Leonard viajaba en silencio, montado en un carruaje oscuro junto a Alaric y los otros sujetos que, al igual que él, habían sido moldeados a base de entrenamientos y sufrimiento. Cada uno de ellos era una herramienta perfecta, un arma viva diseñada para destruir. Las ruedas del carruaje crujían sobre el camino, resonando como un eco distante de lo que estaba por venir. Afuera, la noche era fría y el viento silbaba entre los árboles, pero Leonard apenas lo sentía. Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos oscuros.
Había pasado tanto tiempo que el propósito original de su historia se había perdido en algún rincón olvidado de su mente. Había trabajado durante años para que este momento nunca llegara, para evitar ser el villano y que la historia original no se cumpliese. No era el villano, sin importar cuántas veces la oscuridad en su interior se lo susurrara, ni cuántas veces Alaric tratara de convencerlo de lo contrario. Él no iba a cumplir con ese destino... o eso pensaba.
Pero ahora, con cada kilómetro que avanzaban hacia el reino, Leonard sentía cómo algo despertaba dentro de él. El lobo y la oscuridad que habitaban en su interior estaban inquietos, como bestias encadenadas al borde de liberarse. Sus uñas se clavaban en sus palmas mientras apretaba los puños. Durante años, había mantenido ese poder bajo control, luchando cada día para no perderse a sí mismo. Pero ahora, esa muralla que había construido parecía estar desmoronándose.
Alaric lo miraba desde el otro lado del carruaje, con esa sonrisa que Leonard conocía tan bien: la de alguien que estaba esperando que él finalmente cayera. Había sido su sombra, su confidente y su torturador durante todo este tiempo. Y ahora, en esta última misión, estaba más cerca que nunca de conseguir lo que quería: un Leonard quebrado, libre de todo remordimiento, listo para destruir. Suyo.
—Ya casi llegamos —dijo Alaric, su voz suave pero cargada de intención—. ¿Lo sientes? El viento cambia. Todo está en su lugar.
Leonard desvió la mirada hacia la ventana del carruaje. Hacía mucho que no veía el cielo, y ahora que lo hacía, parecía tan lejano como sus recuerdos. El azul oscuro se teñía con los primeros destellos de luz del amanecer, y por un momento, sintió un destello de esperanza, un anhelo doloroso que casi lo hizo caer de rodillas: Albert, Christian, Freya.
No quería pelear. Solo quería verlos, asegurarse de que estaban bien y decirles que él también estaba bien. Que no tenían que preocuparse más por él.
Pero en el fondo de su alma, Leonard sabía que el destino tenía otros planes.
En la base del ejército del reino, Albert estaba entrenando, como todos los días desde que se había enlistado. Cada golpe que daba, cada respiración que tomaba, cada paso que avanzaba, lo hacía pensando en Leonard. Esa obsesión nunca lo había abandonado, pero ahora se había convertido en una rutina silenciosa que alimentaba su fuerza y resistencia.
Entonces, llegó la noticia.
Un mensajero irrumpió en la base a mitad del día, agitado y sin aliento. El comandante reunió rápidamente a todos los soldados y les transmitió la misión: defender el reino de un ataque inminente liderado por fuerzas desconocidas, con un enemigo que había aparecido entre sombras tras años de silencio. Albert sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando escuchó el nombre.
—Alaric...
Era un nombre que nunca había olvidado. Pero lo que realmente lo dejó sin aliento fue lo que vino después.
—Se ha confirmado que entre las fuerzas enemigas hay un sujeto con habilidades oscuras, altamente peligroso. Su nombre es Leonard.
El mundo se detuvo para Albert. Leonard. Después de todo este tiempo. Después de todas las noches sin dormir, de los sueños rotos, de los días que había pasado buscándolo desesperadamente en sus pensamientos y en sus ejercicios... Leonard estaba aquí. O, al menos, lo estaría pronto.
Por un momento, todo lo que había construido durante ese año pareció tambalearse. Christian ya no estaba, desaparecido en algún rincón del mundo, dejando un vacío que Albert nunca había podido llenar. Freya, aunque siempre fuerte, también había seguido su propio camino, y ahora solo quedaba él, aferrado a una promesa silenciosa: encontrar a Leonard, sin importar lo que costara.
Albert sintió que su corazón latía con fuerza, una mezcla de miedo, esperanza y rabia. ¿Había cambiado Leonard? ¿Era ahora realmente parte de esa oscuridad? ¿O todavía quedaba algo de la persona que él amaba? No lo sabía, pero una cosa era cierta: no iba a dejar que lo perdiera todo.
—Comandante, solicito unirme al frente de batalla —dijo Albert con voz firme.
El comandante lo miró, sabiendo que Albert había estado esperando este momento toda su vida. Se lo concedió sin dudar.
El carruaje de Leonard avanzaba hacia las puertas del reino. Cada vez estaban más cerca. El lobo dentro de él rugía, y la oscuridad bullía en su interior, ansiosa por desatarse. Leonard cerró los ojos, intentando calmar las voces que lo empujaban hacia la destrucción.
Pero, por más que lo intentara, sabía que ya no había vuelta atrás. La batalla estaba cerca, y pronto tendría que enfrentarse a aquello que más temía: a sí mismo.
Y, en algún lugar más allá de las murallas, Albert lo esperaba.
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El Príncipe y el Villano (BXB)
RomanceLeonard nunca pensó que su vida acabaría a los 30 años en un trágico accidente de tráfico, pero lo que menos esperaba era despertar en un mundo de fantasía, habitando el cuerpo de uno de los villanos secundarios de su novela favorita. Ahora, como un...