El día había transcurrido en calma, pero Leonard no podía sacudirse la sensación de que algo estaba por suceder. El ambiente en la escuela siempre se sentía tenso, como si todos estuvieran a la espera de que algo estallara. Era una sensación que había aprendido a ignorar en parte, pero hoy, esa presión era imposible de obviar. Albert Vasserac lo había estado observando más de lo habitual, y Leonard lo sabía. No había pasado desapercibido para el príncipe, ni para los demás nobles, y eso lo preocupaba.
Christian había tratado de tranquilizarlo esa mañana, diciéndole que no debía preocuparse por Albert. Pero Leonard sabía que, tarde o temprano, el príncipe lo enfrentaría. El incidente de la fruta de cuando eran niños no se había olvidado, ni para Albert ni para Leonard.
Después de su clase de herbología, mientras Leonard caminaba por los pasillos de la escuela, sintió una mirada fija en su espalda. Sabía quién era antes de girarse. Albert, con su porte altivo y su aura imponente, se acercaba, sus ojos afilados clavándose en Leonard como un depredador que había fijado su presa.
—Leonard —pronunció el nombre con lentitud, su voz fría y controlada.
Leonard se detuvo en seco. Algo en como Albert había dicho su nombre le revolvió el estomago. Había evitado este momento durante años, pero ya no había forma de escapar.
—Príncipe Albert —respondió Leonard con un leve gesto de cabeza, manteniendo una distancia respetuosa, aunque por dentro su cuerpo se tensaba.
El príncipe no perdió tiempo en preámbulos. No era su estilo.
—Te he estado observando, y me he dado cuenta de algo. Hay algo en ti que me resulta... familiar —dijo Albert, caminando lentamente alrededor de Leonard, como un depredador rodeando a su presa. Sus ojos lo evaluaban con minuciosa precisión.
Leonard mantuvo la calma exterior, pero por dentro su mente trabajaba a toda velocidad. No podía permitir que Albert lo reconociera. Su vida dependía de ello. Había pasado años preparándose para este momento, practicando cómo ser discreto, cómo evitar llamar la atención. Pero ahora, su destreza en las clases y su habilidad natural lo habían puesto directamente en el radar del príncipe.
—No sé de qué hablas, Alteza —contestó Leonard, fingiendo indiferencia—. Solo soy un estudiante más.
Albert rió, una risa baja y calculadora.
—¿Un estudiante más? No me hagas reír. Desde que llegaste a esta escuela has sobresalido, y no solo por tu inteligencia. Hay algo en ti... algo que no encaja. —Albert se detuvo frente a él, mirándolo directamente a los ojos—. Y eso me molesta.
Leonard sintió que el aire a su alrededor se espesaba. El príncipe era peligroso, eso lo sabía desde el principio, pero estar bajo su escrutinio directo lo hacía aún más real. No podía mostrar debilidad. No podía mostrar miedo.
—Con todo respeto, príncipe, no veo cómo eso sea de su incumbencia —replicó Leonard, manteniendo su postura firme.
Albert entrecerró los ojos, su expresión se endureció. La tensión en el aire era palpable, y los pocos estudiantes que se encontraban cerca se detuvieron a observar, conscientes de que un enfrentamiento entre el príncipe y otro estudiante no era algo que sucediera todos los días.
—Mi incumbencia es lo que yo decido que lo sea —respondió Albert, su tono ahora helado—. Y tú, Leonard, eres un misterio. Un misterio que estoy dispuesto a resolver.
Antes de que Leonard pudiera responder, Albert dio un paso adelante, colocando un brazo al lado de su cabeza, evitando que pudiese escapar y haciendo muy evidente la diferencia física entre ellos, e invadiendo su espacio personal. Albert se inclino hacia su oreja, rozándola con sus labios al hablar.
—No creas que he olvidado lo que hiciste hace diez años —continuó Albert, su voz apenas un susurro pero cargada de amenaza—. Puede que los demás lo hayan dejado pasar, pero yo no. Te observé ese día, cuando lanzaste esa fruta, y he estado observándote desde entonces.
Leonard sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral. Sabía que Albert no era alguien que olvidara fácilmente, y mucho menos a quienes lo humillaban, aunque fuera por accidente. Sin embargo, debía mantener la compostura.
—Fue un error, Alteza. Un incidente de la infancia. Nada más —dijo Leonard, intentando recomponerse y no dejarse intimidar.
Albert lo miró en silencio durante unos segundos que parecieron una eternidad. Finalmente, sonrió, pero era una sonrisa fría, desprovista de cualquier calidez.
—Puede que tengas razón —dijo Albert—. Pero no me gusta que la gente me desafíe. No me gusta que me humillen. Y mucho menos me gusta no poder controlar lo que me rodea. Y tú... eres un incógnita. Una que estoy decidido a resolver.
Leonard permaneció en silencio, manteniendo su mirada fija en Albert. Sabía que cualquier palabra adicional solo lo pondría en mayor peligro. Pero también sabía que, en ese momento, Albert lo había marcado como su objetivo.
—Nos veremos pronto, Leonard. —dijo Albert, dándole una última mirada antes de girarse y alejarse.
Cuando el príncipe se fue, el aire a su alrededor pareció volver a la normalidad. Los estudiantes que habían estado observando comenzaron a susurrar entre ellos, pero Leonard no les prestó atención. Su corazón latía con fuerza, y aunque había mantenido la compostura, no podía ignorar la sensación de peligro que lo envolvía.
Sabía que ahora Albert lo consideraba una amenaza. Y eso lo ponía en un riesgo mucho mayor del que había anticipado.
Leonard respiró profundamente, intentando calmarse. Sabía que no podía dejar que el miedo lo controlara. Este era solo el comienzo. Y si quería sobrevivir, tendría que ser más astuto que Albert.
Mirando en dirección hacia donde se había ido el príncipe, Leonard tomó una decisión. No podía seguir evitando este enfrentamiento. Si Albert lo había marcado, tendría que enfrentarlo, pero en sus propios términos. Y para eso, tendría que estar preparado para cualquier cosa que viniera.
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El Príncipe y el Villano (BXB)
RomanceLeonard nunca pensó que su vida acabaría a los 30 años en un trágico accidente de tráfico, pero lo que menos esperaba era despertar en un mundo de fantasía, habitando el cuerpo de uno de los villanos secundarios de su novela favorita. Ahora, como un...