*¡Nuevo capítulo todos los martes y jueves!*
Un encuentro, una mirada, una voz, solo eso es suficiente para que alguien se meta en tus venas y se convierta en todo tu mundo.
El estoico Ben Danner ya tiene mucho con lo qué lidiar en su vida; una vid...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
----------------------------------------------
*Esta novela es ficticia y no hace mención a nadie en particular.*
-----------------------------------------------
Ben, 25 años
—Mierda.
Mis ojos se abren y se cierran de inmediato una vez que la luz del sol me quema las putas corneas.
Respiro hondo, intentando aspirar algo de aire para mis pulmones maltratados y fallando al toser, mi garganta quemando. Todo mi cuerpo se siente deshecho, como si un maldito camión me hubiera pasado encima o una tanda de elefantes furiosos.
Al parecer sigo bastante ebrio como para pensar que una tanda de elefantes furiosos tiene sentido en Los Ángeles.
Intento incorporarme con bastante dificultad, pero lográndolo y gimiendo de dolor, no sé qué me duele exactamente, tal vez es la cabeza o el estómago, pero justo ahora no podría definirlo. La rubia dormida a mi lado gimotea en protesta, pero se gira hacia otro lado y sigue durmiendo.
La observo mientras intento recordar su nombre. ¿Marie? No, no. No iniciaba con M.
¿Hannah? ¿Britney?
Tiene cara de Britney.
Me paso una mano por la cara, mis ojos arden y lagrimean, mi cara está ardiendo, mi cuerpo se siente pesado y adolorido.
Y hace calor... muchísimo calor.
«¿Qué carajos pasó anoche?»
La respuesta a esa pregunta no tiene importancia. Probablemente pasó lo de siempre; una reunión de la banda, seguida por una insinuación de Jason para prender un porro, una protesta vacía de Scott hasta que cede, Cameron llamando a personas que se nos unan justo después de que yo haya abierto la segunda botella de whisky.
Pasa casi todos los días que ya me sé el maldito libreto de memoria.
Tomo mi teléfono de la mesita de noche, maldiciendo al ver la hora. Es medio día.
«Cómo me encanta madrugar.»
Me fijo en las llamadas perdidas. Treinta son de Gabriel Graham, —nuestro mánager y productor—, la última fue hace dos minutos.
«Entonces ese fue el sonido de mierda que me despertó.»
Me levanto de la cama, voy a mi armario y tomo unos pantalones de mezclilla, cubriendo mi desnudez. El teléfono empieza a vibrar en mi mano otra vez, pero justo cuando voy a contestar, la llamada finaliza y me entra un mensaje.
Gabriel Graham - Luminance: Jódanse todos. Esto es incumplimiento de contrato, malditos imbéciles.
Miro el teléfono, mi cabeza intoxicada intentando encontrar sentido a sus palabras.