*¡Nuevo capítulo todos los martes y jueves!*
Un encuentro, una mirada, una voz, solo eso es suficiente para que alguien se meta en tus venas y se convierta en todo tu mundo.
El estoico Ben Danner ya tiene mucho con lo qué lidiar en su vida; una vid...
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Aeryn
Ben Danner es, probablemente, la persona más fantástica que he conocido.
Bueno, solo he visto a este hombre unas pocas veces y en todas ellas hemos discutido de alguna manera. Ha sido grosero e insensible, y es difícil saber si le agrado porque me gruñe todo el tiempo.
No obstante, llena mi curiosidad de una manera que jamás creí posible.
Sí, es grosero y gruñón, pocas veces lo he visto sonreír de manera honesta, y su sentido del humor es bastante oscuro para mi gusto. Pero también puedo ver que eso es solo una fachada de su verdadera personalidad. Puede que suene como una completa idiota, pero mi instinto me dice que hay más de Ben Danner detrás de esa capa gruñona y enojada.
Y, Dios mío, me muero de curiosidad por conocerlo.
Justo ahora estamos en la azotea de un edificio del centro de Brooklyn. La ciudad se cierne debajo de nosotros, el sol brillando e iluminando todo el paisaje. Aquí arriba no hay mucho ruido, se siente una paz inexplicable que no he sentido en mucho tiempo. Estamos sentados sobre el techo de una pajarera de la azotea, ben sostiene una guitarra en su regazo y yo lo miro mientras toca notas al azar, mirando al horizonte y después escribe algo en el cuaderno a su lado.
No digo nada para que no se desconcentre. Luce bastante precioso con los rayos del sol alumbrando sus facciones; su nariz con un ligero brote, probablemente debido a que se la rompió alguna vez, su mandíbula afilada, pómulos altos, la cicatriz en su ceja, que intenta cubrir pobremente con un piercing.
Sus labios... que los había sentido ligeramente sobre los míos, el frío del piercing en su boca.
Sus ojos brillan gracias a la luz. Son hermosos. El negro y el azul fundiéndose mientras mira el horizonte.
Me gustaría hacerle tantas preguntas, decirle tantas cosas que he querido decirle por años, pero no hago nada de esas cosas. Solo lo observo trabajar, perderse en su propia mente, en su propia alma y yo solo tengo que observarlo hacerlo.
Estos pocos momentos a su lado me han ayudado a darme cuenta que no es la estrella en el cielo que creí que era, que es tan humano como yo. Me he dado cuenta que puede ser molesto, caprichoso, gracioso y fascinante. Es fascinante cuando la persona que teníamos en un pedestal, que creíamos perfecta, simplemente no lo es.
Es solo un hombre.
Un hombre muy gruñón, pero un hombre, al fin y al cabo.
Una paloma vuela demasiado cerca, distrayéndolo lo suficiente como para dejar de escribir. Parpadea un par de veces, después me mira como si hubiera olvidado mi presencia.
—Lo siento... —murmura, dejando la guitarra a un lado.