Leonard despertó al día siguiente con el cuerpo adolorido, cada músculo y hueso protestando por el maltrato que había sufrido el día anterior. El suelo duro de la cabaña no ayudaba, y el frío del aire matutino se filtraba a través de las ventanas rotas. El hombre, cuyo nombre Leonard aún no conocía, no lo despertó; simplemente siguió con su rutina, como si la presencia de Leonard no significara nada.
Leonard se levantó lentamente, sintiendo un dolor punzante en sus costillas. Se acercó a la jarra de agua que el hombre había dejado sobre la mesa y bebió con avidez. Hoy sería otro día de entrenamiento, lo sabía. Y esta vez, tenía que demostrar algo más que resistencia.
Después de lo que pareció una eternidad, el hombre se acercó, mirándolo con la misma expresión indiferente de siempre.
—Vamos. No tengo todo el día.
Leonard no respondió; solo lo siguió hacia el claro una vez más. La brisa matutina hacía temblar sus brazos débiles, pero el miedo lo mantenía alerta. Sabía que no podía permitirse fracasar, no cuando este hombre era su única oportunidad de aprender a sobrevivir.
—Hoy haremos algo diferente. —El hombre se cruzó de brazos, mirándolo de arriba abajo—. Si quieres ser fuerte, debes aprender a usar algo más que tu fuerza. Tu mente es tu arma más poderosa. —Levantó un cuchillo pequeño, oxidado, y lo arrojó a los pies de Leonard—. Hoy aprenderás a pensar rápido. Si no lo haces, morirás.
Leonard miró el cuchillo con incertidumbre, y luego levantó la vista hacia el hombre. ¿Pensar rápido? Antes de que pudiera procesar lo que eso significaba, el hombre sacó un cuchillo propio, mucho más afilado y amenazante, y avanzó hacia él.
—Defiéndete.
El pánico se apoderó de Leonard en un segundo. Tomó el cuchillo del suelo de inmediato, su cuerpo reaccionando por instinto más que por habilidad. Pero era pequeño, frágil, y no sabía manejar un arma. El hombre no se detuvo; su cuchillo brillaba bajo la luz del sol mientras avanzaba hacia Leonard con una calma aterradora.
Tengo que pensar, tengo que pensar... Su mente corría, pero el miedo lo bloqueaba. Cuando el primer ataque llegó, apenas lo esquivó, rodando por el suelo y raspando sus brazos en el proceso. No puedo solo correr. No lo dejaré de nuevo.
Leonard se levantó tambaleante, sujetando el cuchillo con ambas manos, intentando mantener la distancia. Pero el hombre no le dio respiro. Lanzó otro golpe rápido, esta vez más preciso, y Leonard apenas logró alzar el cuchillo para bloquearlo. El impacto lo hizo retroceder, cayendo de rodillas.
—Si no atacas, ya estás muerto. —La voz del hombre sonaba distante, casi aburrida—. Tienes que ser más rápido. No esperes a que el enemigo te dé una oportunidad. Créala tú.
Leonard lo miró, jadeando. ¿Atacar? Sabía que no tenía la fuerza para enfrentar a este hombre, no de frente. Su mente trabajaba frenéticamente, intentando encontrar una solución. El hombre lo había dicho: su mente era su arma más poderosa. Si no podía vencerlo en fuerza, tendría que vencerlo en estrategia.
El hombre avanzó de nuevo, y esta vez, en lugar de retroceder, Leonard se lanzó hacia él. Fue un movimiento desesperado, pero calculado. Cuando el hombre alzó el brazo para atacar, Leonard se agachó rápidamente, rodando hacia un lado, y usó la poca fuerza que tenía para lanzar una patada a la pierna del hombre.
No fue lo suficientemente fuerte para derribarlo, pero lo hizo trastabillar por un segundo. Y en ese segundo, Leonard encontró una apertura. No intentó apuñalarlo directamente; en lugar de eso, le lanzó tierra a los ojos con la mano libre. Fue un truco sucio, pero efectivo. El hombre parpadeó, sorprendido por la repentina nube de polvo en su rostro, y Leonard aprovechó ese momento para retroceder, poniendo distancia entre ellos.
—Interesante. —El hombre se limpió la cara, esbozando una leve sonrisa torcida—. Finalmente estás pensando. Pero un truco barato no es suficiente para ganar.
Antes de que Leonard pudiera recuperar el aliento, el hombre se lanzó hacia él de nuevo, esta vez más rápido que antes. Leonard apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió el filo del cuchillo rozando su mejilla. La sangre comenzó a correr, caliente y pegajosa, pero el dolor fue lo que lo trajo de vuelta a la realidad. No podía permitirse morir aquí. No así.
Se obligó a concentrarse. Tenía que pensar rápido, usar su entorno, ser impredecible. Sabía que no podía ganar en una lucha directa, pero tal vez, solo tal vez, podía desgastar al hombre lo suficiente como para hacerlo desistir. Cada vez que el hombre atacaba, Leonard esquivaba por poco, buscando algo en su entorno que pudiera usar a su favor.
Finalmente, vio su oportunidad. A pocos metros, una pila de ramas secas descansaba junto a una roca grande. Leonard corrió hacia allí, y cuando el hombre lo siguió, tiró las ramas hacia él, usándolas como un escudo improvisado. El hombre, aunque molesto, se detuvo por un segundo para apartarlas, y fue en ese momento cuando Leonard saltó sobre la roca, ganando una pequeña ventaja en altura.
Desde allí, saltó hacia él, cuchillo en mano, con toda la fuerza que pudo reunir. No buscaba herirlo; sabía que no sería suficiente. En cambio, apuntó a su mano, tratando de desarmarlo. El golpe fue torpe, pero efectivo: el cuchillo del hombre cayó al suelo con un estrépito.
Leonard aterrizó pesadamente en el suelo, jadeando, mientras el hombre se quedaba quieto, mirándolo con una mezcla de sorpresa y aprobación.
—Nada mal. —dijo finalmente, inclinando la cabeza en señal de respeto—. Tienes algo de agallas, eso es seguro. Pero no te confundas, niño. Solo porque me desarmaste no significa que hubieras ganado. —Recogió su cuchillo con calma—. Pero estoy empezando a creer que no eres tan inútil después de todo.
Leonard respiraba con dificultad, su cuerpo temblando por el esfuerzo. Aún sentía el ardor de la herida en su mejilla, pero había algo más: una chispa de satisfacción. Por primera vez desde que había llegado a este mundo, sintió que había logrado algo.
—Recuerda esto, niño. —El hombre lo miró directamente a los ojos—. La fuerza física es solo una parte de la batalla. Tu mente es lo que te mantendrá vivo. Cada enemigo tiene un punto débil, incluso los más fuertes. Encuéntralo y úsalo. Si puedes hacer eso, tal vez tengas una oportunidad de sobrevivir en este mundo.
Leonard asintió, sus palabras grabándose en su mente. Este hombre, con su brutalidad y su frialdad, le estaba enseñando algo invaluable. El poder no residía solo en los músculos o en la habilidad con las armas. Estaba en la astucia, en la capacidad de explotar cada debilidad que se presentara.
Esa noche, cuando se acostó sobre el suelo frío de la cabaña, con los músculos aún doloridos y la herida en su mejilla palpitando, Leonard no pensó en el dolor ni en la fatiga. En cambio, su mente ya estaba trabajando en el futuro. Había sobrevivido otro día. Pero eso no era suficiente.
Tenía que sobrevivir muchos más si quería cambiar su destino.
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El Príncipe y el Villano (BXB)
RomanceLeonard nunca pensó que su vida acabaría a los 30 años en un trágico accidente de tráfico, pero lo que menos esperaba era despertar en un mundo de fantasía, habitando el cuerpo de uno de los villanos secundarios de su novela favorita. Ahora, como un...