Viaje

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El traqueteo del carruaje era constante, monótono, casi hipnótico, pero para Leonard, era como el sonido de las cadenas que lo mantenían prisionero. Cada kilómetro que se alejaba del reino, sentía cómo su libertad se desvanecía. Se había entregado voluntariamente, eso era cierto, pero ahora que estaba encerrado en aquel pequeño compartimento, con Alaric sentado frente a él, esa elección parecía una soga invisible alrededor de su cuello.

El silencio entre ambos era abrumador. Alaric lo observaba, con su porte elegante y una sonrisa tenue, esa que no llegaba a sus ojos. Parecía satisfecho, aunque Leonard no podía descifrar si lo que más disfrutaba era haberlo capturado o la expectativa de lo que vendría después.

—Debo decir que no esperaba que cooperaras tan fácilmente —comentó Alaric, rompiendo finalmente el silencio—. Pensé que tendríamos que hacer esto por la fuerza.

Leonard lo miró, su expresión dura, tratando de no mostrar el miedo que sentía. —No lo hice por ti. Lo hice por Albert.

Alaric rió suavemente. —Siempre tan noble, Leonard. Pero créeme, la nobleza no te llevará muy lejos en este mundo. Si quieres sobrevivir, tendrás que hacer más que sacrificios.

El carruaje dio una sacudida al pasar por un bache, y Leonard desvió la mirada hacia la pequeña ventana. La oscuridad de la noche apenas dejaba entrever los árboles que bordeaban el camino. Sabía que estaban viajando hacia el norte, aunque no tenía idea de cuál era su destino final. Cada vez se sentía más aislado, más lejos de la vida que había conocido.

—¿A dónde me llevas? —preguntó finalmente, rompiendo su silencio.

Alaric sonrió, pero no respondió de inmediato. En su lugar, se inclinó hacia adelante, acercándose a Leonard, con sus ojos penetrantes brillando con una astucia inquietante.

—Te llevo a un lugar donde podrás entender tu verdadero potencial —dijo con suavidad—. Y cuando lo entiendas, verás que tus sacrificios, tus decisiones, todo lo que has hecho, no fue en vano, y que haberme elegido a mí es lo mejor que podías haber hecho.

Leonard lo observó, sin confiar en sus palabras. Sabía que Alaric no lo había secuestrado solo por su poder. Había algo más en juego, algo que todavía no entendía.

—No soy como tú —le escupió Leonard, con determinación.

—No, aún no —respondió Alaric con una sonrisa—. Pero lo serás.

El silencio volvió a instalarse entre ellos, mientras el carruaje continuaba su marcha. Leonard trataba de mantener su mente enfocada, de recordar cada detalle, cada pista que pudiera darle una idea de lo que vendría. Sabía que no podía confiar en Alaric, pero también sabía que enfrentarlo directamente sería inútil. De alguna manera, debía encontrar una forma de escapar, de volver con los que amaba.

El recuerdo de Albert golpeó su corazón. La imagen de su rostro, esos momentos compartidos que ahora parecían tan lejanos, eran un consuelo y una tortura al mismo tiempo. ¿Qué estaría haciendo en ese momento? ¿Ya habría recibido su mensaje? Leonard cerró los ojos, rogando en silencio que Albert entendiera, que cumpliera su sueño de unirse al ejército real, aunque eso significara que sus caminos no se cruzarían por mucho tiempo.

De repente, el carruaje se detuvo. Leonard abrió los ojos y miró a Alaric, quien seguía sereno, sin inmutarse por la interrupción.

—Hemos llegado —dijo Alaric, con una calma inquietante.

La puerta del carruaje se abrió, y dos guardias aparecieron, esperando que Leonard bajara. Alaric salió primero, su figura oscura recortada contra la luz de la luna, e hizo un gesto para que Leonard lo siguiera.

Cuando Leonard puso un pie fuera del carruaje, se encontró en medio de un paisaje que parecía salido de un cuento de pesadillas. Estaban en lo alto de una colina, y frente a ellos se erguía una fortaleza oscura, rodeada por un espeso bosque. Las torres de piedra se alzaban hacia el cielo, como garras que buscaban atraparlo.

—Bienvenido a tu nuevo hogar —dijo Alaric con una sonrisa cruel—. Aquí es donde comenzarás a comprender quién eres realmente.

Leonard tragó saliva, el peso de la realidad aplastándolo. Miró la fortaleza, sintiendo cómo un escalofrío recorría su espalda. Sabía que este lugar representaba el principio de algo terrible, pero también entendía que no podía dejarse vencer por el miedo. Había prometido regresar, y lo haría. Solo necesitaba encontrar la forma.

Mientras caminaban hacia la fortaleza, rodeado por los guardias y con Alaric liderando el camino, Leonard comenzó a planear. No importaba cuán oscuro fuera este nuevo lugar, o cuán lejos estuviera de casa. Él no se rendiría.

El sonido de la puerta de la fortaleza abriéndose resonó en el aire, y Leonard dio un último vistazo al cielo nocturno antes de que lo envolviera la oscuridad. Con una determinación renovada, entró en la fortaleza, listo para enfrentar lo que viniera, porque sabía que su historia aún no había terminado.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora