Curiosidad

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Después del examen, la atmósfera en la escuela había cambiado drásticamente para Leonard. Había pasado de ser un estudiante más a convertirse en el centro de atención, y no de la forma que había deseado. Los murmullos sobre su invocación como lobo negro resonaban por los pasillos, y las miradas de sus compañeros se sentían como cuchillos. Algunos lo miraban con admiración, pero la mayoría lo observaba con desconfianza y miedo.

Las clases continuaban, y aunque Leonard intentaba concentrarse en los estudios, su mente se distraía constantemente con pensamientos sobre Albert. El príncipe no lo dejaría en paz; él había visto algo en Leonard que iba más allá de lo obvio, algo que podría amenazar su posición. No podía permitirse ser un blanco fácil.

Christian había estado a su lado, animándolo, pero incluso él notaba el cambio en el ambiente. Un día, mientras entrenaban, Christian lo miró con preocupación.

—¿Estás bien? Pareces... distante.

Leonard se detuvo, exhalando un suspiro.

—No sé. Siento que todos esperan algo de mí. Como si mi invocación significara más de lo que realmente es.

—Eres un lobo negro, Leonard. Eso no es algo común. Pero no dejes que eso te pese. Eres tú quien define quién eres, no lo que los demás piensan.

Leonard asintió, pero las palabras de su amigo no lograban disipar la inquietud que le oprimía el pecho. La verdad era que el lobo negro representaba mucho más de lo que cualquiera podía imaginar.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, un ruido proveniente del pasillo lo sacó de sus pensamientos. Se levantó de la cama, el corazón acelerado. Sigilosamente, salió del dormitorio, preguntándose si el sonido había sido real o solo su imaginación.

Cuando se asomó al pasillo, vio una figura oscura. Era Albert, parado junto a la puerta de la sala común. Sus ojos se encontraron, y Leonard sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Qué quieres, príncipe? —preguntó Leonard, manteniendo la voz firme.

Albert sonrió, pero no era una sonrisa amigable. Era la sonrisa de alguien que sabe más de lo que debería.

—Vine a ver cómo te adaptas, Leonard. Tu invocación ha sido... fascinante.

—No necesito tu preocupación.

Albert dio un paso hacia él, sus ojos brillando con curiosidad.

—Pero estoy interesado. Siempre me ha intrigado cómo un huérfano como tú puede tener un poder tan raro. Un lobo negro... Es inusual. A veces, la rareza trae consigo un gran poder oculto.

Leonard frunció el ceño, sintiendo la amenaza en las palabras de Albert.

—No soy un objeto de curiosidad para ti, Albert. Solo soy yo.

—Eso es lo que parece, pero... ¿realmente lo eres? —respondió Albert, su tono volviéndose más grave, mandando un escalofrío por su cuerpo—. Hay quienes dirían que tu poder es un signo de que perteneces a un linaje diferente. Uno que podría ser muy valioso para el reino.

Leonard sintió que la incomodidad se transformaba en un rayo de advertencia. ¿Qué sabía Albert realmente?

—No tengo linaje, no tengo nada que ofrecerte —respondió, tratando de mantenerse impasible.

—Tal vez no lo sepas aún, pero hay quienes estarían dispuestos a descubrirlo. —Albert dio un paso adelante, su respiración chocando con su nariz—. Recuerda, Leonard, el poder es atractivo, pero también peligroso. No olvides con quién te estás metiendo.

Con esas palabras, Albert se dio la vuelta y se alejó, dejándolo solo en el pasillo. Leonard sintió un nudo en el estómago y si corazón palpitando a mil. Sabía que las palabras del príncipe estaban llenas de verdad y amenaza.

Volvió a su habitación, el silencio abrumador a su alrededor. Se sentó en la cama, tratando de calmarse. Pero la inquietud persistía. La invocación del lobo negro había traído consigo no solo poder, sino también peligros ocultos que no había anticipado.

Al día siguiente, en clase de Herbología y Química, el profesor miró a Leonard con una intensidad que hacía que se sintiera incómodo. La actividad del día consistía en trabajar en grupos para crear un antídoto, y Leonard sabía que debía demostrar su valía no solo como un estudiante, sino como un individuo que no temía a su poder.

Mientras sus compañeros discutían estrategias, Leonard decidió tomar la delantera. Comenzó a explicar el proceso, su voz firme y segura. A medida que hablaba, notó que algunas miradas se posaban sobre él con respeto, incluso admiración. Pero había otros, como Albert, que observaban con una mezcla de interés y desconfianza.

El tiempo pasó rápidamente, y cuando el profesor evaluó los antídotos, su mirada se centró en el trabajo de Leonard. La mezcla resultó ser perfecta, y el profesor asintió con aprobación. Pero en lugar de ofrecerle un elogio, simplemente le lanzó una mirada fría.

—Bien, Leonard. Pero recuerda que el conocimiento sin control puede ser peligroso. —Sus palabras resonaron en el aula, y Leonard sintió que una sombra se cernía sobre él.

Mientras la clase concluía, se dio cuenta de que el desafío que había aceptado no solo era académico. El verdadero reto era navegar las aguas traicioneras de un mundo donde el poder, el temor y la curiosidad se entrelazaban de maneras que no podía comprender del todo.

Leonard sabía que su lucha apenas comenzaba. La sombra del pasado lo seguía, y su futuro estaba más ligado a su invocación de lo que jamás hubiera imaginado. Con cada paso que daba, se adentraba más en un camino que podría cambiarlo todo.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora