Despertar

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Ya por la mañana Leonard despertó a la emoción de todos los estudiantes. Apenas y había pasado una semana desde su enfrentamiento con Albert, pero sentía que cada movimiento que hacia era observado por este. Sin embargo, solo hay una cosa que lo distraía de sus pensamientos. Había comenzado su negocio de pociones. Le había encargado a Chris la tarea de socializar y correr la voz de que vendía pociones, ya que él era el más extrovertido de los dos. Mientras, Leonard se había montado su propio laboratorio en el dormitorio, y cada vez que tenían clases de herbología le robaba materiales a Belgrave, para poder hacer sus pociones. En una semana ya había hecho una gran cantidad de pociones y dinero. 

Pero hoy era una excepción. Ningún alumno quería pociones por que estaban más concentrados en otra cosa. El aire estaba cargado de tensión. Leonard se encontraba en medio de la arena de entrenamiento, rodeado de estudiantes ansiosos por demostrar su valía, todos preparándose para una prueba que marcaría el inicio de sus habilidades en la escuela. Era un día que había esperado y temido a partes iguales. El examen para invocar al animal.

Cada estudiante de 16 años debía despertar su habilidad ancestral. Esta prueba no solo era un rito de paso, sino un momento que definía la posición social y el poder dentro de la escuela y, eventualmente, del reino. Leonard sabía que su situación era única. Él no pertenecía a este mundo, no de la manera en que los otros lo hacían. Tenía el temor constante de no poder invocar a ningún animal, o peor, invocar uno que lo delatara como algo más que un simple huérfano.

El sonido del cuerno resonó por toda la arena. Era hora de comenzar.

Los instructores, hombres y mujeres de imponente presencia, comenzaron a llamar a los estudiantes uno por uno. Los nombres resonaban en la gran sala, y uno a uno los jóvenes invocaban a sus animales. A su lado, Christian permanecía sereno. Había despertado su habilidad hacía solo unos meses, y su transformación en un majestuoso lince había sido recibida con asombro y admiración por todos. Leonard lo envidiaba, pero también sentía alivio por su amigo. Christian había encontrado su lugar en este mundo.

Mientras esperaban, Albert se encontraba al frente, rodeado por los otros nobles. El príncipe Vasserac, con su imponente porte y una mirada calculadora, no le quitaba los ojos de encima a Leonard. Era un recordatorio constante de lo que estaba en juego. Desde aquel enfrentamiento en los pasillos, Albert no había dejado de observarlo. Algo en él le resultaba demasiado familiar, y eso era peligroso.

—Leonard—, escuchó su nombre, sacándolo de sus pensamientos.

Su turno había llegado.

Con el corazón latiéndole con fuerza y unas palabras de animo de Christopher, avanzó hacia el centro de la arena. Sabía que todos los ojos estaban sobre él, pero ninguno de ellos era tan intimidante como los de Albert, que no dejaba de escrutarlo desde la distancia. Leonard respiró profundamente y cerró los ojos, concentrándose. Había aprendido en las clases que invocar a tu animal no era solo una cuestión de poder, sino de alinearse con tu esencia interior.

¿Pero cuál era su esencia?

Leonard comenzó a sentir un cosquilleo recorrer su cuerpo. Sabía que algo estaba a punto de ocurrir, pero no tenía idea de qué. Durante años había entrenado su cuerpo y mente, pero nunca había sentido una conexión real con la magia de este mundo. Hasta ahora.

El silencio en la arena era palpable. Incluso el viento parecía haberse detenido. Leonard sintió una oleada de calor recorrer su espalda, como si una fuerza antigua despertara dentro de él. Algo salvaje, algo que había estado latente, esperando su momento.

De repente, una ráfaga de energía brotó de su cuerpo, rodeándolo en un aura brillante. Todos los presentes lo miraban con asombro, algunos con miedo. Leonard sintió que su cuerpo se transformaba, sus músculos tensándose, sus sentidos agudizándose. Y entonces, lo sintió.

Una sombra oscura surgió a su alrededor.

Cuando abrió los ojos, ya no era solo Leonard. Frente a él, su reflejo lo observaba, pero no como un simple humano. Un lobo negro de ojos rojos, con el pelaje brillante y una presencia aterradora. Era imponente, mucho más grande de lo que cualquier lobo común debería ser.

El silencio en la arena fue roto por un suspiro colectivo. Los estudiantes susurraban entre ellos, algunos impresionados, otros asustados. Los lobos eran animales extremadamente raros, pero lo que más desconcertaba a todos era el tamaño y la fuerza que irradiaba Leonard en esa forma.

El lobo se erguía frente a todos, imponente y poderoso, pero también contenía una calma controlada, como si estuviera perfectamente en sintonía con su nueva forma. Leonard, en su interior, sentía una mezcla de alivio y temor. Lo había logrado, pero ahora había nuevas preguntas, nuevas incertidumbres. ¿Qué significaba este lobo? ¿Por qué sentía que algo oscuro residía en él?

Los instructores intercambiaron miradas, claramente sorprendidos. Uno de ellos, el más viejo, dio un paso adelante y asintió con una mezcla de respeto y cautela.

—Leonard... tu animal ha despertado —dijo con gravedad—. Un lobo negro. Esto es... inusual.

Antes de que pudiera decir más, Albert, que había estado observando con una mezcla de asombro y sospecha, se adelantó.

—Interesante —murmuró, cruzando los brazos sobre su pecho—. Un lobo negro. Muy raro... y muy poderoso.

Leonard sintió la amenaza en sus palabras. Albert no se dejaría engañar tan fácilmente. Podía percibir que había algo más detrás de su transformación, algo que no encajaba del todo.

—Espero que estés preparado para lo que eso significa —continuó Albert, con una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Porque ahora, serás observado muy de cerca.

Leonard mantuvo su forma, observando al príncipe con calma. Sabía que este solo era el principio. Había logrado pasar la primera prueba, pero el verdadero desafío apenas comenzaba.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora