Pociones

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La primera clase de herbología y química comenzó con una atmósfera tensa. Los alumnos se sentaron en sus puestos, con los instrumentos y frascos de ingredientes alineados frente a ellos. El profesor Belgrave, un hombre de edad madura con el cabello encanecido y una expresión siempre severa, no era del tipo que sonriera a menudo. Desde el momento en que entró, la atmósfera en el aula se tornó tensa. Con voz áspera y fría, explicó que la materia no era para los débiles de mente, y que solo los estudiantes con verdadera dedicación sobrevivirían al riguroso curso.

—Hoy no será una simple introducción —anunció, paseándose por el frente de la clase—. Hoy haremos algo útil.

Un murmullo de sorpresa recorrió el aula cuando Belgrave reveló la tarea del día: crear un antídoto para un veneno común, uno que ya había comenzado a sintetizar en pequeñas cantidades frente a ellos.

—Si no pueden completarlo a tiempo, bueno... digamos que sus notas sufrirán las consecuencias —añadió con una sonrisa casi maliciosa.

Los estudiantes intercambiaron miradas nerviosas mientras el profesor caminaba hacia una mesa central con una botella de líquido oscuro en sus manos. Varios murmullos comenzaron a surgir. Para muchos, esta era su primera experiencia práctica con venenos reales.

Leonard, en cambio, se sentía en su elemento. Mientras los demás se mostraban inquietos, él examinaba los ingredientes en la mesa con la precisión de alguien que había pasado años estudiando plantas, venenos y antídotos. Muriel le había enseñado bien, y el bosque en el que había crecido le había dado un conocimiento práctico que ahora parecía ser su mejor arma.

Sin esperar más, Leonard empezó a mezclar los ingredientes. Sabía exactamente lo que necesitaba para contrarrestar ese veneno. Una parte de belladona tratada, mezclada con un extracto de hojas de kiva, y un toque de cenizas de flor de ébano. Mientras trabajaba, los demás estudiantes luchaban por recordar qué planta hacía qué cosa.

A los pocos minutos, Leonard fue el primero en terminar. El frasco con su antídoto brillaba con un tono verde pálido, indicando que la mezcla estaba perfectamente equilibrada.

El profesor Belgrave lo observó con una expresión que mezclaba sorpresa y desdén. El hecho de que alguien tan joven y sin antecedentes nobles sobresaliera así de rápido no le caía bien.

—Vaya, parece que tenemos a un prodigio en la clase —dijo con sarcasmo, acercándose lentamente a la mesa de Leonard.

Leonard no dijo nada, manteniéndose tranquilo mientras Belgrave evaluaba su trabajo.

—Veamos si de verdad sabes lo que estás haciendo, muchacho. ¿Puedes decirme el nombre de la planta que usaste para neutralizar el veneno de serpiente de dientes afilados?

—Raíz de Coralia, mezclada con polvo de baya escarlata, que inhibe la acción del veneno en el sistema nervioso —respondió Leonard con calma.

Belgrave levantó una ceja, visiblemente impresionado pero sin querer mostrarlo.

—¿Y qué me dices de un veneno más complejo? Como el veneno de la araña nocturna del pantano. ¿Cuál sería el mejor antídoto?

Leonard sonrió levemente, reconociendo que esto se estaba convirtiendo en un desafío personal.

—Extracto de espina de Zorrinus, combinado con una infusión de hojas de bruma azul. El primer componente neutraliza la toxina, y el segundo acelera la regeneración celular.

El profesor se cruzó de brazos, mirando a Leonard con creciente desconfianza. La clase entera observaba en silencio, todos sorprendidos por la fluidez con la que Leonard respondía, como si estuviera hablando de algo tan sencillo como respirar.

Belgrave no pudo ocultar su frustración. Este joven parecía saber más de lo que cualquiera hubiera imaginado, y eso no le agradaba en lo más mínimo. Se apartó de la mesa de Leonard, pero no sin lanzarle una última pregunta desafiante.

—Dime, entonces, ¿cuál es el antídoto más efectivo contra el veneno de dragón, si es que sabes algo al respecto?

El veneno de dragón. Era conocido por ser uno de los venenos más mortales del reino, usado solo en situaciones extremadamente peligrosas, y su antídoto era considerado uno de los más complejos.

Leonard lo miró directamente a los ojos y respondió con seguridad.

—Flor de Llanto de la Luna, mezclada con lágrimas de aurora, procesada a bajas temperaturas. El antídoto se debe aplicar en tres fases para que su efecto sea gradual y eficaz.

Hubo un silencio profundo en la sala. Incluso los otros estudiantes, que antes habían estado sumidos en sus propios trabajos, ahora miraban a Leonard como si fuera alguien completamente diferente. Nadie sabía la respuesta a esa pregunta, excepto Leonard.

Belgrave apretó los labios. Sin decir una palabra más,la clase se dió por finalizada. Recogió sus cosas y salió del aula, lanzando una última mirada afilada en dirección a Leonard antes de desaparecer por la puerta.

Los estudiantes se dispersaron, algunos impresionados por lo que habían presenciado. Entre ellos, Albert, quien no había dejado de observar la interacción. Aunque siempre había mantenido una expresión indiferente, en ese momento algo en su mirada parecía más agudo, más hambriento. Leonard había atraído su atención una vez más, y eso era lo último que deseaba.

Christian se acercó a Leonard, dándole una palmada en el hombro.

—Vaya, Leo, nunca te había visto tan... encendido. Creo que el profesor está reconsiderando si puede vencerte en su propia materia.

—Solo estaba respondiendo a sus preguntas —replicó Leonard con una pequeña sonrisa—. No esperaba que lo tomara tan personal.

—Bueno, creo que has hecho algo más que responder preguntas —dijo Christian con una risa—. Ahora todos saben que eres un genio de las pociones.

Las palabras de Christian se quedaron en la mente de Leonard mientras caminaban hacia sus próximos compromisos. Ser conocido por sus habilidades con las plantas y los venenos podría traerle problemas. Pero también le ofrecía una oportunidad. Recordó cómo Muriel solía intercambiar pociones por suministros, y una idea comenzó a formarse en su mente.

Leonard necesitaba dinero. La academia, aunque cubría las necesidades básicas, requería gastos adicionales para libros, materiales y otros lujos que él no podía permitirse. Y, a diferencia de muchos de los estudiantes allí, Leonard no venía de una familia adinerada ni noble.

—Quizás... —murmuró para sí mismo.

—¿Quizás qué? —preguntó Christian, mirándolo curioso.

—Tengo una idea para ganar algo de dinero. Si soy tan bueno en esto de las pociones, tal vez pueda empezar a venderlas.

Christian lo miró sorprendido y luego sonrió ampliamente.

—¡Esa es una idea brillante! Estoy seguro de que muchos estudiantes pagarían por tus antídotos. Algunos son un desastre en clase, y tú podrías sacarles de más de un apuro.

—Tendré que ser discreto —dijo Leonard, pensativo—. No quiero llamar demasiado la atención, especialmente de los profesores o... —Hizo una pausa, pensando en Albert—. Ya sabes.

Christian asintió, comprendiendo a lo que se refería.

—No te preocupes, te ayudaré a mantenerlo bajo perfil. Somos un buen equipo, como siempre.

Esa noche, mientras descansaba en su cama, Leonard no podía dejar de pensar en su plan. El día había sido más agotador de lo que esperaba, pero también había abierto una puerta que podría cambiar su situación económica. Necesitaba ser cuidadoso, pero si jugaba bien sus cartas, podría ganar lo suficiente para no depender de nadie.

Sin embargo, en lo profundo de su mente, sabía que Albert no lo había dejado de vigilar. Había sentido su mirada durante toda la clase, y aunque Albert no había dicho nada, estaba seguro de que el príncipe ya había comenzado a atar cabos.

El juego acababa de comenzar, y Leonard sabía que tendría que moverse con cautela.

Pero lo que no sabía era que la atención de Albert sobre él no solo era por curiosidad. El príncipe estaba empezando a recordar... y eso podía poner en peligro mucho más que solo la vida académica de Leonard.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora