Resaca

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La luz del amanecer se filtraba a través de las ventanas del dormitorio, dibujando sombras en las paredes. Leonard despertó con un dolor de cabeza que le recordaba la celebración de la noche anterior. Se sentó en la cama, tratando de recordar los eventos que lo habían llevado a llorar en un rincón del salón. La imagen de Christian besándolo lo hizo sentir una mezcla de confusión y vergüenza. ¿Qué había pasado?

Se pasó las manos por el rostro, intentando despejarse. La noche había sido un torbellino de emociones, y la sensación de ser observado, especialmente por Albert, había estado siempre presente. Recordaba la mirada de celos y posesividad en el rostro del príncipe, y cómo eso lo había hecho sentir más vulnerable que nunca.

Mientras se vestía, no podía evitar preguntarse qué significaría todo eso. ¿Era su amistad con Christian una traición a lo que había sentido por Albert? Se sentía atrapado entre sus emociones y las expectativas de un mundo que no comprendía del todo.

Decidido a no dejar que esos pensamientos lo consumieran, se dirigió a la sala común para el desayuno. El bullicio de otros estudiantes llenaba el aire, y aunque el ambiente era festivo, Leonard se sintió un extraño entre ellos. Su mente seguía revoloteando en torno a la interacción con Albert y Christian, tratando de encontrar sentido.

Al llegar, vio a Christian sentado con un grupo de amigos. Su expresión era de despreocupación, y la risa le salía con naturalidad. Leonard sintió un destello de enojo. ¿Por qué podía reírse así después de lo que había pasado? Se sentó a su lado, tratando de ocultar su incomodidad.

—Hey, ¿estás bien? —preguntó Christian, notando la tensión en el aire.

Leonard asintió, pero no podía articular lo que sentía. En su lugar, su mirada se desvió hacia la mesa donde estaba Albert. El príncipe conversaba con otros nobles, su presencia dominante iluminaba la habitación, y a la vez lo hacía sentir diminuto. Se preguntó si Albert lo había visto, si había notado su malestar.

La conversación con Christian fue tensa, llena de risas superficiales que no lograron ocultar la incomodidad que se había instalado entre ellos. Cuando el desayuno terminó, Leonard decidió que necesitaba un respiro.

—Voy a dar una vuelta por el jardín —anunció, levantándose rápidamente.

Christian lo miró con preocupación, pero no insistió. Mientras caminaba por los senderos, el aire fresco le dio un poco de claridad. A pesar de la belleza del lugar, sus pensamientos eran oscuros.

¿Por qué había reaccionado de esa manera? La rabia de Albert lo había herido, pero también había un miedo latente a la conexión que sentía con él. Una parte de Leonard quería acercarse, entender lo que significaba esa atracción. Otra parte, más cautelosa, lo instaba a alejarse, a protegerse.

De repente, una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.

—Leonard.

Era Albert. El príncipe se acercó, su expresión seria. Leonard sintió un escalofrío recorrer su espalda. No estaba seguro de cómo reaccionar.

—Necesitamos hablar —dijo Albert, su tono autoritario pero con un matiz de vulnerabilidad.

Leonard dudó. La última vez que habían hablado, las cosas se habían vuelto tensas. Sin embargo, algo en la mirada de Albert lo empujó a asentir.

Caminaron juntos hacia un rincón apartado del jardín, donde el murmullo de los demás estudiantes se desvaneció. Albert cruzó los brazos, como si buscara protegerse de algo más que las miradas ajenas.

—Lo que ocurrió anoche... —comenzó, pero se detuvo, como si luchara con las palabras.

Leonard frunció el ceño, su corazón latiendo más rápido. No estaba seguro de querer escuchar lo que el príncipe tenía que decir.

—Lo siento por lo que pasó entre Christian y tú. No debí haber reaccionado así. —Albert bajó la mirada, pareciendo más vulnerable de lo que Leonard había visto antes.

El silencio se alargó entre ellos, y Leonard sintió una mezcla de alivio y confusión. ¿Estaba Albert realmente arrepentido?

—No estoy seguro de qué quieres que haga —respondió Leonard, sintiendo la presión de su propia indecisión.

—No estoy aquí para decirte qué hacer —replicó Albert, su voz más suave—. Solo quería que supieras que no soy tu enemigo.

Leonard lo miró, escéptico. Sabía que el príncipe tenía una naturaleza posesiva, pero también había algo en su tono que lo hacía cuestionar sus suposiciones.

—¿Y qué pasa con Christian? —preguntó Leonard, su voz temblando con la emoción contenida.

—Christian es... diferente. —Albert hizo una pausa—. Pero eso no cambia lo que siento por ti.

Leonard sintió que el mundo se detenía. Las palabras de Albert resonaban en su mente, y una parte de él quería creerlo, pero había tantas complicaciones en juego. La amistad, la rivalidad, la lealtad. Todo parecía entrelazarse en un rompecabezas que no podía resolver.

—No sé si puedo confiar en ti, Albert —dijo Leonard finalmente, sintiendo que sus palabras eran un peso en su pecho.

—Entiendo. —Albert dio un paso atrás, como si estuviera resignado—. Solo quiero que sepas que estoy aquí. No tienes que tomar una decisión ahora.

Leonard lo observó alejarse, su figura volviendo a perderse entre los árboles. La tensión que había sentido se disolvió, pero dejó un vacío en su interior.

Era una elección difícil. El camino hacia adelante no era claro, y aunque se sentía atraído hacia Albert, el miedo de perderse en ese mundo de nobles y traiciones lo mantenía alerta. Con un suspiro, Leonard se dirigió al campus, pero antes de que pudiese irse alguien lo cogió del brazo.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora