de la aventura que les esperaba.

—Vamos, Nayoung, relájate un poco. Será una gran fiesta —dijo Ji-a, intentando animar a Nayoung, quien estaba más seria de lo habitual. Ji-a estaba decidida a que esta despedida de soltera fuera memorable, sin importar lo que el futuro les deparara.

El auto avanzaba por la ciudad del pecado, sus luces parpadeantes y su ambiente vibrante creando una atmósfera electrizante que prometía aventuras y sorpresas. Las amigas estaban listas para disfrutar de la noche, aunque Nayoung no podía dejar de pensar en las posibles complicaciones y sorpresas que este viaje podría traer.


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Capítulo : Inspirado en The Hangover

GOLDEN JWAE - JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora