El Legado de los Apus

Un mundo quebrado

A medida que descendían de las alturas del Templo de los Apus, el grupo vio el mundo andino a sus pies. Pero algo había cambiado. Donde antes había vida y armonía, ahora veían los rastros de la guerra y la destrucción que el Oscuro había dejado a su paso. Aldeas quemadas, campos devastados, y ríos de lodo que bajaban de las montañas.

El pueblo estaba en ruinas, pero sobrevivieron. A medida que descendían, encontraron pequeños grupos de personas que habían huido de sus hogares, refugiándose en las montañas. Hombres y mujeres heridos, ancianos temblorosos y niños que habían perdido a sus familias.

Amaru se acercó a uno de estos grupos, y al verlo, la esperanza renació en sus ojos. Sabían quién era, y lo que él y sus compañeros habían logrado.

—El Oscuro ha sido sellado —dijo Amaru a una mujer que sostenía a su hijo herido—. Pero no sin grandes pérdidas.

Las personas comenzaron a rodearlos, buscando esperanza en sus palabras.

—¿Nina? ¿Dónde está la curandera? —preguntó un anciano con los ojos vidriosos.

Amaru bajó la mirada, incapaz de pronunciar las palabras. Fue Kuntur quien dio un paso adelante.

—Nina dio su vida para salvar a todos. El Oscuro ha sido sellado gracias a ella, pero ya no está con nosotros.

Un murmullo recorrió a la multitud. Algunos lloraron, otros solo asintieron con solemnidad. La noticia de la muerte de Nina se extendió rápidamente entre los sobrevivientes. Aunque habían ganado la batalla más importante, el sacrificio de Nina resonaría en sus corazones.

Inti, viendo la desesperanza en los rostros de su pueblo, levantó la voz.

—Este no es el fin. Este es un nuevo comienzo. El Oscuro fue derrotado, y debemos reconstruir nuestras tierras y nuestras vidas. Recordemos a Nina, no solo como la curandera que fue, sino como la heroína que entregó todo para que nosotros pudiéramos vivir.

Las palabras de Inti encendieron una chispa de esperanza en los corazones de la gente. Aunque el camino hacia la recuperación sería largo, sabían que no estaban solos.