La Oscuridad

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Leonard se encontraba de pie frente a la entrada de una vasta y desolada cámara de piedra, iluminada únicamente por las antorchas parpadeantes en las paredes. Su cuerpo temblaba por el agotamiento y el frío, pero lo que más lo consumía era la duda. Había pasado días encerrado, soportando las manipulaciones y amenazas de Alaric, pero ahora estaba aquí, en el punto crucial, en un momento decisivo que cambiaría su vida para siempre.

Recordaba con claridad las últimas palabras de Alaric, susurradas con veneno en sus oídos: "Acepta lo que eres, y te liberarás". Eran palabras que no podía ignorar, que resonaban en su mente mientras contemplaba la oscuridad que lo rodeaba. Había pasado tanto tiempo resistiendo esa parte de sí mismo, esa conexión con el poder que residía dentro de él, que no sabía si alguna vez podría controlarlo o si sería consumido por él.

El aire de la cámara se sentía denso, casi asfixiante, y la energía que emanaba de las paredes de piedra le provocaba escalofríos. El recuerdo de la oscuridad que había sentido cuando se enfrentó al lobo negro—su reflejo interno—se mantenía fresco en su mente. No podía dejar de pensar en el poder que había rechazado, en esa parte de sí mismo que tanto le aterraba. Y ahora, aquí estaba, una vez más al borde de una decisión monumental.

"¿Es esto lo que soy?", se preguntaba Leonard en silencio, mientras el eco de su voz reverberaba en su mente. ¿Podía seguir luchando contra lo que sentía crecer en su interior? ¿O era mejor aceptar que tal vez no podía escapar de su destino?

De repente, el sonido de pasos interrumpió sus pensamientos. Giró rápidamente, su cuerpo en alerta. Alaric apareció entre las sombras, caminando con una calma y confianza que solo alguien con un control total de la situación podía poseer. Sus ojos brillaban con esa mezcla de fascinación y malicia que Leonard había llegado a detestar profundamente.

—Finalmente has llegado a la encrucijada —dijo Alaric con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Aquí es donde tomarás tu decisión, Leonard. O aceptas el poder dentro de ti, o sigues huyendo. Pero déjame decirte algo... nadie puede escapar de lo que realmente es.

Leonard apretó los puños, sintiendo la frustración hervir dentro de él. Había algo en la presencia de Alaric que le revolvía el estómago. Lo odiaba por todo lo que había hecho, por cómo había manipulado la situación, y, sin embargo, sabía que había una verdad en sus palabras. Estaba atrapado, y la única salida era tomar una decisión.

—No me conoces —respondió Leonard con la voz temblorosa pero desafiante—. No sabes de lo que soy capaz.

Alaric soltó una carcajada fría.

—¿Oh, de verdad? Entonces dime, ¿cómo piensas salir de aquí, Leonard? ¿Cómo piensas vencerme sin aceptar quién eres? El poder está justo frente a ti. Solo tienes que tomarlo.

Leonard sabía que Alaric estaba jugando con él, que lo estaba empujando hacia el abismo que tanto había intentado evitar. Pero también sabía que, en el fondo, tenía razón. No podía seguir huyendo. No podía seguir ignorando la oscuridad que habitaba en él. Si quería sobrevivir, si quería proteger a los demás, tendría que enfrentarse a esa parte de sí mismo, por más aterradora que fuera.

—No eres más que un cobarde —continuó Alaric, acercándose lentamente a Leonard—. Haces que tu vida gire en torno a personas que ni siquiera te entienden, que nunca comprenderán lo que realmente eres. Y mientras te escondes detrás de ellos, el poder que resides dentro de ti se pudre, esperando a ser liberado. Si sigues así, todos los que amas sufrirán.

Esas palabras golpearon profundamente a Leonard. Pensó en Albert, en Christian, en Freya, en todas las personas que había dejado atrás en su desesperado intento por salvarse. Había hecho sacrificios, había tomado decisiones difíciles, pero en ese momento, mientras se encontraba solo frente a Alaric, se dio cuenta de que tal vez siempre había estado huyendo de sí mismo.

—No puedo... —murmuró Leonard, sintiendo el peso de sus propias palabras. Pero en lo más profundo de su ser, sabía que sí podía. Solo tenía que ser lo suficientemente valiente para enfrentarlo.

Alaric lo observaba con detenimiento, esperando su próximo movimiento. Una mezcla de expectativa y satisfacción brillaba en sus ojos. Sabía que Leonard estaba en el límite, al borde de ceder.

—Hazlo, Leonard —susurró Alaric—. Deja de luchar contra lo inevitable. Toma el poder. Solo entonces podrás salvarlos.

Leonard cerró los ojos por un momento, respirando hondo. Las palabras de Alaric lo atravesaban, pero también despertaban algo dentro de él. El miedo comenzaba a ceder, y en su lugar, una fuerza desconocida comenzaba a tomar forma. La misma fuerza que había rechazado tantas veces. La misma oscuridad que había temido.

Sabía que si aceptaba ese poder, su vida cambiaría para siempre. Pero también sabía que, si no lo hacía, jamás sería capaz de proteger a los que amaba.

—Está bien —dijo finalmente, abriendo los ojos y mirando a Alaric con una nueva determinación—. Lo aceptaré.

Alaric sonrió ampliamente, como si hubiera ganado. Pero Leonard no había terminado.

—Pero no me convertiré en lo que tú quieres que sea. Este poder es mío. Yo lo controlaré.

Alaric frunció el ceño, pero antes de que pudiera reaccionar, Leonard sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo. La oscuridad comenzó a rodearlo, pero esta vez, no la rechazó. La aceptó. Y en ese instante, sintió que algo dentro de él se liberaba.

Era como si todo lo que había temido durante tanto tiempo finalmente encajara en su lugar. La oscuridad no era su enemiga; era parte de él. Y ahora, por primera vez, estaba listo para usarla.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora