Capitulo 72

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                                                                                          Abril.

Al abrir los ojos, reconozco la habitación. ¿Estoy de nuevo en la mansión? Me levanto con dificultad y un suave resplandor se filtra por la ventana. ¿Qué día es? ¿Qué hora? Estoy confundida. A mi lado, en una mesita, hay un jarrón con rosas frescas.

Siento una sed intensa y un dolor punzante en la cabeza. Al tocarme, noto que tengo puntos en una herida. Decido acercarme al baño; necesito verme.

Mi reflejo es desolador: el rostro demacrado, el cabello alborotado. Sin embargo, no luzco tan mal como temía. Mis brazos tienen algunas heridas leves y moretones, pero intento recordar lo que ocurrió.

Me humedezco los labios; tengo tanta sed. Decido bajar a buscar agua, pero al intentar abrir la puerta de la habitación, no cede. La confusión me abruma. Fuerzo la perilla de nuevo, pero sigue sin abrirse.

Atlas... su nombre surge en mi mente, pero la sed me empuja a golpear la puerta.

—¡Alguien! ¡Tengo sed! ¡Atlas!

El silencio me desespera. La confusión se mezcla con la sed y el hambre. Regreso al baño y bebo un sorbo del grifo. El agua refresca mi garganta, y me mojo un poco el cuello y la cara.

¿Qué sucedió? Estaba escapando por el bosque, y luego...

                                                                                           Flashback

Mi respiración es entrecortada y el frío se clava en mi piel, pero sigo corriendo. La oscuridad me confunde, y sé que debo seguir adelante. De repente, oigo un zumbido, como el de pequeños motores. Al mirar al cielo, veo puntos rojos parpadeando.

¡Demonios! ¡Son drones! ¡Muchos drones!

El pánico se apodera de mí y mi corazón late desbocado. Me ha encontrado. Corro con todas mis fuerzas; no quiero volver a ver a ese hombre. ¿Por qué tenía que enamorarse de mí?

Mis pasos se vuelven pesados; la nieve se espesa bajo mis pies. Mi mente se nubla. ¿Qué me hizo pensar que era buena idea salir en esta noche helada? Me apoyo en un árbol y tomo aire. Agradezco tener ropa abrigada. Junto mis manos, recordando sus palabras al darme los guantes: "Hace frío, no quiero que te resfríes antes de la boda".

¡Basta! No puedo pensar en él ahora.

De repente, escucho ramas crujir.

—¡Demonios, deben ser sus hombres!

Retomo la marcha, pero de pronto siento algo, como si cayera lluvia. ¿Es lluvia? Al mirar al cielo, me doy cuenta de que es una cascada de agua que desciende sobre mí. Apresuro el paso, pero el agua cae con tanta fuerza que me empuja en todas direcciones. Tropiezo y, en un instante, caigo por un barranco.

Todo sucede tan rápido. El frío se apodera de mí, y empiezo a sentir que mi cuerpo se vuelve pesado. Cierro los ojos; me cuesta mantenerlos abiertos. En la penumbra, escucho voces acercándose. La ansiedad me aprieta el pecho.

Sujeto 1:
—La encontramos, señor.

Miro hacia arriba con dificultad, tratando de discernir quién está hablando. ¿Están hablando por teléfono?

Sujeto 2:
—Señor, pero está un poco lastimada. Queremos darle primeros auxilios.

Sujeto 1:
—Que nadie la toque hasta que el jefe llegue.

Por siempre inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora