El sonido de las sirenas aún resonaba en los oídos de Albert mientras cruzaba el patio de la escuela con pasos decididos y furiosos. Los estudiantes estaban agrupados, hablando en susurros nerviosos, y los profesores intentaban mantener el control en medio del caos. Pero Albert no podía pensar en nada más que en una sola cosa: Leonard.
Había desaparecido. De nuevo, Leonard había sido arrancado de su lado. La frustración y la rabia que bullían en su pecho eran como una tormenta a punto de estallar. Sabía que algo iba mal desde hacía días, desde que Leonard se había vuelto más distante, más paranoico. Albert había intentado alcanzarlo, hablar con él, pero Leonard lo había mantenido a raya, encerrado en su propio mundo de secretos y miedos.
Y ahora había desaparecido. Y no era el único.
—¡Freya Freefield también está desaparecida! —escuchó a uno de los profesores gritar, pero esa noticia no le importaba en absoluto. La joven de las Águilas era irrelevante para él. Lo único que importaba era Leonard.
Albert apretó los puños con tanta fuerza que los nudillos le palidecieron. "Esto es culpa mía", pensó, su mente atormentada por la culpa. Debería haberlo protegido, debería haber estado más atento. Si no hubiera bajado la guardia, Leonard no estaría desaparecido ahora.
Sabía que había alguien que tenía las respuestas. Sabía que Xander estaba involucrado de alguna manera. Durante días había observado la cercanía repentina entre Leonard y Xander, y no había confiado en el joven ni por un segundo. Y ahora, con Leonard desaparecido, estaba seguro de que Xander sabía más de lo que aparentaba.
Sin detenerse a pensarlo dos veces, Albert cambió de dirección y se dirigió al dormitorio donde sabía que Xander estaría. Nadie iba a detenerlo esta vez. Iba a obtener las respuestas que necesitaba, a cualquier precio.
Cuando llegó al dormitorio, la puerta estaba entreabierta. Albert no perdió el tiempo y la empujó con fuerza, entrando con una mirada de pura ira en su rostro. Xander estaba sentado en su cama, aparentemente ajeno al caos que se desataba fuera. Pero cuando vio a Albert, su expresión cambió.
—Albert, espera... —intentó decir Xander, levantándose rápidamente, pero Albert no le dio tiempo.
En un movimiento rápido y lleno de rabia, Albert lo empujó contra la pared, sujetándolo por el cuello de la camisa. La fuerza del golpe hizo que Xander se tambaleara, y la sorpresa en su rostro era evidente.
—¡¿Dónde está Leonard?! —gritó Albert, su voz llena de furia. Podía sentir la sangre bombeando en sus oídos, su ira desbordándose—. ¡Sé que sabes algo! ¡Dime qué está pasando o te juro que no me detendré hasta que lo descubra!
Xander intentó respirar, pero la presión de las manos de Albert en su camisa le dificultaba hablar. —Espera... yo... puedo explicarlo...
—¡No tienes tiempo! —rugió Albert, acercando su rostro al de Xander—. ¡Dime qué está pasando ahora mismo!
Xander levantó las manos en un gesto de rendición, su rostro pálido y lleno de pánico. Sabía que Albert no estaba bromeando, y que no había forma de escapar de esa confrontación.
—Está bien... te lo diré —dijo Xander con la voz temblorosa—, pero suéltame.
Albert lo empujó con fuerza, soltando su camisa, pero sin quitarle los ojos de encima. Xander se ajustó la ropa, tratando de recomponerse mientras respiraba hondo.
—Leonard fue raptado —comenzó Xander, tragando saliva—. Y no fue el único. Freya Freefield también fue llevada. El responsable es Alaric, un antiguo alumno de esta academia, alguien peligroso.
El nombre resonó en la mente de Albert como un trueno. Alaric. No le sonaba, pero el tono con el que Xander lo mencionó le dejó claro que estaba frente a alguien muy peligroso.
—¿Y quién demonios es Alaric? —preguntó Albert, cruzando los brazos y reprimiendo su impulso de golpear a Xander de nuevo. No tenía tiempo para rodeos.
—Alaric es parte de una organización secreta, el R30 —explicó Xander, con la voz algo más firme—. Se dedican a recolectar y utilizar personas con habilidades únicas... como Leonard. El lobo negro que invocó es un símbolo muy poderoso, y Alaric ha estado observándolo desde el principio. El R30 lo quiere por lo que es, por lo que representa.
Albert sintió una punzada de miedo en el pecho al escuchar eso. Sabía que el lobo negro de Leonard era especial, pero no había comprendido hasta qué punto lo ponía en peligro.
—¿Y qué tiene que ver Freya en todo esto? —preguntó, con la mandíbula apretada.
—Freya... —Xander vaciló, pero continuó—, su familia tiene una conexión con el R30. Ella es parte de un plan mayor, pero no sé los detalles. Lo que sí sé es que Leonard está en peligro, y si no lo encontramos pronto, el R30 lo someterá a... a algo que lo cambiará para siempre.
Albert sintió cómo su ira se transformaba en una mezcla de desesperación y determinación. No iba a permitir que Leonard sufriera por culpa de esos monstruos.
—¿Dónde está? —preguntó Albert, su voz ahora más calmada pero cargada de tensión.
Xander lo miró a los ojos, con un destello de miedo y sinceridad. —Hay un lugar... fuera del campus, en el bosque. Un antiguo refugio que usaban los primeros estudiantes de la academia. Alaric ha estado operando desde ahí, y estoy seguro de que es donde tienen a Leonard.
Albert no necesitó escuchar más. Se dio la vuelta, dispuesto a salir en ese instante y enfrentarse a lo que fuera necesario para recuperar a Leonard. Pero antes de que pudiera dar un paso, Xander lo detuvo.
—Espera, Albert. No puedes hacerlo solo. El R30 es peligroso, y Alaric no es alguien a quien puedas derrotar por tu cuenta.
Albert se detuvo, girando lentamente para mirar a Xander con una expresión cargada de desafío.
—No me importa lo que tenga que enfrentar —dijo, con una voz baja pero cargada de veneno—. Voy a recuperar a Leonard, cueste lo que cueste.
Xander lo miró en silencio, y después de unos segundos, asintió. —Está bien. Pero al menos déjame ayudarte. Sé más de lo que crees sobre ellos. Juntos tendremos más posibilidades de salvarlo.
Albert vaciló por un momento. Quería rechazar cualquier ayuda, quería ser él quien rescatara a Leonard, pero sabía que Xander tenía razón. Si el R30 y Alaric eran tan peligrosos como decían, no podía permitirse el lujo de subestimarlos.
—De acuerdo —dijo finalmente, con una mirada decidida—. Pero si me traicionas o me ocultas algo más, te juro que no sobrevivirás para lamentarlo.
Xander asintió solemnemente, sabiendo que Albert no estaba bromeando.
—Vamos a por Leonard. —Albert dijo con determinación. Y en ese momento, su única misión en la vida era rescatar a la persona que amaba, sin importar el precio que tuviera que pagar.
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El Príncipe y el Villano (BXB)
RomanceLeonard nunca pensó que su vida acabaría a los 30 años en un trágico accidente de tráfico, pero lo que menos esperaba era despertar en un mundo de fantasía, habitando el cuerpo de uno de los villanos secundarios de su novela favorita. Ahora, como un...