La batalla había comenzado.
Todo estaba envuelto en una tensión sofocante. Una línea de soldados del reino se extendía en el horizonte, formando una muralla de acero y escudos, listos para defender su hogar. Frente a ellos, la oscuridad parecía alzarse como una bestia incontrolable, con figuras envueltas en sombras avanzando con calma, como si el conflicto fuera ya una victoria asegurada.
Albert estaba al frente de la formación, su mirada fija en el enemigo. Su corazón latía con fuerza mientras observaba las sombras moverse, y el pensamiento de que Leonard podía estar ahí, entre ellos, era una mezcla de esperanza y terror. Había esperado tanto tiempo para este momento, y ahora que estaba tan cerca, la incertidumbre lo abrumaba. Pero, en lo más profundo de su ser, sabía una cosa: no iba a permitir que Leonard se perdiera para siempre en la oscuridad.
Entonces, vio una figura familiar.
Leonard apareció al frente, con Alaric a su lado. Su rostro estaba pálido, sus ojos parecían brillar con una intensidad que Albert nunca había visto. Esa oscuridad que Leonard siempre había intentado mantener bajo control ahora estaba ahí, como un aura que lo envolvía. Pero Albert no podía creer que Leonard se hubiera rendido por completo. Sabía que aún quedaba algo de él, algo que aún no había sido consumido.
Alaric dio un paso adelante y alzó la mano, y en respuesta, las sombras a su alrededor comenzaron a arremolinarse, formando figuras aterradoras. Sus soldados parecían listos para atacar, pero Albert dio un paso al frente, sin apartar la vista de Leonard.
—¡Leonard! —gritó Albert, su voz resonando en el silencio del campo—. ¡Sé que estás ahí! ¡Sé que aún queda algo de ti que quiere luchar!
Leonard pareció estremecerse, como si el sonido de la voz de Albert hubiera roto algo dentro de él. Sus ojos se enfocaron en él, y durante un breve instante, Albert pudo ver a la persona que había conocido, aquella que había compartido tantas risas, sueños y secretos. Pero pronto, la oscuridad volvió a cubrir sus ojos.
—Albert... —murmuró Leonard, su voz apenas un susurro que parecía perdido en la distancia—. No puedes estar aquí. No sabes lo que soy ahora.
Alaric sonrió, satisfecho con la confusión en los ojos de Leonard. Se inclinó hacia él, susurrando algo al oído, y Leonard se tensó. Alaric estaba manipulándolo, alimentando su oscuridad, jugando con sus dudas. Albert lo veía claro, y su rabia creció, aunque sabía que debía mantener la calma.
—Leonard, no tienes que hacer esto —dijo Albert, dando un paso más hacia él, ignorando las miradas de sus compañeros soldados—. ¡Tienes una elección! No eres un monstruo, no eres el villano de esta historia.
Leonard miró a Alaric y luego a Albert, como si una batalla interna se estuviera librando dentro de él. Las palabras de Albert lo golpeaban con fuerza, rompiendo las cadenas invisibles que Alaric había puesto en él. Durante un segundo, Leonard sintió la tentación de dejar todo, de correr hacia Albert y escapar de esta pesadilla.
Pero la oscuridad que había crecido dentro de él no se lo permitiría tan fácilmente. Una parte de él aún estaba convencida de que nunca podría escapar de lo que Alaric había creado, de lo que él mismo había permitido que creciera dentro de él.
—Albert... Yo... —titubeó Leonard, sus manos temblando mientras el lobo en su interior rugía, exigiendo salir.
Alaric, viendo que estaba perdiendo el control sobre Leonard, frunció el ceño y dio un paso adelante.
—No puedes volver atrás, Leonard. Ellos te rechazaron. Eres mío, ¿recuerdas? Eres parte de esta oscuridad. Esta es tu vida ahora.
La furia en los ojos de Albert se encendió. Dio un paso más hacia adelante, su voz llena de determinación.
—Leonard, si tienes que luchar, entonces lucha contra él. ¡No te dejes manipular! Eres mucho más que lo que Alaric te ha hecho creer.
Esas palabras resonaron profundamente en Leonard. Sentía su oscuridad retorcerse, como si estuviera intentando controlarlo. Pero al ver a Albert tan cerca, tan real y tan decidido, algo dentro de él cambió. Por primera vez, la oscuridad no parecía tan incontrolable. Tal vez él podía elegir. Tal vez él sí tenía un destino propio.
Leonard cerró los ojos por un momento, respirando hondo. En su interior, el lobo y la oscuridad rugían, tratando de apoderarse de él, de consumirlo por completo. Pero esta vez, en lugar de resistirse, en lugar de rechazar esa parte de sí mismo, Leonard la aceptó. No como una prisión, sino como algo que él podía dominar.
Abrió los ojos, y el destello oscuro en ellos había cambiado. Ahora, era una fuerza controlada, una herramienta que podía usar a su favor. Alaric dio un paso atrás, notando el cambio en Leonard, y sus ojos se abrieron de sorpresa y rabia.
—¿Qué estás haciendo, Leonard? —exclamó, con una mezcla de temor y frustración.
Leonard lo miró, y en sus ojos había una determinación renovada.
—Estoy tomando mi vida de vuelta —respondió, su voz firme.
Y antes de que Alaric pudiera reaccionar...
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El Príncipe y el Villano (BXB)
RomanceLeonard nunca pensó que su vida acabaría a los 30 años en un trágico accidente de tráfico, pero lo que menos esperaba era despertar en un mundo de fantasía, habitando el cuerpo de uno de los villanos secundarios de su novela favorita. Ahora, como un...