Las heridas del alma

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El Khipu había sido sellado en el santuario, y la misión de Amaru, Inti y Kuntur estaba completa. Mientras descendían de las montañas, el peso de lo vivido seguía cargando sus corazones. Sin embargo, había un alivio palpable al saber que el poder del Khipu ya no sería una amenaza para el mundo.

Una vez de regreso en Qosqo, la capital andina, los héroes fueron recibidos como figuras legendarias. El pueblo los aclamaba, celebrando su éxito en la derrota del Oscuro, pero ninguno de ellos podía olvidar el costo que había traído su victoria. A pesar de la alegría que los rodeaba, Amaru no dejaba de sentir la ausencia de Nina como una herida abierta en su alma.

En su humilde morada, Amaru se encontraba a solas, mirando la pequeña flor de alpaca que Nina había tejido para él antes de partir en la travesía. Era un símbolo de amistad, pero también un recordatorio de que la vida continuaba. El dolor de su pérdida no desaparecería, pero lentamente aprendería a convivir con él.

Una mañana, Kuntur lo visitó. Aunque había sanado físicamente, su espíritu seguía abatido.

—Amaru, no puedo seguir aquí —dijo Kuntur, mirando hacia las montañas con la mirada perdida—. Cada esquina de esta ciudad me recuerda a Nina. Necesito encontrar mi propio camino, lejos de todo esto.

Amaru lo miró con tristeza, pero comprendía el peso que su amigo cargaba.

—No puedo detenerte, Kuntur. Haz lo que sientas necesario, pero recuerda que siempre tendrás un lugar aquí, entre nosotros.

Kuntur asintió, agradecido. Con un último abrazo, se despidió de Amaru, y partió en busca de un nuevo destino, dejando atrás las sombras del pasado.

El Legado de los ApusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora