Abril
Mientras me arreglo con el vestido más hermoso de mi closet, rojo por su puesto, un delicado tejido que realza mis curvas y me hace sentir, al menos por un instante, un poco más segura de mí misma. La traición se siente como un peso en el estómago, una mezcla de confusión y dolor que he tratado de ahogar en lágrimas. Pero aquí estoy, decidida a no dejar que eso me consuma. He llorado durante la última hora, pero ahora, con las bolsas de manzanilla sobre mis ojos y un relajante baño que ha revitalizado mi cuerpo, me siento como nueva. Aun así, hay un nudo en mi garganta que no puedo deshacer.
Mientras espero que llegue la cena que ordene, me encuentro reflexionando sobre lo que haré cuando Atlas llegue. Estoy convencida de que tendré la fuerza de voluntad para no confrontarlo. Los escándalos nunca han sido mi estilo; prefiero el silencio y la reflexión, aunque a veces eso me cueste. Sin embargo, el dilema se cierne sobre mí como una sombra: ¿debería acabar con nuestro compromiso de inmediato? La razón me grita que sí, pero hay un detalle crucial que me detiene. Mi hermano sigue desaparecido, y Atlas es el único que podría ayudarme a encontrarlo.
El tiempo parece detenerse mientras espero su llegada, cada tic-tac del reloj me recuerda que, a pesar de la angustia, la vida sigue avanzando. Me pongo labial rojo, muy tentador. Me alise el cabello debo admitir que con el cabello así, me veo como otra mujer y asi soy otra mujer.
Busco en el cajón de la mesita de noche, el frasco que contiene las pastillas que a veces toma Atlas para el insomnio.
Ya en la sala esperando que llegue él, tomo una bocanada de aire y debe empezar la función, la puerta finalmente se abre y es Atlas con una linda y encantadora sonrisa con un ramo de rosas rojas. Y la imagen de ellos dos besándose aún arde en mi mente, pero ahora, en lugar de dejar que me consuma, elijo convertirme en la arquitecta de mi propio destino.
—Cariño.
—Buenas noches. —Me acerco a él, sintiendo una fragancia ajena a la de él. Le planto un beso suave en los labios. —Te extrañé.
—Yo también, cariño. —Me envuelve en sus brazos, y comienza a dejar pequeños besos en mi cuello.—Hoy te ves más hermosa que de costumbre.
—Me hiciste falta anoche, cielo. —Mis dedos recorren su espalda con delicadeza.—Y tú a mí, más de lo que puedes imaginar. —Me aleja un poco y me entrega el ramo de rosas. —Aquí, para ti.
—Son preciosas, Atlas.
—Se estaban marchitando las que teníamos. —Su tono es un susurro, como si la simple idea de que me faltaran flores le causara desasosiego.
—Lo sé. Eres tan cuidadoso y observador con cada detalle.
—Es porque te prometí que en tu vida nunca faltarían flores. Eres mi primavera, la razón por la que cada día florezco.—Gracias —Susurro, tocando suavemente los pétalos de las rosas.
—Y lo digo de corazón. Cada flor es un recordatorio de lo que significas para mí. —Sus ojos me miran con tal intensidad.—Prometo cuidar estas flores como tú cuidas de mí. —Le sonrío, mientras le doy un beso, que empezó a intensificarse. —Cielo... tu cena esta lista.
—Ahora no quiero cenar. —me acerca más a él, y puedo sentir como su erección ha crecido.
—Insisto, cariño. —Me alejo de él, con delicadeza.
—No me dejes así. —toma mi mano y me acerca a él.
—¿Así cómo? —mientras me suelto de su agarre para buscar un jarrón para mis rosas en la cocina.
—¡Mírame! Esto provocas —mientras me señala su entrepierna y respira profundo. —Eres un delito vestida así como una diosa ¡mi diosa!
—Tenemos toda la noche, y no estamos solos. No lo olvides. —le sonrió, debo admitir que me gusta mucho excitarlo y dejarlo así.
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Por siempre invierno
RomansSolo soy una chica más de la que dicen que "la suerte" le cambio la vida, pero no fue ella si no ... el destino irrevocable que me atrapó en su caótica vida. ...