Leonard se encontraba al borde del abismo. Las noches se convirtieron en una lucha constante por encontrar el sueño, y la paranoia lo mantenía alerta. Cada pequeño ruido en la oscuridad lo hacía saltar, cada sombra en el pasillo se convertía en una posible amenaza. Se sentía atrapado en un laberinto de secretos y miedos, y su relación con los demás se desmoronaba lentamente.
Albert observaba desde la distancia, frustrado y preocupado. Había intentado acercarse a Leonard en múltiples ocasiones, pero cada intento había sido recibido con frialdad. La forma en que Leonard se aislaba solo intensificaba la ansiedad de Albert. Sabía que algo no estaba bien, y la desesperación por ayudarlo lo consumía.
Esa noche, Albert decidió que había llegado el momento de actuar. Había esperado lo suficiente; no podía seguir viendo a Leonard sufrir así. Se aseguró de que Xander y Christopher no estuvieran en el dormitorio, y cuando la puerta se abrió, se lanzó hacia Leonard sin pensarlo.
El beso fue inmediato y profundo. Todas las frustraciones, preocupaciones y ansias que habían estado acumulándose se desvanecieron en ese instante. Era como si el tiempo se detuviera. Finalmente, Leonard y Albert se estaban besando.
La conexión entre ellos se intensificó. El mundo exterior se desvaneció mientras se dejaban llevar por la pasión. Tropezaron por el camino hacia la cama, riendo y respirando pesadamente, y Leonard se encontró debajo de Albert, sintiendo el calor de su cuerpo.
—No te alejes de mí —susurró Albert, sus labios explorando el cuello de Leonard, dejando un rastro de besos que encendía cada rincón de su ser—. Quiero estar contigo. Te protegeré.
Leonard cerró los ojos, dejando que las palabras de Albert lo envolvieran. Después de semanas de estrés y ansiedad, finalmente se sentía relajado. La soledad que lo había acosado se desvanecía en la calidez de su compañero. En ese momento, todo parecía posible.
A medida que Albert continuaba descendiendo por su cuerpo, cada beso lo hacía sentir más ligero, más completo. Era como si el peso del mundo se desvaneciera, y en su lugar, todo lo que quedaba era el deseo y la necesidad de estar juntos.
Finalmente, se miraron, y las barreras que habían mantenido entre ellos comenzaron a caer. Los ojos de Leonard brillaban con una mezcla de vulnerabilidad y anhelo, y Albert sintió que cada rincón de su ser quería proteger y cuidar a Leonard.
Se besaron nuevamente, esta vez con más ternura, un beso que hablaba de amor y cariño. La habitación se llenó de una energía palpable, y por un momento, ambos sintieron que todo el caos del mundo exterior no podía tocarlos.
Sin embargo, en medio de esa burbuja de felicidad, un sonido agudo y penetrante interrumpió el momento: unas sirenas comenzaron a sonar en todo el colegio. La puerta se abrió de golpe, rompiendo la atmósfera íntima que habían creado.
Leonard se sobresaltó, su corazón latiendo con fuerza mientras se separaba de Albert. La realidad volvió de un golpe, y el momento perfecto se desvaneció en la confusión.
—¿Qué está pasando? —preguntó Leonard, el pánico empezando a aflorar de nuevo.
Albert se incorporó rápidamente, sus ojos llenos de preocupación.
—No lo sé, pero debemos averiguarlo. ¡Rápido! —respondió, ayudando a Leonard a levantarse.
Ambos se miraron, el brillo del momento aún presente en sus ojos, pero la urgencia de la situación les recordó que estaban en medio de un mundo lleno de peligros y secretos.
El eco de las sirenas resonaba por los pasillos del colegio, una llamada inquietante que reverberaba en el corazón de cada estudiante. Leonard y Albert se apresuraron a salir de la habitación, el aire pesado con la tensión del momento. Se cruzaron con otros estudiantes que corrían en direcciones desorientadas, el pánico palpable en sus rostros.
—¿Qué está pasando? —preguntó Leonard, su voz apenas audible sobre el estruendo de las alarmas.
—No lo sé, pero tenemos que encontrar a Xander y a Christian —respondió Albert, su expresión decidida mientras avanzaban hacia el pasillo principal.
La atmósfera se tornó densa con un sentido de urgencia. Los instructores, normalmente tan seguros de sí mismos, estaban en movimiento, intentando calmar a los estudiantes y dirigirlos hacia los puntos de reunión. En cada esquina, el caos crecía.
Leonard sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las últimas semanas de inquietud y secretos pesaban en su mente, y la idea de que algo más oscuro pudiera estar sucediendo lo aterraba. La hoja que había encontrado, las advertencias sobre el R30... Todo parecía estar convergiendo en ese momento.
Mientras corrían, el sonido de pasos apresurados resonaba tras ellos. Leonard se volvió y vio a Christian, quien estaba tratando de abrirse camino a través de la multitud. Cuando finalmente lo alcanzó, su expresión era de preocupación genuina.
—Leonard, ¡gracias a los dioses! ¿Estás bien? —preguntó Christian, sin aliento.
—No lo sé. ¿Qué está pasando? —respondió Leonard, sintiendo el peso de las preguntas sin respuesta.
—He oído rumores de que alguien ha sido secuestrado. Algunos dicen que son estudiantes de nuestra clase —dijo Christian, su mirada intensa—. Debemos salir de aquí.
Albert frunció el ceño. No le gustaba lo que escuchaba. La posibilidad de un secuestro solo intensificaba su deseo de proteger a Leonard.
—Necesitamos un plan. No podemos solo correr sin rumbo —declaró Albert, mirando a su alrededor para evaluar la situación. Se podía ver la tensión en su rostro, un reflejo de la angustia que también sentía Leonard.
En ese momento, la puerta de la sala de entrenamiento se abrió de golpe y un grupo de instructores emergió, tratando de restaurar el orden. Uno de ellos, el anciano profesor de Herbología, levantó una mano para llamar la atención.
—¡Silencio! —gritó, su voz resonando con autoridad. —Estamos realizando un recuento de estudiantes. Por favor, dirígete al patio principal y mantente tranquilo. No hay motivo para entrar en pánico.
Leonard sintió una mezcla de alivio y ansiedad. La voz del profesor ofrecía un rayo de esperanza, pero la incertidumbre aún pesaba en el aire. Con Christian y Albert a su lado, se dirigieron al patio, donde más estudiantes se reunían, cada uno compartiendo sus propias versiones de lo que había sucedido.
A medida que se formaba un grupo, Leonard se sintió rodeado de miradas preocupadas. El ambiente era tenso, y las murmullos se mezclaban con el sonido de las sirenas que seguían sonando.
—¿Y si estamos en peligro? —preguntó Christian, su tono temeroso. —No tengo un buen presentimiento sobre esto.
—No podemos entrar en pánico ahora. Necesitamos averiguar qué está pasando antes de tomar decisiones —replicó Albert, aunque su propia voz traicionaba su preocupación.
Justo cuando creían que las cosas no podían empeorar, un grito desgarrador resonó desde la parte trasera del patio. Todos se giraron, y el horror se apoderó de la multitud al ver a un grupo de estudiantes que entraban corriendo, sus rostros pálidos y aterrorizados.
—¡Es él! ¡Es él! —gritó uno de ellos, temblando visiblemente. —¡Han capturado a alguien!
El caos estalló de nuevo. Leonard sintió que su corazón se aceleraba, y el miedo se apoderó de él. ¿Quién había sido secuestrado? ¿Podría ser alguien que conocía?
—¡Leonard! —gritó Albert, sacándolo de sus pensamientos. —Necesitamos estar juntos. No podemos separarnos.
Con la presión del momento y el miedo palpando en su pecho, Leonard asintió. En medio de la confusión, no podía permitirse perder a los que le importaban. Necesitaban apoyarse mutuamente, o todo lo que habían construido podría desmoronarse en un instante.
Mientras se acercaban al grupo de estudiantes asustados, una sombra oscura pasó por la mente de Leonard. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, y el eco de la hoja en su cama resonó con fuerza en su memoria. Había algo más grande en juego, algo que amenazaba con cambiar todo lo que conocía.
Tenía que averiguarlo, antes de que fuera demasiado tarde.
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El Príncipe y el Villano (BXB)
RomanceLeonard nunca pensó que su vida acabaría a los 30 años en un trágico accidente de tráfico, pero lo que menos esperaba era despertar en un mundo de fantasía, habitando el cuerpo de uno de los villanos secundarios de su novela favorita. Ahora, como un...