Animales

9 2 0
                                    


Leonard llegó a la cabaña con los últimos rayos del sol desapareciendo tras las montañas. La oscuridad comenzaba a cubrir todo el bosque, y sólo la luz parpadeante de la chimenea iluminaba la pequeña cabaña. Al entrar, vio a Muriel acostado en su cama, durmiendo profundamente. Leonard se quedó observándolo unos segundos, sintiendo un ligero nudo en el pecho. La traición del viejo todavía dolía. Aunque lo entendía, no podía evitar sentir que lo había dejado atrás. Al fin y al cabo, sólo era un niño que se había colado en su casa sin invitación.

Se acercó a su pequeña cama y se tumbó. Los pensamientos del día giraban en su cabeza: había hecho su primer amigo en este nuevo mundo, pero también parecía haber despertado la ira del príncipe. Un nuevo amigo y un enemigo poderoso. Suspirando, Leonard se dio la vuelta, tratando de alejar esos pensamientos, y finalmente se quedó dormido.



A la mañana siguiente, Leonard se levantó con la luz del amanecer. La rutina del entrenamiento lo esperaba, pero la emoción del día anterior seguía latiendo en su pecho. Como cada mañana, salió al bosque, esta vez con más determinación. Ya le había tomado gusto a explorar los alrededores, recogiendo plantas y observando la fauna. A pesar de haber tenido varios incidentes con plantas venenosas, su cuerpo comenzaba a acostumbrarse, desarrollando una resistencia que lo hacía sentir un poco más fuerte cada día.

Al regresar a la cabaña al mediodía, Muriel lo evitaba, como había hecho durante todo el día anterior. Leonard lo notaba, pero no sabía si era por la culpa de haberlo dejado solo o simplemente porque el viejo ya estaba cansado de él. Había algo tenso entre ellos, pero Leonard prefirió no tocar el tema.

Conforme la tarde avanzaba, Leonard se preparó para salir y encontrarse con Christian. Se colocó la capa que Muriel le había dado al comenzar su entrenamiento y decidió que no volvería tarde.

—Salgo un rato, no volveré tarde —anunció sin esperar respuesta.

Muriel, como de costumbre, no dijo nada.

Leonard salió de la cabaña y, como la vez anterior, se coló en una de las carretas que iban rumbo al reino. Esta vez el trayecto fue más rápido, y pronto estuvo de nuevo en la entrada, donde Christian lo esperaba con una sonrisa y saludándolo con la mano. Sin embargo, Leonard notó algo extraño en su comportamiento. Christian parecía inquieto, como si algo lo perturbara.

Antes de que Leonard pudiera preguntar, Christian lo tomó de la mano y lo llevó rápidamente a un callejón oscuro y estrecho. Allí, en el silencio de las sombras, le entregó un papel. Leonard lo desdobló con cautela, y lo que vio le heló la sangre. Era un cartel de "Se Busca" con su rostro dibujado. El príncipe había puesto precio a su cabeza, y cualquier información sobre él sería recompensada.

Leonard se quedó boquiabierto.

—¿Es en serio? —murmuró, mirando el papel con incredulidad.

De inmediato, su mente comenzó a correr. ¿Había sido traicionado? ¿Christian lo había llevado allí para entregarlo y reclamar la recompensa? Después de todo, apenas se conocían. ¿Por qué habría de serle leal?

Christian, al notar la expresión de terror en el rostro de Leonard, soltó una risa breve y negó con la cabeza.

—Tranquilo Leo, no soy una rata traidora. No te haría eso —dijo, dándole un suave golpe en el brazo para calmarlo—. No me interesa el dinero.

Leonard suspiró aliviado, aunque el miedo seguía latente. No todos serían tan amables como Christian. Necesitaba ser más cuidadoso.

—Gracias —susurró, aún con el corazón acelerado.

Christian sonrió y, sacando un par de gafas de sol de su bolsillo, se las entregó a Leonard.

—Toma, deberías usar esto. Esos ojos tuyos son demasiado llamativos y bonitos. Si te paseas por ahí, todos se darán cuenta.

Leonard no pudo evitar sonrojarse un poco ante el comentario. Se puso las gafas y, aunque se sintió un poco extraño, sabía que Christian tenía razón. Llamaba demasiado la atención.

El resto del día lo pasaron explorando el reino. Christian y Leonard se convirtieron en un dúo de travesuras, corriendo por las calles, robando comida de los puestos del mercado y burlándose de los guardias que patrullaban la ciudad. A Leonard le sorprendió lo fácil que era olvidarse del peligro cuando estaba con Christian. Se divertía, se sentía libre.

Durante una de sus charlas, Christian comenzó a hablarle de su vida, de sus hobbies, y de las prácticas escolares. Leonard se sorprendió al escuchar que los niños del reino no asistían a la escuela hasta los 16 años. Sin embargo, antes de esa edad, asistían a unas "prácticas" donde los ayudaban a encontrar su magia. Fue entonces cuando Christian le recordó algo crucial: en este mundo, todos tenían una habilidad especial. Al cumplir 16 años, los habitantes podían transformarse en animales. Este hecho fue un golpe de realidad para Leonard. Se había olvidado de ese detalle en la novela original.

Christian continuó explicando que el tipo de animal era aleatorio, excepto para las familias nobles. Estas, al ser de sangre pura, siempre despertaban el mismo animal. En el reino había cuatro familias nobles principales: Los Tigres de la familia Traytin, Los Gorilas de la familia Bowtown, Las Águilas de la familia Freefield y, por supuesto, Los Dragones de la familia Vasserac, a la cual pertenecía el príncipe Albert.

—¿Sabías que Albert tiene la misma edad que nosotros? —comentó Christian mientras caminaban.

Leonard no pudo evitar sentir una pequeña punzada de ansiedad al escuchar el nombre de Albert. Había hecho el ridículo frente a él el día anterior, y ahora no podía sacarse de la cabeza que había atraído la atención del príncipe, alguien de quien debería mantenerse lo más lejos posible.

Cuando el sol comenzó a ponerse de nuevo, Leonard y Christian se despidieron en las afueras del reino. Aunque estaba agotado físicamente, Leonard se sentía sorprendentemente satisfecho. Había hecho su primer amigo en este nuevo mundo, y a pesar del peligro, había pasado un buen día.

Caminando de regreso a la cabaña, sabía que las cosas solo se complicarían más a partir de ahora, pero al menos, ya no estaba completamente solo.

El Príncipe y el Villano (BXB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora