Primer paso

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La oscuridad envolvió a Leonard como un manto cálido, y por primera vez, no sintió miedo. Era extraño, casi reconfortante. La energía fluía a través de su cuerpo como un torrente indomable, llenándolo de fuerza y claridad. En su mente, la figura del lobo negro—esa parte de sí mismo que siempre había rechazado—ahora se alzaba a su lado. No como una amenaza, sino como un aliado. Él ya no era una presa. Ahora era un cazador.

Alaric observaba con atención, con una mezcla de fascinación y desconfianza. La satisfacción inicial que había sentido al ver a Leonard ceder se había desvanecido al notar el brillo en sus ojos: Leonard no estaba sucumbiendo a la oscuridad. Estaba dominándola.

—Interesante... —murmuró Alaric, entrecerrando los ojos. El aire a su alrededor cambió, como si la presión aumentara, pero Leonard permanecía firme, inmóvil.

Con un leve movimiento de su mano, la oscuridad respondió. Filamentos de sombra se alzaron como serpientes, ondulando en el aire, rodeando a Leonard y tomando forma a su alrededor como una segunda piel. El suelo bajo sus pies tembló ligeramente, y las antorchas parpadearon, amenazando con apagarse.

—Así que esto es lo que eres realmente —comentó Alaric, dando un paso hacia adelante, su sonrisa fría de vuelta en su rostro—. Un lobo solitario intentando desafiarme.

Leonard lo miró directamente a los ojos, con una firmeza que nunca había sentido antes. No era un lobo solitario. Ya no. Tenía algo que proteger: Albert, Christian,Muriel, Freya... Todos ellos eran su razón para seguir adelante.

—No tienes ni idea de lo que soy capaz —susurró Leonard, y en ese instante la sombra que lo envolvía se proyectó hacia Alaric como un latigazo.

Alaric retrocedió un paso, apenas desviando la ofensiva con un movimiento rápido de su mano, pero la sombra rozó su capa, haciéndola chisporrotear. Por primera vez, Alaric parecía sorprendido, incluso ligeramente preocupado.

—Controlarlo tan rápido... No eres nada ordinario —admitió con una sonrisa tensa, aunque en sus ojos comenzaba a brillar un leve atisbo de inquietud—. Pero esto es solo el principio, Leonard.

Alaric hizo un gesto hacia la puerta que se encontraba tras él. Dos guardias aparecieron al instante, pero Leonard ya no sentía miedo. La oscuridad a su alrededor se movía como si fuera parte de su propio cuerpo, lista para actuar al menor pensamiento.

Antes de que los guardias pudieran tocarlo, Leonard levantó la mano, y dos filamentos de sombra se proyectaron hacia ellos, envolviéndolos y dejándolos inmóviles como estatuas de piedra.

—Voy a salir de aquí —dijo Leonard, su voz baja pero cargada de una seguridad inquebrantable—. Y nadie va a detenerme.

Alaric lo observó en silencio, con una mezcla de frustración y fascinación. Sin embargo, no hizo ningún movimiento para detenerlo. Era como si estuviera esperando, evaluando qué haría Leonard a continuación.

—Entonces adelante —murmuró Alaric, dando un paso atrás con una sonrisa sutil—. Veamos cuánto puedes lograr antes de que la oscuridad termine consumiéndote.

Leonard lo ignoró. Su mente ya estaba enfocada en una sola cosa: regresar con los suyos. Con un último vistazo a los guardias inmovilizados y a Alaric, dio media vuelta y caminó hacia la salida de la cámara.

Cada paso que daba hacia la libertad se sentía como una victoria. Sabía que esto era solo el comienzo de un camino peligroso, pero por primera vez en mucho tiempo, no se sentía perdido. La oscuridad era suya. Y con ella, encontraría la manera de salvar a todos.

A lo lejos, un murmullo familiar comenzó a resonar en su mente: la promesa que le había hecho a Freya, el mensaje que ella transmitiría a Albert. "Voy a volver", se dijo una vez más, y con esa promesa latiendo en su corazón, se adentró en las sombras del pasillo, listo para enfrentar lo que viniera.

Leonard avanzó por los pasillos sombríos, con el corazón palpitante y su mente alerta. Cada paso resonaba como un eco lejano, pero la oscuridad que lo rodeaba ya no lo asfixiaba. Era parte de él. La tensión en sus músculos se había disipado, reemplazada por una concentración fría y calculada. Aún así, sabía que la libertad estaba lejos de ser alcanzada. Si quería sobrevivir, debía ser más astuto que Alaric y sus hombres.

Mientras giraba una esquina, la voz de Freya resonó en su mente: "Recuerda quién eres, Leonard. Tienes un propósito. No dejes que te roben eso." Era una frase que lo había acompañado desde su último encuentro.

—Debo seguir —murmuró, reafirmándose.

Sin previo aviso, el aire a su alrededor cambió, volviéndose más pesado, y una vibración tenue recorrió el suelo bajo sus pies. Algo no estaba bien. De pronto, una figura emergió de las sombras. No era Alaric, sino otro hombre, más joven, con ojos ámbar que brillaban en la penumbra. Leonard reconoció la expresión: era alguien decidido, alguien que había sido consumido por la ambición.

—Te atraparemos antes de que puedas escapar —dijo el hombre con voz grave.

Leonard apretó los puños, sintiendo cómo la oscuridad respondía a su tensión. El enemigo no llevaba armadura, solo una túnica ligera, pero la forma en que se movía lo delataba: era rápido.

—No necesito pelear —contestó Leonard, levantando la mano como advertencia—. Aléjate, y no te haré daño.

El hombre soltó una carcajada irónica, sacando un cuchillo de la funda en su cintura.

—Eso no es una opción. Tienes un precio alto, y no me voy a marchar con las manos vacías.

En un instante, el enemigo se lanzó hacia él. Pero esta vez, Leonard no dudó. La sombra que lo envolvía se extendió como un manto vivo, y en un movimiento fluido, atrapó al atacante en un torbellino oscuro que lo elevó del suelo. El hombre gritó, luchando contra las sombras que se apretaban como serpientes alrededor de su cuerpo, pero era inútil.

—¡Te lo advertí! —gruñó Leonard. Con un gesto rápido, lo lanzó contra la pared más cercana, dejándolo inconsciente.

El cuerpo cayó al suelo con un golpe sordo, y Leonard se quedó en silencio, escuchando. No había más pasos. Por ahora, estaba solo.

"Controla el poder, no dejes que te controle a ti." La advertencia de Freya resonaba en su mente. Había sido sencillo dominar al hombre, pero Leonard sabía que cada vez que usara esa oscuridad, se acercaría más al borde. No podía perder el control.

Avanzó de nuevo, más rápido esta vez, con los sentidos alertas. Había memorizado los planos del lugar gracias a las indicaciones de Freya, y si todo iba según lo planeado, la salida no estaba lejos. Solo tenía que llegar a un punto seguro antes de que Alaric pudiera reaccionar.

Entonces, a lo lejos, escuchó un sonido que le heló la sangre: pasos pesados y apresurados. No estaba solo por mucho tiempo.

"Albert, Christian... Freya. Por ustedes lo haré." Se repetía a sí mismo como un mantra, aferrándose a su propósito. Cada paso que daba lo acercaba un poco más a la libertad, y con ella, a la esperanza de reunirse con quienes amaba.

Pero justo cuando la salida apareció ante él, una figura bloqueó su camino: Alaric.

—Sabía que lo intentarías —dijo el hombre, cruzando los brazos con calma. Sus ojos brillaban con esa arrogancia fría que tanto irritaba a Leonard—. Te subestimé antes, lo admito. Pero no pienses que podrás salir de aquí tan fácilmente.

Leonard sintió la sombra dentro de él responder, retorciéndose como si supiera que una batalla se avecinaba. Esta vez, sin embargo, no había miedo en su corazón. Había tomado su decisión.

—No voy a rendirme —dijo Leonard con voz firme—. Voy a salir de aquí. Y ni tú ni nadie me detendrán.

Alaric sonrió, pero había algo en su expresión que parecía distinta esta vez. Como si supiera que ya no tenía el control total.

—Entonces adelante, Leonard. Demuéstrame de qué estás hecho.

Y con esas palabras, la verdadera batalla comenzó.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora