Huida

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Leonard sentía cómo el sudor frío recorría su espalda mientras se mantenía detrás de Freya. Alaric, con esa sonrisa burlona y esa mirada imperturbable, parecía un depredador que había acorralado a su presa. En ese instante, Leonard supo que estaban en desventaja. Freya era fuerte, hábil y entrenada, pero Alaric no era un enemigo común.

—¿Qué quieres de nosotros? —preguntó Freya, sin mover ni un músculo, su postura firme y lista para atacar.

Alaric, en lugar de responder, dio un paso hacia adelante, acariciándose el mentón como si evaluara a las dos figuras frente a él. —Lo que quiero... Leonard ya lo sabe. —Sus ojos se clavaron en Leonard, y este sintió un escalofrío. Aquellos ojos parecían ver a través de él, como si conocieran cada uno de sus secretos.

Freya lanzó una mirada rápida a Leonard, buscando respuestas. Pero Leonard solo podía devolverle una mirada cargada de confusión y miedo. ¿Qué sabía Alaric? ¿Qué estaba ocultando realmente? Era como si todos en su vida conocieran partes de él que él mismo desconocía.

Alaric, viendo la incomodidad de Leonard, rió suavemente, una risa que no tenía nada de alegría. —Es una lástima, Leonard. Tú podrías ser mucho más de lo que eres, pero has estado huyendo de lo que te pertenece por derecho. No puedes escapar de tu destino.

—¿Qué destino? —preguntó Leonard, su voz temblorosa pero firme. Sabía que debía enfrentarlo, pero algo en su interior seguía bloqueando la verdad.

Alaric levantó una ceja, sorprendido por la pregunta. —El poder que resides dentro de ti, ese que intentas ignorar. Todo este tiempo has tratado de ser un espectador en tu propia vida, sin darte cuenta de que el mundo espera que tomes el control.

Leonard tragó saliva. Alaric estaba jugando con sus miedos, con esa parte de sí mismo que siempre había sentido como extraña, fuera de lugar. Pero, antes de que pudiera responder, Freya dio un paso adelante, su voz cortante como una cuchilla.

—Basta de juegos. Si tienes algún problema con él, lo resolveremos aquí y ahora. —Freya desenvainó un pequeño cuchillo que había logrado ocultar durante todo el tiempo en la celda, manteniéndose lista para atacar. Su postura era la de una guerrera preparada para cualquier eventualidad.

Alaric sonrió, divertido. —Ah, Freya, siempre tan decidida. Pero este no es tu juego. —Extendió una mano y, con un gesto casi perezoso, levantó a Freya del suelo con una fuerza invisible. Leonard observó con horror cómo Freya flotaba en el aire, luchando por liberarse.

—¡No! —gritó Leonard, dando un paso hacia adelante, pero se detuvo cuando Alaric lo miró directamente, sus ojos ahora llenos de una intensidad feroz.

—No te preocupes, no voy a hacerle daño... por ahora. —Alaric la soltó, y Freya cayó al suelo, jadeando y recobrando el aliento.

Leonard sintió que su sangre hervía de ira. Ya no era solo el miedo lo que lo impulsaba, sino una furia intensa por ver a Freya lastimada. Pero antes de que pudiera moverse, Alaric hizo un gesto y las puertas detrás de ellos se cerraron con un estruendo.

—Leonard —continuó Alaric—, te haré una propuesta. Puedes venir conmigo voluntariamente, aceptar tu destino y descubrir el verdadero alcance de tu poder. O puedes seguir huyendo y arriesgar la vida de todos los que te rodean. —Sus ojos recorrieron a Freya, luego de vuelta a Leonard.

La amenaza era clara. Leonard no podía dejar que Freya o los demás se vieran involucrados en este juego mortal. Pero, ¿realmente podía confiar en lo que Alaric decía? El miedo a lo desconocido lo devoraba por dentro, pero tampoco podía ignorar lo que estaba en juego.

Freya se incorporó, tambaleándose levemente pero con los ojos llenos de rabia. —No le escuches, Leonard. Solo quiere controlarte. No puedes confiar en él.

Leonard asintió, su mente trabajando rápidamente. Pero antes de que pudiera tomar una decisión, Alaric levantó una mano y de repente una ola de energía lo envolvió. Leonard sintió cómo su cuerpo se paralizaba, una fuerza invisible lo mantenía en su lugar.

—No tienes elección, Leonard —susurró Alaric, su voz resonando en la mente de Leonard—. Vendrás conmigo, lo quieras o no.

Y con eso, todo se oscureció.




Leonard despertó en una habitación diferente. La celda había sido reemplazada por una amplia sala decorada con un estilo que recordaba vagamente a la nobleza, aunque había algo inquietante en la opulencia oscura que lo rodeaba. Sus manos estaban atadas con gruesas cuerdas, pero más que las ataduras físicas, lo que lo mantenía atrapado era la sensación de desesperanza que lo invadía.

Se escucharon pasos acercándose. La puerta se abrió, y Alaric entró, seguido de dos figuras encapuchadas. Leonard luchó por mantener la calma, intentando no mostrar el miedo que sentía.

—Ha llegado el momento —dijo Alaric, inclinándose sobre él—. Ya no puedes huir. Necesitas entender tu lugar en todo esto.

—No soy parte de nada —gruñó Leonard, intentando sonar más valiente de lo que realmente se sentía.

Alaric sonrió, pero esta vez había algo más en su mirada. Una mezcla de interés y... algo cercano a la lástima.

—Te equivocas, Leonard. Eres parte de algo más grande de lo que siquiera puedes imaginar. Y todo comienza aquí.

Leonard sintió una presión en su mente, como si algo estuviera invadiendo sus pensamientos, buscando entre sus recuerdos, explorando sus secretos más profundos. Intentó resistir, pero era inútil. Alaric estaba en su cabeza, manipulándolo.

Mientras luchaba contra el dolor mental, las palabras de Freya resonaron en su mente. No rendirse. No dejar que lo controlaran.

Y entonces, algo en su interior despertó.

Un calor familiar, salvaje y oscuro comenzó a surgir desde lo más profundo de su ser. El lobo que había sentido durante su invocación. Esa fuerza ancestral que había intentado reprimir durante tanto tiempo, ahora se agitaba, lista para luchar.

—No... soy... tuyo... —gruñó Leonard, sus ojos destellando de un rojo intenso.

Alaric se apartó un poco, sorprendido por la repentina resistencia de Leonard. Pero su sorpresa rápidamente se convirtió en una sonrisa oscura.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora