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Ben

He sido un asqueroso pedazo de mierda durante una semana completa.

Mis amigos, mi familia, incluso Beth intentaron sacarme de la cama, pero no lo han logrado y creo que ya es momento que se den por vencidos.

No voy a abandonar este cuarto.

Las únicas veces que he salido del apartamento de Beth, han sido para ir al gimnasio y a buscar comida, pero después de eso, no he sido nada más que una apestosa bolsa de agua regada en la cama, sin hacer una maldita mierda por mí mismo.

Y la única razón por la que voy al gimnasio, es porque tengo la esperanza de que Aeryn regrese y se dé cuenta de lo que se perdió.

Incluso ingresé a un plan para adquirir volumen y toda esa mierda.

La mejor venganza es el éxito, dicen por ahí.

Veo las botellas de cerveza regadas en el suelo con el rabillo del ojo y lanzo un bufido. No es que tenga mucho éxito para ser exactos.

Hay una mancha de salsa de tomate en la alfombra debido a las dos hamburguesas que me tragué anoche, justo antes de tomarme seis cervezas, pero no me importa nada esa maldita mancha. Es la alfombra de Aeryn.

Ella arruinó mi corazón, yo arruinaré su alfombra.

«La extraño tanto que me está matando...»

Oculto mi rostro en la almohada después de ver la hora en su estúpido reloj de gatito. Son las tres de la tarde y ni he desayunado, tampoco me he bañado, pero eso no me importa una mierda. No. Lo que me vuelve loco es su maldito reloj en forma de cabeza de gato, o su librero y sus cortinas.

¿Por qué tiene que ser tan malditamente tierna todo el tiempo?

¿Por qué tuvo que engatusarme con su adorabilidad?

—Te odio —le gruño a ese maldito reloj.

Al escuchar el sonido de mi voz, Carlota maúlla antes de colocarse sobre mi espalda y aplastarme contra la cama. Me doy cuenta que ha subido un par de kilos esta semana.

Lanzo un bufido.

Este es el hombre patético en el que Aeryn me ha convertido.

Escucho la puerta abrirse, pero ni me inmuto.

No es ella.

Si fuera ella, lo sentiría. Sentiría mi corazón latiendo a toda prisa, mis manos sudando, mi jodida alma hambrienta por sentirla, por poder sentir algo de su calor un centímetro más cerca de mí.

No siento nada de eso.

Sigo en mi posición de boca abajo, con la cara enterrada en la almohada, mi mano caída hasta el suelo, mi cuerpo adormecido por la incómoda posición en la que me encuentro.

La Adicción de Ben (WA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora